El artista entrerriano Carlos Negro Aguirre mostrará desde el viernes en la sala porteña del Café Vinilo el viaje del piano (su instrumento madre) al guitarrón, en el marco de la presentación de un quinteto que lo reúne con las guitarras de Luis Medina, Mauricio Laferrara, Sebastián Narváez y Andrés Pardo y que asume como: "Una especie de laboratorio para ahondar mi relación con esa sonoridad".
Desde Paraná, el lugar en el mundo que lo nutre, inspira y cobija, Aguirre repasa que su vínculo con la guitarra "nació evocando esas sonoridades ''zitarroseanas'' y de la guitarra cuyana, todo un sonido tradicional sobre el que naturalmente me sale el empezar a tomar permisos". Esos permisos, brotados de la libertad y de la búsqueda, son para el Negro el territorio intenso y paciente a la vez en el que, puntualiza, "la intencionalidad es darle tiempo a cada proyecto, un tiempo sin apuro y de gestación de conceptos que van a regir la producción de algo".
Durante una entrevista con Télam, el pianista y compositor que constituye un sonido imprescindible para entender el tránsito de la música popular argentina de las últimas dos décadas, opina: "Es un gran ejercicio frenarse a uno mismo que tiene la angustia de salir a mostrar y a compartir".
"Siento que el tiempo le otorga a una obra más peso porque uno decide después de haber probado un montón de caminos posibles. La primera idea no es la más feliz sino la que dispara un montón de otras ideas que vienen después", formula con reposada claridad. En ese proceso se inscribe su encuentro con las cuerdas del santafesino Medina, de su coterráneo Laferrara, del mendocino Narváez y del chileno Pardo, en una experiencia que apenas tuvo un paso por la última edición del Encuentro Nacional de Músicos Populares, en Rosario, en agosto de 2017, y que se nutre del cancionero que el creador volcó en los álbumes Crema, Rojo y Violeta.
El quinteto actuará el viernes 23 y el sábado 24, en ambas noches desde las 21; mientras que el domingo 25, también a las 21, Aguirre aprovechará el viaje y ofrecerá un recital en solitario más enfocado en el piano y la música litoraleña.
— ¿Cómo aparece el vínculo con la guitarra?
—Yo toco desde los 11, 12 años, cuando cursaba la Escuela de Música de Paraná desde el piano, pero había que elegir un instrumento complementario y finalmente tomé la guitarra porque mi hermano mayor tocaba ese instrumento. Generé muchas cosas para el instrumento que puedo tocar muy despacito y con mucha paciencia. Compongo en el instrumento y tengo un vínculo bastante frecuente porque siento que me vincula más a la canción.
— De allí vienen las obras que compuso para el prestigioso Eduardo Isaac ¿Pero qué se propone el quinteto?
—El repertorio es bien folclórico a partir de obras mías que recorren distintas danzas de nuestro país que, en principio, se basan en canciones de cada uno de los discos del grupo. Pero después empecé a componer, aparecieron nuevas canciones y el repertorio viejo va cediendo espacio que tocamos con guitarra y guitarrón pero también apareció el acordeón.
—¿Qué lugar ocupa este proyecto guitarrístico en su presente musical?
—Me he inventado cosas para estudiar como una forma de ir más profundo en los proyectos. Hay un grupo más ligado a lo afro a partir de (lo que fue el disco) Orillanía y estoy generando un vocabulario para tocar allí, está el trío de jazz con el que grabamos Calma, que indaga más en la cosa de la improvisación y la austeridad y está el de la música del litoral donde abordo repertorio que no es mío, sino versiones de compositores que han trabajado sobre rítmicas de la región.
—¿Y cuál va a ser la prioridad?
—En realidad en marzo tendré un mes de puertas cerradas para guardarme a componer todo un material con el guitarrista israelí de jazz latino Yotam Silberstein que vive en Nueva York y a quien conocí a través de Andrés Beeuwsaert de Aca Seca. La idea es que entre los dos compongamos obra para un disco que saldría en abril.
—¿Cómo fue la vivencia de la tercera gira por Japón?
—Fue, nuevamente, muy especial y es una experiencia que se las deseo a mis más queridos amigos porque es un pueblo con un interés profundo y genuino por la música. Allí en enero hice una gira que se llamó La música del agua y que contiene un repertorio que escribí imaginando a un pianista acompañando a un cantante, por lo que al hacerlo solo, me obligó a estudiar y tocar mucho.