Una de estas tiendas era una "popina", un lugar chico donde la gente se juntaba a tomar algo o comer. Los arqueólogos encontraron seis ánforas grandes metidas en lo que parece una mesada, prueba de que vendían comida rápida a los que pasaban por la calle.
Valenzuela quería saber qué papel tenían las aves pequeñas en lo que comían los mallorquines antiguos. "Su sabor es más parecido a las aves de caza pequeñas como la codorniz que al pollo", explicó basándose en las tradiciones de cocina local. Los huesos frágiles de las aves chicas casi nunca se conservan bien en las excavaciones, pero en este pozo había muchos huesos de tordos.
Los cazadores romanos agarraban aves cantoras en grupos grandes con redes o trampas, y después las vendían a los locales que las cocinaban. Para prepararlas les sacaban el esternón para aplastar los pechos, técnica que permitía cocinar rápido el ave en la parrilla o frita en aceite.
El descubrimiento: qué más comían
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Varias aves cantoras formaban parte del menú.
Los romanos también comían pollos domésticos y conejos europeos en cantidad, así que estos animales también estaban en el menú de este antiguo local de comida rápida. Los platos rotos que encontraron en el pozo muestran que los tordos se servían en vajilla, como si fuera una comida en casa.
"Dado su tamaño chico y que era comida callejera, también es posible que los sirvieran en brochetas o palitos para que fuera más fácil comerlos", dijo Valenzuela sobre cómo presentaban estos pájaros pequeños. Las ciudades romanas tenían una forma dinámica de alimentarse donde productos de temporada como los tordos se incorporaban fácil a lo que comían todos los días.
Este hallazgo muestra que la comida callejera era parte importante de la vida urbana romana, y que tenían un sistema gastronómico urbano sofisticado siglos antes de que aparecieran nuestras cadenas modernas de pizza y hamburguesas.