Cuando alguien te dice "está todo piola", habla de algo bueno o que marcha bien. Esta palabra del lunfardo se metió en el vocabulario de los argentinos y la usamos sin pensar. El término tuvo un origen distinto al significado positivo que le damos hoy.

Todo empezó con "piolín", una palabra que los delincuentes de Buenos Aires usaban a fines del siglo XIX y principios del XX. Piolín era el lunfardo para referirse a alguien "limpio" pero dicho al revés: "piolim". Entre los ladrones, un piolín era aquel que no tenía antecedentes policiales.

Era astuto para delinquir, pero inteligente para no quedar en los archivos de la policía. Sabía moverse sin dejar rastros. De "piolín" salió después "piola", y con el tiempo la expresión perdió su conexión con el delito.

Lo que antes indicaba a un delincuente hábil se transformó en una forma de describir a alguien despierto o simpático. Las palabras del lunfardo cambian de sentido cuando las usa la gente.

Hoy cuando decimos que alguien es piola, hablamos de una persona que nos cae bien o que tiene buena onda. El significado actual no tiene nada que ver con su origen en el hampa porteña.

El lunfardo: más que jerga de delincuentes

piola

Durante décadas se creyó que el lunfardo era el idioma de los ladrones de Buenos Aires. Los estudiosos descubrieron que era más amplio. Este lenguaje circulaba por los conventillos y los barrios populares donde vivían los inmigrantes.

La palabra "lunfardo" viene de "lombardo", el gentilicio de Lombardía. En el siglo XVIII, los lombardos eran prestamistas y usureros, actividades que la gente veía mal. "Lombardo" terminó siendo sinónimo de ladrón, y se transformó en "lunfardo".

Este idioma se metió en el tango, en el sainete, en las obras de teatro populares. Los compositores lo usaron porque sonaba real, porque era como hablaba la gente común. Palabras como "bondi", "pibe", "guita" o "fiaca" vienen del lunfardo y las seguimos usando.

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