La luz tenue de la tarde se filtra por la ventana. El niño, con ojos curiosos y cabello revuelto, se mira en el espejo. Pero lo que ve no es su propio reflejo, a lo que siempre se había acostumbrado…
La luz tenue de la tarde se filtra por la ventana. El niño, con ojos curiosos y cabello revuelto, se mira en el espejo. Pero lo que ve no es su propio reflejo, a lo que siempre se había acostumbrado…
En lugar de su imagen, el espejo muestra un mundo distinto. Allí, un gigantesco robot de metal y circuitos se alza sobre una ciudad futurista. Sus ojos brillan con energía y sus brazos están cargados de esa fuerza capaz de hacer posible lo imposible. El robot es imponente y poderoso, como sacado de una película de ciencia ficción, esas que tanto le gustan.
El niño parpadea, sin comprender lo que está viendo. ¿Cómo es posible? ¿Por qué su reflejo es un robot? Pero luego, una sonrisa se dibuja en su rostro. Este no es un simple espejo, es un portal a otro mundo. Un mundo donde él es el robot, donde puede volar entre los rascacielos y proteger la ciudad de los villanos. Donde puede ser quien quiere ser.
En un mundo cada vez más interconectado, la línea que separa nuestra vida física de nuestra vida digital se vuelve cada día más difusa. Con 5.000 millones de usuarios activos en redes sociales (básicamente más de la mitad del planeta tiene alguna red social o varias), nuestras identidades están en constante evolución, siendo moldeadas por la forma en que nos presentamos en línea y por cómo otros nos perciben en ese espacio.
Pero ¿qué es identidad digital?
La identidad digital es la representación online de una persona, construida a través de datos (imágenes, texto, videos), perfiles en redes sociales, y actividades en línea (likes, comentarios, tweets, retweets, etc..). Refleja cómo nos presentamos y somos percibidos en el entorno digital, influenciando tanto nuestra autoimagen como las interacciones con otros dentro de internet.
Este fenómeno ha dado lugar a un aspecto intrigante y a menudo desconcertante de la vida moderna: la construcción de perfiles curados. Estos no son solo una representación de quiénes somos, sino de quiénes deseamos ser, lo que plantea preguntas fundamentales sobre la autenticidad y la autoimagen.
En su esencia, los perfiles curados en redes sociales son como galerías de arte personalizadas, donde cada publicación, fotografía, y comentario es una pieza cuidadosamente seleccionada para exhibir una versión idealizada de nosotros mismos. Estas plataformas, desde Instagram hasta LinkedIn, nos brindan la oportunidad de crear una narrativa visual y textual de nuestras vidas que destaca lo mejor y oculta lo que preferimos dejar en las sombras.
Pero, ¿qué significa realmente curar un perfil? Significa seleccionar meticulosamente qué aspectos de nuestra vida compartimos: las vacaciones exóticas, los logros profesionales, los momentos felices con amigos y familiares (Las fotos en el gym, tirando besito, puedo seguir..) Al hacerlo, omitimos las imperfecciones, las luchas diarias, y las partes menos atractivas de nuestra existencia (el rollito demás). Creamos una versión pulida y perfeccionada de nosotros mismos, diseñada para el consumo público.
Este proceso de construcción de perfiles curados no es trivial y tiene un impacto profundo en nuestra autoimagen y en la medida en que compartimos sólo los aspectos positivos de nuestras vidas, corremos el riesgo de comenzar a creer que esa es nuestra realidad completa. Nos miramos a nosotros mismos a través del filtro que hemos creado y, lo que es aún más dañino, nos comparamos con otros perfiles igualmente curados. ¿Qué peligroso no?
Este fenómeno puede llevar a varias consecuencias psicológicas, entre ellas:
Idealización de la propia vida: Al revisar nuestras propias publicaciones, podemos llegar a convencernos de que nuestra vida es más emocionante y exitosa de lo que realmente es. ¿Qué tan sostenible es? puede resultar en una desconexión entre nuestra realidad vivida y la identidad digital que proyectamos. (Una especie de diario de Yrigoyen pero reescrito por nosotros mismos)
Presión por la perfección: El esfuerzo por mantener una imagen impecable en redes sociales puede generar una presión abrumadora en todo lo que compartimos. No solo termina siendo extremadamente agotador, sino que también puede alimentar sentimientos de ansiedad y estrés.
Autoestima totalmente dependiente de la validación externa: En este ecosistema digital, la autoestima a menudo se vincula con la cantidad de "likes", comentarios y "shares" que recibimos. La falta de esta validación externa puede erosionar nuestra confianza y autoestima, haciéndonos dudar o descreer de nuestro valor.
Mientras más nos esforzamos por construir una identidad digital perfecta, más alejados nos volvemos de la autenticidad, un valor que sigue siendo altamente apreciado en las interacciones humanas, siendo crucial para establecer conexiones genuinas.
Quienes más destacan, normalmente, son los más distintos de la manada.
“Ser o no ser, esa es la cuestión” escribiría en otro idioma William Shakespeare
Las personas, en su mayoría, valoran la autenticidad y la vulnerabilidad. Quieren ver a otros como realmente son, con todas sus imperfecciones y luchas. Sin embargo, el miedo al juicio o a la falta de aceptación nos empuja a seguir creando estas versiones editadas de nosotros mismos. He ahí que nos enfrentamos a la disyuntiva de cómo equilibrar la curaduría de nuestra identidad en línea con la honestidad sobre nuestras realidades.
Esta paradoja se agrava en un entorno donde la comparación social es constante. Ver los perfiles curados de los demás puede hacernos sentir inadecuados, lo que a su vez nos lleva a redoblar nuestros esfuerzos para mejorar nuestra propia imagen en línea. Es un ciclo que puede ser difícil de romper y que a menudo deja a las personas sintiéndose más desconectadas (solas) y menos auténticas.
No vamos a negar que nuestra identidad digital es una parte integral de quiénes somos. Los perfiles curados pueden ser herramientas poderosas para mostrarnos en nuestra mejor luz, para construir redes profesionales y compartir momentos felices con amigos y familia.
Ahora bien es crucial recordar que somos más que una serie de fotos bien editadas y publicaciones ingeniosas, somos seres humanos con todo lo que eso implica. En un mundo donde la identidad digital es cada vez más influyente, es vital mantener una conexión con nuestra verdadera esencia y no permitir que nuestra autoestima dependa únicamente de la validación externa que obtenemos en línea.
Es importante que nos preguntemos no solo quiénes somos en línea, sino también quiénes queremos ser, tanto en el mundo digital como en el físico.
Al final del día, la autenticidad, con todas sus imperfecciones, es lo que realmente nos define como individuos con nuestras luces y también con nuestras sombras.