De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, China ha sido la mayor economía en términos de la paridad del poder adquisitivo desde 2016 y, el año pasado, fue alrededor del 116 % del tamaño de la economía de Estados Unidos.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, China ha sido la mayor economía en términos de la paridad del poder adquisitivo desde 2016 y, el año pasado, fue alrededor del 116 % del tamaño de la economía de Estados Unidos.
En comparación con su PBI en 2022 en dólares estadounidenses, sin embargo, la economía china solo constituye el 71 % de la de EE. UU. Si la tendencia actual se mantiene, superar a EE. UU. como mayor economía mundial puede llevarle a China cerca de una década. El desempeño de la economía china desde su reforma y apertura, particularmente sus avances en tecnología, es cada vez más inquietante para EE. UU., y el club de países desarrollados que lidera.
Esta preocupación también se ve reflejada en cuestiones sobre la profundización de las relaciones entre América Latina y el Caribe con China.
En un artículo reciente de la revista Foreign Affairs titulado “Juego de poder latinoamericano de China”, un erudito del Programa de Becas para la Democracia Reagan-Fascell del National Endowment for Democracy presenta una serie de argumentos contra la presencia de China en la región. El argumento principal del autor es contradictorio en sí mismo: Si bien la presencia de China en el territorio es muy reciente y dinámica, está generando implicaciones socioeconómicas masivas allí.
No es necesario ser historiador para comprender que la presencia masiva de otros países en la región, como naciones europeas y EE. UU., durante más de 500 años es mucho más significativa para entender la situación socioeconómica del territorio en 2023. Latinoamérica y el Caribe han soportado más de 500 años de intervención de estos países, mucho antes que su encuentro reciente con China en el siglo XXI.
El artículo de Foreign Affairs reconoce que China cuenta con ventajas importantes en términos de incentivos económicos para la región, así como para el mundo, en lo relativo a inversiones y proyectos de infraestructura y, por lo tanto, destaca que el Occidente debe concentrarse en el capital humano para prevenir que China “debilite las normas democráticas, instituciones y estados de derecho en Latinoamérica”.
Es menester hacer algunas aclaraciones.
En primer lugar, en 2023, no hay debates en esta región sobre China “contra el Occidente”. La Unión Europea, Japón, EE. UU. y otras partes del mundo han experimentado diferencias considerables en su relación con China durante los últimos diez años. China también ha diferenciado su relación con estos y otros países a través de una gran cartera de instrumentos, que incluye acuerdos de libre comercio e iniciativas regionales. El Occidente versus China, como tal, es una abstracción ideológica que no beneficia a Latinoamérica y al Caribe.
En segundo lugar, en la última década, el liderazgo chino ha reconocido su creciente presencia mundial mediante el concepto de un proceso de globalización con características chinas. En comparación con el proceso de globalización desde el Acuerdo de Bretton Woods en 1944, China ha propuesto un proceso de modernización centrado en la gente y el desarrollo de alta calidad. La nación no solo se ha convertido en una importante economía, sino que también erradicó la pobreza extrema en el país, sumado a que consiguió una mejora sustancial en términos de productividad e innovación.
En tercer lugar, la relación entre la región y China en 2023 permite el intercambio de posibilidades. Por ejemplo, es importante comprender la creciente complejidad y amplias dimensiones de la relación socioeconómica entre ambas partes.
Asimismo, la cooperación técnica en energía renovable, el establecimiento de zonas económicas especiales y parques industriales, y la labor de investigación y desarrollo tienen especial relevancia para los países latinoamericanos y caribeños y podrían convertirse en la base de mejoras sustanciales del conocimiento sobre China en la región en el largo plazo.
Cuarto, el poder de financiamiento global de China no ha sido comprendido lo suficiente hasta el momento. El artículo de Foreign Affairs sostiene en varias oportunidades que el crédito chino en el territorio representa una amenaza, debido a que dará como resultado la intervención política china y el “control general en la región”, lo que hace eco de las afirmaciones estadounidenses de una “trampa de deuda”. Sin embargo, analistas como Stephen B. Kaplan, profesor adjunto de ciencias políticas y asuntos internacionales en la Escuela Elliott de Asuntos Internacionales de la Universidad George Washington, han puesto énfasis en resaltar que el crédito de China a la región está basado en la racionalidad comercial, y no en la búsqueda de los países occidentales de cambios políticos y macroeconómicos en el lugar para facilitar el servicio de deuda.
Por último, no sería justo responsabilizar a China por las limitaciones socioeconómicas de los países latinoamericanos y caribeños en 2023. Muchos países occidentales son responsables por más de 500 años de imposiciones sobre el territorio, mientras que China ofrece incentivos concretos para erradicar la pobreza y mejorar la calidad de vida de las personas de la región.
El autor es profesor de la Universidad Autónoma Nacional de México. Esta es la versión traducida de un artículo publicado en China Daily. Las opiniones no necesariamente reflejan las de China Daily.