Cada sustitución de un equipo a gas por uno eléctrico representa un avance real: se logra menos combustión dentro de la vivienda y, por consiguiente, una menor contaminación local. Esto tiene un impacto directo en la cocina y, a largo plazo, en la seguridad del hogar.
El gas natural y el propano liberan dióxido de nitrógeno, y las concentraciones que producen son problemáticas para la salud pulmonar, cardíaca y el desarrollo infantil. Estudios recientes, liderados por Stanford, compararon la exposición al dióxido de nitrógeno dentro y fuera del hogar a escala nacional. La conclusión es contundente: quien utiliza el gas para cocinar inhala niveles de contaminantes en casa similares a los generados por el tráfico y la industria circundante.
El riesgo invisible en la cocina
El trabajo, publicado en PNAS Nexus, indica un hallazgo: la sustitución de una cocina a gas por una eléctrica reduce la exposición personal al dióxido de nitrógeno en más del $25\%$ en promedio, y alcanza hasta la mitad en las viviendas donde la estufa se usa con mayor frecuencia. Esta disminución resulta crucial, considerando que el dióxido de nitrógeno se asocia al asma, la enfermedad pulmonar obstructiva, partos prematuros y ciertos cánceres. Adicionalmente, el gas también emite benceno, un carcinógeno ampliamente reconocido.
El profesor Rob Jackson, de la Stanford Doerr School of Sustainability, señala que, aunque la ciudadanía asume la seguridad del aire interior, este puede convertirse en el foco principal de exposición a contaminantes. Es indispensable un cambio en la percepción de los riesgos domésticos.
En las viviendas pequeñas o con ventilación deficiente, la problemática se intensifica. En áreas rurales, donde el uso de estufas a gas es más común, las concentraciones pueden exceder los límites de seguridad recomendados, incluso cuando la calidad del aire exterior es buena. Por lo tanto, la atención a la ventilación de la cocina resulta vital.
El estudio combinó mediciones de aire en viviendas reales con datos de calidad del aire exterior, características de construcción de más de 133 millones de hogares y patrones estadísticos sobre el uso de las estufas. El resultado fue un modelo robusto que identificó dónde y cómo se acumula la exposición al dióxido de nitrógeno en Estados Unidos.
Pasos simples hacia un hogar más limpio
Antes de considerar una sustitución completa del equipo, existen medidas sencillas que se pueden implementar. Una campana extractora bien instalada mejora notablemente la situación, aunque no siempre elimina la totalidad del dióxido de nitrógeno. Ventilar también ayuda, pero es una solución temporal. Para buscar un cambio estructural, las alternativas eléctricas se presentan como la mejor opción.
Actualmente, el mercado ofrece placas de inducción portátiles a precios accesibles. Estas son rápidas y eficientes, sin generar combustión alguna. También destacan los hervidores eléctricos, tostadores y ollas de cocción lenta, ya que cada uno puede disminuir el uso del fogón, la mayor fuente puntual de dióxido de nitrógeno en el hogar.
Los datos muestran que, para la mayoría de la población, la principal fuente de dióxido de nitrógeno proviene del exterior (tráfico y quema de combustibles), sin embargo, para 22 millones de personas la diferencia reside en su propia cocina. Este grupo respira más dióxido de nitrógeno dentro de casa que en la calle, situación que predomina en viviendas pequeñas o en comunidades con menos recursos para adquirir electrodomésticos modernos.






