Una tradición cada San Cayetano que crece con el dolor ajeno
Cuando comenzó con esta iniciativa, apenas adquiría 100 estampitas y les sumaba pequeños bollitos de pan que horneaba en casa. Nunca imaginó que esa acción sencilla se volvería una costumbre popular. Cada año, las manos que pedían aumentaban. Las miradas, también. Y con ellas, por supuesto, su compromiso, porque hoy no se le ocurre faltar a la cita de cada 7 de agosto.
Hoy, 17 años después, prepara más de 3.000 estampitas con pan casero para repartir gratis, una por una, a cada devoto que pasa por la parroquia. “Es increíble la cantidad de fieles que convoca San Cayetano, y mucho tiene que ver con la falta de trabajo. La gente no solo viene a agradecer: también viene a pedir desesperadamente”, asegura.
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"Me duele la pobreza y la desigualdad, por eso estoy acá", dijo Inés.
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El mensaje que acompaña sus gestos es el mismo desde el primer año: “Trabajo para el que no lo tiene, unión y pan para todos los argentinos”. Lo repite de memoria, aunque con el corazón abierto.
“Me duele el alma. Me duele ver cómo crecen los comedores, cómo la gente come una sola vez al día. Hay gobernantes que no se ponen una mano en el corazón. No puede ser que a esta altura exista gente que no tiene ni para comer”, expresa.
Su esposo la acompaña cada 7 de agosto
Su esposo Jorge la acompaña desde siempre. Ambos son jubilados y, aunque no tienen mucho, lo que tienen lo comparten. En los últimos años, además de su tarea en San Cayetano, han armado una red solidaria que llega hasta Malargüe, donde asisten a familias puesteras con donaciones.
“Se hizo una cadena solidaria tan grande que estoy sorprendida, realmente. Corrió de boca en boca y hoy todo el mundo colabora. Cuando llegamos allá con mi esposo, no podemos creer cómo viven y no solo eso: la simpleza y la generosidad de la gente, que parte por la mitad una tortita para compartir con el mate”, ejemplifica.
Inés relata cómo conocieron a esas familias que viven en medio de la nada, sin agua corriente, sin gas, sin internet. “Ayudar a los puesteros de Malargüe ya es una forma de vida, casi como acercarme a esta parroquia cada 7 de agosto. Una vez que vas, no podés mirar para otro lado. Vos te volvés con el corazón lleno, pero ellos siguen allá, resistiendo como pueden”, grafica.
Pan casero, fe y esperanza en el día de San Cayetano
La lluvia no fue excusa este 7 de agosto. A cada persona que se le acercaba, Inés le entregaba una estampita cuidadosamente armada con un bollito de pan casero. Ella misma los hornea en casa, uno por uno, días antes. “Amaso con harina, levadura y no salgo de casa por muchas horas. Es un símbolo, no es gran cosa, pero cuando te lo agradecen con lágrimas en los ojos entendés que para muchos es más que un regalo”, señala.
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Antes de las 7, Inés fue captada por las cámaras de Canal 7. Aquí junto a Pablo Gamba.
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El aroma del pan y la calidez de las estampitas en medio del frío mendocino no pasan desapercibidos. Cada año, más personas la esperan. Algunos se emocionan. Pero todos entienden que esa mujer menuda, enérgica y jovial, está ahí para dar.
“No necesito nada a cambio. Al contrario: todo esto me da vida. Me hace sentir útil. Me conecta con la gente, con lo que somos de verdad. Y me ayuda a no perder la esperanza en este día de San Cayetano”, reflexiona.
Inés dice que seguirá soñando hasta el final con un país más justo. Ella lo resume así: “Unión, sobre todo. Y que el pan no falte en ninguna mesa”.