Mire que hay gente jodida en la Ciudad. Pero si hubiese que hacer un ranking  yo creo que los conductores/as de autos que paran en doble fila en pleno centro y se ausentan dejando su rodado con las balizas que nos dicen "jodete, jodete, jodete", están sin duda entre las personas más encabronadamente pelmazas del universo.

Lo que a mi particularmente me mata es la actitud con la que actúan. Esa especie de despiadada impunidad que exhiben. En eso son maestro/as.

Dan por sentado que si ellos tienen una necesidad de estacionamiento en horas pico, inmediatamente pasan a tener el derecho de ignorar todas las leyes de tránsito.

Maldito muestrario

Así es como frenan ante los bancos porque tienen que preguntarle a Segurola algo sobre el descubierto.

O clavan el auto en doble fila frente al estudio de su socio porque se acordaron de que tenían que llevarle unos papeles hasta el sexto piso.

O se plantan frente al negocio de la Guada porque la conductora en cuestión tiene que devolverle las pilchas que se llevó ayer para probarse.

O hacen uso y abuso de la doble fila porque el Nacho lo invitó a tomar un  café en la calle Espejo para contarle "aquello". O en 9 de Julio y Rivadavia. O en San Juan y Lavalle. O en Colón y España. Y varios etcéteras más.

Esto es, en zonas donde indefectiblemente detenerse en doble fila y mandarse a mudar se convierte en una hijoputez insoportable.

Con ustedes, los artistas

Son docto/as en ignorar con desparpajo a las víctimas viales que los putean con justa razón y que se prenden a los bocinas con caras de "no pueden ser tan hijo/as de la chingada".

Por lo general pareciera que son gente que está bendecida por la buena fortuna. Como si esa fortuna les dijera: "vos mandate, deja cerrado el auto y que se jodan los kelpers de atrás".

Y cuando por fin aparece el esperado agente de tránsito, estos guachos (porque si tuvieran padre y madre serían de otra madera) apelan a todas las formas de seducción y se convierten en artistas para mentir y para asegurar que debían acompañar hasta el tercer piso de ese edificio a su abuela tullida de 92 años.

¡Justicia, justicia!

Yo he visto al público aplaudir con fruición a los uniformados que le hacen sin pestañear la multas de tránsito a los canallas de marras mientras éstos se  encuentran con Rivarola arreglando el descubierto.

Ver llegar al inspector y comprobar como pela la libreta con las multas es una acciòn reparadora para la civilidad.

Es una sensación como cuando éramos chicos y en las matinés del cine llegaban los soldados a poner en caja a esos indios salvajes que les cortaban las cabelleras a los humanos rubios y sajones.

Los que tienen  varias décadas deben recordar ese inolvidable momento de felicidad que se producía cuando todo el cine zapateaba para acompañar la llegada de la carga de la brigada ligera.

Roedores

Hay "humanos doble fila" de variadas condiciones sociales, pero sobresalen los que tienen autos o camionetas con patentes que comienzan con "A". Estos es, esos rodados caros y rumbosos que despiertan la admiraciòn y hasta la sana envidia.

Entonces uno se plantea: ¿cómo pueden, al mismo tiempo, ser tan ratas y no pagar una playa de estacionamiento".

La gente con plata ha tenido la posibilidad de ir a buenos colegios y a universidades ídem, y se supone que conocen de leyes, que están informados, que tienen nociones claras de derechos y obligaciones. 

¿Por qué, entonces, esa insistencia en actuar como patanes incivilizados?

Desde esta humilde columna de opinión pido entonces un ¡hip, hip hurra! ¡hip, hip hurra! por los policías de tránsito que a diario no dudan en  poner en caja a esos chantas de uno u otros sexos que defecan a diario sobre el concepto republicano de igualdad ante la ley.

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