Sin embargo, en el desierto más seco del mundo las dunas que se elevan no son de arena sino de ropa. Te contamos en qué lugar se encuentra y cómo influye a la economía de un país de América del Sur.
En el desierto más seco del mundo las montañas no son de arena sino de ropa: el mayor vertedero textil
El desierto de Atacama, en el norte de Chile, ha sido testigo de una transformación alarmante: lo que alguna vez fue un paisaje árido y majestuoso se ha convertido en el mayor vertedero de ropa del mundo. Cada año, alrededor de 60.000 toneladas de ropa usada provenientes de Estados Unidos y Europa llegan al país, convirtiendo a Chile en el cuarto mayor importador de textiles de segunda mano a nivel global
La mayoría de estas prendas ingresan a través de la Zona Franca de Iquique, donde importadores adquieren fardos de ropa. Sin embargo, solo una pequeña fracción se vende, el resto es desechado en el desierto, formando montañas de textiles que tardan siglos en descomponerse. Este vertido masivo no solo afecta la estética del lugar, sino que también representa una grave amenaza ambiental, ya que los materiales sintéticos liberan microplásticos que contaminan el suelo y las aguas subterráneas
¿Cómo son tratadas las montañas de ropa en medio del desierto?
Frente a esta crisis en pleno desierto de Atacama, han surgido iniciativas como la ONG Desierto Vestido, liderada por activistas chilenos que rescatan, higienizan y revenden prendas desechadas a precios accesibles. Su objetivo es fomentar la economía circular y concienciar sobre el impacto de la moda rápida. En marzo de 2025, agotaron su primera colección en solo cinco horas, demostrando el interés de la comunidad por alternativas sostenibles.
Además, el gobierno chileno ha implementado políticas para abordar este problema, incluyendo la inclusión de textiles en la ley de Responsabilidad Extendida del Productor, obligando a los importadores a gestionar adecuadamente los residuos generados por la ropa importada.
A pesar de estos esfuerzos, el desafío persiste. Es imperativo que tanto consumidores como productores adopten prácticas más responsables para evitar que el desierto de Atacama siga siendo el basurero de la moda rápida.