Las terapias en las que los caballos son protagonistas no son novedad, de hecho una de las que más se conoce es la equinoterapia, utilizada para estimular a personas con alguna discapacidad, o que se encuentren dentro del espectro autista.
Las terapias en las que los caballos son protagonistas no son novedad, de hecho una de las que más se conoce es la equinoterapia, utilizada para estimular a personas con alguna discapacidad, o que se encuentren dentro del espectro autista.
Lo que sí es novedoso es vincular el trabajo emocional con caballos con las llamadas “constelaciones”. Marianela Tapia se encargó de combinar las técnicas y creó la Psicoequinoterapia Integrativa, que además de las disciplinas antes mencionadas, vincula principios de la psicosomática, la hipnosis, técnicas holísticas. Tapia explicó que a través de estas ella se encarga de interpretar el inconsciente y abordar conflictos emocionales.
Hay que destacar que esta propuesta forma parte de las llamadas terapias alternativas y no reemplaza el seguimiento médico ni psicológico tradicional.
Marianela Tapia es la fundadora de Unalome Terapias, un espacio donde fusiona prácticas de constelaciones con la observación etológica de los caballos. Según explicó, el caballo sería capaz de “leer” las emociones y reflejarlas en su comportamiento, permitiendo que la terapeuta traduzca esos movimientos para guiar al consultante en la identificación de conflictos personales o familiares.
Tapia destacó que creó su propio enfoque tras capacitarse en neurociencias y psicosomática clínica con un referente francés, y sostiene que los caballos funcionan como un canal para evidenciar síntomas emocionales, pero no actúan como sanadores por sí mismos.
De acuerdo con Tapia, el caballo funciona como un detector emocional libre de juicios. “No sana, solo muestra”, remarcó.
También explicó que el animal actúa como un espejo que traduce los conflictos inconscientes de la persona a través de gestos y movimientos, y que ella, como terapeuta, interpreta esas señales para guiar la sesión.
Este proceso puede realizarse de manera individual o grupal, y según la terapeuta, permite llegar más rápido a la toma de conciencia del problema que otras técnicas.
Las sesiones de Psicoequinoterapia Integrativa, detalló Tapia, suelen durar entre 45 minutos y una hora. Pueden realizarse con una sola persona o en grupos familiares de hasta cinco integrantes. En esos casos, el caballo interpreta la energía grupal o individual según se requiera.
En niños menores de 13 años no se realizan constelaciones directas: primero se trabaja de manera breve con el niño y luego con sus padres, ya que —según Tapia— los niños absorben las emociones de los adultos. La profesional combina el trabajo en el corral con encuentros de consultorio tradicional, alternando ambas modalidades según cada situación.
Tal y como lo afirmó Tapia, muchas personas se acercan a esta terapia alternativa para trabajar problemas vinculados a duelos, separaciones, situaciones de violencia, dificultades familiares, enfermedades crónicas y síntomas físicos sin causa médica aparente. También menciona la consulta de familias con hijos que presentan trastornos como TDA o autismo, aunque aclara que en esos casos prioriza intervenir sobre el entorno adulto y no sobre el niño directamente.
En todos los casos, señala que el caballo es “una puerta de ingreso” que ayuda a develar conflictos inconscientes, pero que la resolución posterior depende de un trabajo personal y constante.
La promotora de la Psicoequinoterapia Integrativa subrayó que no se trata de un reemplazo de la psicoterapia ni de la atención médica tradicional. “El caballo no cura, es solo una puerta de ingreso para entender el conflicto”, explicó Tapia, quien también atiende en consultorio convencional y suele derivar a sus pacientes para un abordaje integral.