La vida en situación de calle la arrastró primero al alcohol, luego a las drogas. El trabajo sexual no fue una elección, sino la única puerta para sobrevivir. “Me despersonalicé. Dejás de tener valor para vos misma. La policía te maltrata, la sociedad te mira con desprecio, y encima tenés que soportar cosas horribles por unos pocos pesos”, dice con una sinceridad que estremece.
Noches eternas, consumo, violencia y vínculos tóxicos
Durante años, esa fue su rutina: noches interminables, vínculos tóxicos, consumo, violencia. El dinero nunca alcanzaba. Parte iba a su madre para sostener a su hijo; el resto se perdía en adicciones. “Una parte de mí siempre quiso salir. Pero no sabía cómo. Vi muchas compañeras morir. No quería eso, pero tampoco sabía cómo empezar de nuevo”, confiesa.
El quiebre no fue inmediato, pero llegó. Fue un proceso lento, con pequeñas señales que encendieron su deseo de cambio. Primero fue su hijo, que pese a las carencias, quiso progresar y logró ingresar a la Escuela Naval. “Lo vi luchar y supe que yo también tenía que hacerlo”, cuenta.
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Estela se perfeccionó en cerámica y tiene su puesto en el Parque San Martín.
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Después llegó otra luz: la Pastoral Guadalupe, una organización del Arzobispado de Mendoza que trabaja con mujeres en situación de prostitución, personas trans y en situación de calle. “Ellos me vieron cuando yo no podía verme. Me ofrecieron talleres, apoyo emocional, formación. Me mostraron que era posible otra vida”, explica.
La Pastoral no solo le dio contención. Le ofreció herramientas concretas para reinsertarse. Estela se animó a terminar la primaria en un aula satélite del CEBJA 3-001. No solo se recibió: fue abanderada. Luego se anotó en la secundaria. En paralelo, empezó talleres de cerámica, peluquería y pastelería. Eligió la cerámica como forma de expresión y sustento. Hoy tiene su propio puesto en la feria del parque San Martín, donde vende objetos decorativos hechos con sus manos. Su emprendimiento se llama Star Cerámica y también está en redes sociales (@star_cerámica), donde promociona sus productos “hechos con amor”.
"Empecé a trabajar y a reconstruirme por dentro"
Pero la historia no termina ahí. En plena pandemia, Estela se involucró más profundamente con la Pastoral a través de los grupos de oración. “Empecé a reconstruirme por dentro. Sentí que Dios me daba una nueva oportunidad, y no la podía desperdiciar”, cuenta. Hoy, además de su microemprendimiento, trabaja acompañando a una persona mayor, estudia inglés y planea perfeccionarse en pastelería. “Mi sueño es abrir mi propio local. Sé que lo voy a lograr”, afirma.
Hubo un momento clave en este camino: el nacimiento de su nieto Rhonny. “Ser abuela me cambió la vida. No quiero perderme ni un minuto con él. Quiero que se sienta orgulloso de mí. Que sepa que su abuela luchó por salir adelante”, dice.
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Una emprendedora incansable luego de pasar momentos difíciles. Un ejemplo de trabajo.
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Estela no romantiza su pasado, pero tampoco se queda anclada en él. “Dejar todo no se hace de un día para el otro. Primero necesitás reconocerte, luego tomar la decisión y, sobre todo, tener redes que te sostengan”, explica. Por eso, en este Día del Trabajador, su voz se alza para representar a quienes no tienen trabajo formal, a quienes fueron expulsados del sistema y están buscando otra oportunidad.
“La dignidad no la da el dinero, sino el saberse valorado. Hoy me siento útil, respetada, acompañada. Y sé que muchas otras mujeres pueden salir como yo. Solo necesitan una mano, una palabra, una posibilidad”, asegura.
Su lema de vida lo aprendió a fuerza de caídas y renacimientos: “Caer y volver a levantarse. Porque quiero, tengo que poder”. Y así lo hizo.