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Mezclar cloro con alcohol: por qué no se debe hacer y cuáles son sus efectos negativos

Muchas personas creen que la mezcla entre el cloro y el alcohol puede potenciar su efecto de limpieza. Sin embargo, esta es una combinación altamente peligrosa

Es común pensar que si se mezclan varios productos de limpieza se obtendrá mayor efectividad para mantener limpio el hogar o los lugares de trabajo, pero lo cierto es que no todos son compatibles. En este sentido, una de las mezclas prohibidas es la de cloro con alcohol.

Sucede que la combinación entre estos elementos produce cloroformo, un compuesto químico tóxico que puede causar daños con efectos graves en la salud de las personas.

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Por qué no se debe mezclar cloro con alcohol

Al producirse la mezcla entre el cloro y el alcohol, la lejía (cloro) reacciona con el alcohol (etílico) para formar cloroformo, un solvente incoloro, altamente tóxico y que puede ser perjudicial para el hígado y el sistema nervioso.

El cloroformo es un compuesto químico altamente tóxico que, además del hígado, puede también afectar a otros órganos como los pulmones, riñones y el sistema nervioso.

La exposición prolongada al cloroformo puede causar daño hepático y aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de hígado. Además, el consumo del vapor de esta mezcla puede causar irritación en los ojos, la nariz y la garganta, así como también problemas respiratorios.

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Como puedes ver, es crucial evitar la mezcla de cloro con alcohol u otras sustancias, ya que la reacción química puede generar compuestos tóxicos peligrosos para la salud.

Los síntomas negativos ante esta mezcla

La mezcla de cloro con alcohol puede causar una serie de síntomas que afectan principalmente tanto al sistema respiratorio como al sistema digestivo. Los más comunes suelen ser los siguientes:

  • Dificultad para respirar.
  • Tos (que puede ser seca o producir expectoración, a veces con sangre).
  • Sensación de opresión o dolor en el pecho.
  • Asfixia.
  • Hinchazón de garganta
  • Dolor abdominal.
  • Náuseas y vómitos (a veces con sangre).
  • Ardor o quemazón en la boca, garganta y esófago.
  • Sangre en las heces.
  • Dolor de cabeza.
  • Mareos.
  • Debilidad.
  • Enrojecimiento e irritación de ojos, nariz y piel.
  • Visión borrosa

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