Pandemia

Un médico comparte todo lo vivido durante la pandemia en Wuhan

Cómo es luchar contra el Covid-19 desde adentro

Li Haichao, vicepresidente del Primer Hospital de la Universidad de Pekín, dirigió un equipo de 135 miembros que fue enviado en tres grupos para ayudar a los pacientes en la sede Zhongfa Xincheng del Hospital Tongji en Wuhan en el punto álgido del brote en febrero. Cuando el equipo salió de Wuhan el 4 de abril, 100 de sus 115 pacientes con COVID-19 habían sido dados de alta. “Nuestro trabajo de ayudar a los pacientes a recuperarse era solo una parte de todo el sistema de tratamiento médico”, comentó Li. “El trabajo en equipo no era solo entre los trabajadores médicos, sino también entre los residentes de la ciudad, como los conductores de autobuses y el personal del hotel”, agregó.

Li, de 51 años, y su equipo llegaron a Wuhan el 7 de febrero, y solo les quedaba un día para prepararse para hacerse cargo de la zona oeste del noveno piso del Edificio B en el Hospital Tongji, que había sido originalmente asignado a pacientes con tumores. Convertir las salas comunes en especiales, determinar lo que debían hacer los pacientes y el personal médico, capacitar a todos los miembros en la prevención y el control de infecciones y disponer los equipos de protección, todas estas tareas tenían que realizarse en 24 horas.

La noche del 8 de febrero, 10 pacientes fueron trasladados a las salas. Dos días después, 50 camas ya estaban cubiertas. La gravedad de los pacientes con COVID-19 y la limitación de los recursos médicos fueron los siguientes desafíos que enfrentaron Li y su equipo.

Los respiradores fueron importantes en el tratamiento de casos graves, pero solo había tres para tratamiento médico y cinco respiradores caseros. A veces, Li y su equipo tenían que pedir respiradores prestados de otros departamentos del hospital o de otros hospitales de la ciudad. “Usamos portadores de oxígeno para cubrir esa falta, y nuestra regla era maximizar el uso de recursos para tratar a los pacientes”, indicó Li.

Además, los equipos de protección eran limitados. Al principio, solo se les podía garantizar el acceso a equipos de protección como barbijos y trajes la noche anterior a su uso.

Li participó en la lucha contra el brote de SARS en China hace 17 años. Sostuvo que el COVID-19 tiene algunas similitudes y diferencias con el SARS. “La duración de la enfermedad grave fue larga y había muchos detalles a los que debíamos prestar atención. Así que estábamos atentos todo el día”, comentó Li.

Las afecciones de algunos pacientes con COVID-19 se agravaron repentinamente después de 7 o 10 días sin ningún síntoma previo, por lo que el equipo debió mejorar el monitoreo de los pacientes. “Para algunos pacientes que padecen hipoxemia, es posible que no la sientan y aún puedan realizar algunas actividades físicas o recibir llamadas telefónicas, pero sus niveles de oxígeno bajan drásticamente, lo cual es muy peligroso y necesitan un control especial”, señaló.

Una mañana, en el camino de su hotel al hospital, Li casi lloró al escuchar el mensaje de que la saturación de oxígeno de una de sus pacientes había vuelto a más del 90 %; era una buena señal, aunque solo duró un momento. En una revista china, Li escribe: “Hicimos nuestro mejor esfuerzo y vigilamos todos los parámetros de salud para evitar caídas en los niveles de oxígeno cuando la paciente se quitaba la máscara por tiempos breves. La fuerza de voluntad de la paciente nos hizo creer que podría lograrlo”.

De los 31 médicos del equipo, siete eran expertos respiratorios, tres trabajaban en cuidados intensivos y los demás se especializaban en cardiología, gastroenterología, endocrinología, hematología, nefrología y reumatología y enfermedades infecciosas. Li era quien organizaba los turnos de los médicos. “No es un tratamiento simple para la neumonía, ya que el virus infecta muchos sistemas del cuerpo. A veces, el programa terapéutico puede ser un arma de doble filo. Por ejemplo, las medidas para controlar la neumonía pueden dañar el sistema inmunológico y hay también una posible infección”, explicó Li. “Teníamos que deliberar con médicos de diferentes hospitales para brindarles a los pacientes un tratamiento efectivo”.

Li asignó una tarea especial a dos expertos en endocrinología de su equipo. Cuando estaban de servicio, tenían que controlar a todos los pacientes cuyos niveles de glucosa en sangre eran anormales y determinar si usar o no insulina en los tratamientos y en qué dosis. Li también les pidió a dos médicos que eran de Wuhan que se turnaran para hablar con los pacientes en el dialecto local. “Nuestras enfermeras eran tan amables con los pacientes que siempre sonreían. Eso les daba consuelo a los pacientes”, señaló Li.

Además del turno diurno, Li tenía otras dos rutinas diarias: unirse a los debates sobre tratamientos para enfermedades difíciles y complicadas con colegas de los otros dos hospitales de la Universidad de Pekín a las 4 pm y reunirse con grupos médicos, logísticos y de atención a las 7 pm. A veces, incluso consultaban a colegas en Beijing. “Como era una enfermedad nueva, casi todas las discusiones traían consigo una colisión de ideas y los nuevos problemas pusieron a prueba nuestra experiencia y conocimiento y desafiaron nuestra sabiduría”, sostuvo Li. “Médicos de todas las especialidades, e incluso enfermeras, se unieron a los debates, lo que nos ayudó a mejorar nuestros conocimientos y tratamientos”. Añadió que los médicos también leían los últimos artículos sobre el virus de todo el mundo e intercambiaban actualizaciones constantemente.

“Ahora, vemos la pandemia como sufrimiento y desgracia. Pero si analizamos e investigamos el brote, nuestro sistema de salud mejorará”, concluyó Li

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