En el sudoeste de la provincia de Corrientes, lejos de los esteros del Iberá que se llevan todas las fotos, hay un pueblo diminuto que casi nadie menciona cuando habla de turismo correntino.
El pueblo tiene apenas 320 habitantes. Las casas son altas sobre pilotes, de madera pintada de verde o celeste, con galerías anchas y patios llenos de lapachos y ceibos. Hay una plaza con una estatua de San Juan Bautista, una escuela primaria y una comisaría que también es registro civil. El almacén de don Alcides abre todo el día y sirve café con chipá a quien llega cansado.
El pequeño pero festivo pueblo
El lugar se llama Yahaveré y está a orillas del río Miriñay. Lo que lo hace especial es el festival de boliches y chamamé que se hace cada 23 y 24 de junio para la fiesta patronal de San Juan.
Durante esos dos días el pueblo se triplica: llegan músicos de Goya, Mercedes, Paso de los Libres y hasta de Resistencia, se arman tres escenarios al aire libre y los boliches bailables funcionan toda la noche sin parar. Hay uno que se llama “El Miriñay” que es famoso en toda la zona: piso de cemento, luces de colores, acordeones a todo volumen y gente bailando hasta las 8 de la mañana.
Además del chamamé, mucha gente viene a pescar surubí y dorado en el Miriñay: el río es ancho, de agua marrón y bancos de arena donde se arma asado después de pescar. Hay lanchas que salen desde el muelle municipal. También se puede hacer safari fotográfico de carpinchos y yacarés en los bañados cercanos o paseos en canoa al atardecer.
El resto del año Yahaveré vuelve a ser un pueblo dormido donde solo se escucha el río y los teros. Pero cuando llega junio, las guitarras y los acordeones despiertan todo y por 48 horas es el lugar más vivo de Corrientes. Quien va una vez al baile de San Juan en Yahaveré, cuenta que no hay otro igual en la provincia.






