“Siempre quise una familia numerosa”, dice Noelia Funes con serenidad y convicción. Ella eligió un camino difícil, pero profundamente valioso. Tiene 36 años, vive en Lavalle junto a su esposo Nelson González y es mamá de siete hijos: Israel (10), Ágape (8), Abraham (7), Eliyam (5), Yair (3), Harris (2) y una beba recién nacida, Aurora. Se acerca el Día de la Madre y la historia de Noelia merece ser contada.
Noelia es de Lavalle y dejó todo para criar a sus 7 hijos: "Siento que me superé con cada uno"
Noelia Funes tiene 36 años y vive en Lavalle. Decidió dejar su profesión para dedicarse de lleno a lo que considera su mayor vocación: ser mamá
Técnica de laboratorio de profesión, decidió hace una década dejar su trabajo para dedicarse de lleno a la maternidad. “No fue una decisión fácil -reconoce-. Amaba mi trabajo, de hecho comencé la carrera de Bioquímica porque quería seguir creciendo. Pero un día entendí que nada ni nadie puede pagar el tiempo y el amor que doy a mis hijos”.
Noelia representa a esas madres que eligen volver al centro: el hogar. Algo poco común en estos tiempos vertiginosos. Lo hace sin nostalgias y con un sentido de propósito profundo. “Desde que éramos novios con mi esposo hablábamos de tener una familia grande -cuenta-. Decíamos cinco o seis chicos… y llegamos a siete. Pero para hacerlo bien, sabía que tenía que dedicarme de lleno. Esa responsabilidad era nuestra, y yo quería vivirla completamente”.
"Soy una madre agradecida por la salud, la fuerza y los hijos"
Noelia se describe como una mujer agradecida. Agradecida por la salud, por la fuerza y por la posibilidad de acompañar cada etapa de sus hijos.
“El tiempo pasa rápido -reflexiona-. Y hay que disfrutarlos hoy, ahora, en cada momento. No quiero mirar atrás y pensar que me perdí su infancia. Quiero estar presente, vivirla con ellos”.
El día a día en su casa, como puede imaginarse, es intenso. “Es ruidoso, mucho ruido todo el tiempo -ríe-. Pero ese ruido es vida. Cuando los escucho jugar, correr, reírse, siento que está todo bien. El lavarropas no descansa”.
Su casa, en Lavalle, está rodeada de espacio verde. Allí los chicos pasan horas jugando al aire libre, lejos de las pantallas. “Soy de crianza más a la antigua -cuenta-. Ellos juegan entre tierra, piedras, pasto y bicicletas. A veces miran ‘El Chavo’, pero lo demás es juego libre. Es muy lindo verlos crecer juntos, aprender uno del otro”.
Entre risas, anécdotas y días de caos, Noelia asegura que cada hijo la transformó. “Siento que me superé con cada uno. Aprendí a ser más paciente, a soltar lo que no puedo controlar y a disfrutar lo que sí. Cuando creo que llegué a mi límite, recuerdo que este tiempo es de ellos, de su niñez. Entonces vuelvo a mí, respiro y sigo. Porque sé que cada etapa pasa y lo que construimos hoy, queda para siempre”.
Para Noelia, Dios le da fuerzas a cada mamá
Su historia también está marcada por la fe. “Soy muy creyente -dice-. Creo que Dios le da fuerza a toda mamá, crea o no crea. Nos da la templanza para seguir adelante, para ser mejores madres cada día. Y también nos da sabiduría para entender que no hay trabajo más importante que criar a nuestros hijos con amor”.
En su mirada hay un orgullo que no oculta. Noelia sabe que muchas veces su elección genera sorpresa o incomprensión. “Más de una vez me preguntaron por qué no trabajaba, o para qué estudié si no iba a ejercer -cuenta-. Pero yo lo tengo claro: no hay argumento que valga frente a la convicción de que estoy haciendo lo que tengo que hacer. Lo que doy hoy a mis hijos es algo que no se enseña en ninguna universidad: presencia, amor, contención. Ellos van a ser los adultos del mañana, y mientras más sanemos sus corazones ahora, más sana va a ser la sociedad”.
El amor en su casa se mide en risas y anécdotas. “Una vez llovió mucho y se hizo un barro terrible. Fui a buscarlos y estaban metidos hasta la cabeza, los más grandes cubiertos enteros de barro. Nos reímos tanto... hay que tener humor, si no, no se puede”, cuenta.
Nelson, su esposo, es su compañero de ruta, sostén y cómplice. “Gracias a Dios, él pudo encargarse de la economía del hogar, y eso nos permitió que yo esté con los chicos. Hacemos un gran equipo. Nos reímos mucho, y eso también es importante. El amor se cultiva en lo cotidiano, no solo en los grandes gestos”.
Un vehículo que quedó chico... y hay que reemplazar
A la hora de hablar de desafíos, Noelia no se queja. Se adapta, busca soluciones y sigue adelante. “El auto ya nos queda chico -vuelve a sonreír-. Tenemos una traffic de siete asientos, pero con siete hijos, ya no alcanza. Viajamos apretaditos, hay que cambiar el vehículo”.
Su mensaje, en este mes tan especial, es para las mamás que muchas veces se sienten solas o desbordadas. “Les diría que no bajen los brazos. Que ser mamá es el trabajo más importante de todos. Que confíen en que lo están haciendo bien, aunque a veces parezca que no. Que el amor que damos hoy, el tiempo que dedicamos, el ejemplo que dejamos, son las semillas de un mundo mejor”.
En Noelia hay algo que trasciende la maternidad biológica: hay vocación de servicio, de entrega y de esperanza. “Creo que ser mamá es una vocación -dice-. Hay que tener paciencia, templanza y amor. Yo amaba a mis hijos antes de tenerlos. Siempre dije que si no podía tener hijos, iba a adoptar. Porque sabía que mi lugar estaba ahí: criando, acompañando, formando”.
El Día de la Madre se acerca. Historias como la de Noelia iluminan el verdadero sentido de esta celebración. Se trata de rendir homenaje a esas mujeres que sostienen, que educan, que siembran amor todos los días.
"La maternidad se renueva todos los días"
Ella lo resume con sencillez: “Para mí, la maternidad es una elección que se renueva todos los días. Hay cansancio, hay caos, hay momentos difíciles, pero también hay una alegría inmensa. Cada vez que los miro jugar, sé que todo valió la pena”.
En la casa el ruido es sinónimo de vida. Las risas infantiles, las pequeñas peleas por los juguetes, los platos que suenan en la cocina, el murmullo del viento en Lavalle. Todo eso compone la música cotidiana de una madre que eligió entregarse al amor más profundo que existe.
Y aunque Noelia haya colgado su guardapolvo de laboratorio hace una década, hoy puede decir con orgullo que ejerce otra ciencia: la del corazón.