Que oportuno que es festejar el día del Medio Ambiente, en las particulares circunstancias de la pandemia por el COVID 19, que ha afectado a todo el mundo, sin excepciones,
Sobran los diagnósticos sobre el deterioro del Medio Ambiente por efecto de la actividad humana, en especial de la movilidad descontrolada, con distintos grados de responsabilidad según sean países desarrollados, en vías de desarrollo o subdesarrollados. Por odiosa que sea esta clasificación, las consecuencias urbanas de cada uno de estos estados de desarrollo, es claramente diferenciable, toda vez que la movilidad está totalmente relacionada con el urbanismo, la planificación y el tipo de ciudad resultante.
Esta paralización de actividades que está viviendo la humanidad, confinados en sus viviendas en la mayoría de los países, sin asistir a clases, sin ir a trabajar fuera de sus hogares, sin actividades recreativas, etc, es una experiencia única (ojalá que no se vuelva a repetir), para comprobar lo que se declama sobre lo dañina que es la actitud del hombre sobre el medio ambiente y básicamente la naturaleza, la que sistemáticamente estamos destruyendo. “En Nuestra Casa Común, hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”. (carta encíclica LAUDATO SI) ,
Se ha circularizado por distintos medios de difusión, (si bien es prematuro cuantificarlo), que en estas circunstancias, se ha mejorado la calidad del aire, que animales circulan con libertad en ámbitos impensados, y otras varias observaciones, lo que nos permite afirmar por sobre todas las cosas, que la tierra ha respirado,
Es una experiencia muy fuerte y ya hay interpretaciones sociológicas, económicas, sociales, psicológicas, ambientales, sanitarias, filosóficas, políticas sobre las consecuencias que dejará la pandemia, y en particular no podemos soslayar las reflexiones sobre la movilidad urbana.
Me parece oportuno traer a colación, la experiencia de EEUU, país que perfectamente podemos calificar como uno de los mayores responsable del derroche energético, con ciudades extendidas e insustentables, y con el auto como medio de transporte dominante.
Cuando pensamos en un planeamiento sustentable, para mejorar la calidad del aire y calidad de vida en las actuales condiciones del deterioro ambiental mundial, con el aumento de la temperatura global media, lo que no hay que hacer, es posiblemente copiar este modelo de urbanismo. Con mas razón si pensamos en nuestra realidad latinoamericana, la que presenta fuertes desigualdades sociales y sin recursos económicos, para satisfacer con holgura las necesidades de todos los ciudadanos.
No obstante este comentario, que puede no ser compartido, principalmente por los desarrolladores de barrios privados, rescato la experiencia del Plan Estratégico de Transporte de los EEUU, que en la década de los 90, y basado en la Ley del Aire Limpio del año 1970 (con antecedentes del año 1955 y posteriores modificaciones), propiciaba que la ciudadanía trabajara en sus hogares, aprovechando las nuevas tecnologías (computadoras) y formas de comunicación (internet), a efectos de evitar viajes que producían contaminación, congestión y accidentología.
Considero que esta experiencia que estamos viviendo por la pandemia, de trabajar en nuestros hogares; la educación presencial transformada en clases virtuales; las reuniones grupales las realizamos con Zoom, WhatsApp y otros programas; las operaciones bancarias, si bien ya estaban disponibles, tuvimos que aprender a efectuarlas obligadamente a través de internet, y así suspendimos la mayoría de los viajes que diariamente realizábamos, generando una experiencia global en el mundo de la no movilidad para gran parte de las actividades habituales, tal como lo propiciaba la Ley del Aire Limpio de EEUU.
Todavía es apresurado sacar conclusiones de cómo va a seguir el desarrollo de este proceso que se inició abruptamente, y sin pedir permiso. Indudablemente habrá un antes y un después de la pandemia, pero hay algo que no pasará inadvertido. Hemos verificado que cambiando nuestros hábitos de movilidad (viajando menos, fundamentalmente en autos), se observa una mejora en la calidad del Medio Ambiente.
Esta conclusión que no es apresurada, ha reforzado algunas políticas para mejorar el medio ambiente desde la movilidad sustentable, desalentando el uso del auto, para recuperar espacio público en favor de la bicicleta, transportes públicos y prioritariamente la vida peatonal.
Es el caso de la Ciudad de Barcelona, la que como es de dominio público, fue una de las ciudades mas impactadas por el COVID 19 en Europa, con un prolongado y riguroso confinamiento. Por ello y viendo la oportunidad que presenta la crisis, con la convicción política de mejorar la calidad del medio ambiente y con un plan preconcebido de recuperar espacios públicos demandado por el auto “el Gobierno municipal llevará a cabo una serie de intervenciones durante todo el mes de mayo para garantizar que los barceloneses puedan volver progresivamente a sus actividades habituales y puedan realizar desplazamientos con las mejores condiciones de seguridad posibles”.
Considero que esta crisis que está viviendo excepcionalmente la humanidad, es una oportunidad que tenemos los mendocinos para repensar la ciudad que queremos, como lo muestra Barcelona, con una visión del Medio Ambiente sustentable, tomando conciencia de la estrecha y determinante relación que tiene el Urbanismo y la Movilidad, desalentando el uso del auto, apostando fuertemente a los transportes públicos, bicicletas y recuperando espacio público para el peatón.
Mendoza está en el buen camino. Existen los instrumentos legales, y estamos frente a la oportunidad de profundizar las acciones políticas que corrijan el rumbo de una planificación sustentable, que le permita a nuestra ciudad volver a respirar, a partir de esta experiencia de no movilidad.