Horror en Mendoza

Crimen en Guaymallén: así está hoy por dentro parte de la casa donde descuartizaron a un hombre

Si a esta casa la caracteriza algo es lo macabro. Allí vivía una de las detenidas por el crimen de César Rodas y sus cinco hijas menores a 16 años, entre muchas otras personas

"Lo peor que pasó acá fue cuando explotó esa camioneta", dice una vecina señalando la esquina de Adolfo Calle y Cañadita Alegre de Guaymallén. "Volaron un policía y un bombero, un desastre". Hace una pausa y mira hacia la vivienda de Adolfo Calle 1.918. "Hasta ahora, claro".

Corre el mediodía del jueves. El tráfico fluye en esta zona concurrida del departamento, entre el barrio Unimev y Dorrego. Madres y padres pasan con sus hijos de la mano, entrando y saliendo del horario escolar. Una escuela y dos jardines maternales conforman el paisaje cotidiano del barrio.

Lo tétrico es saber que en la casa numerada 1.918, pegada a uno de los jardines, golpearon, descuartizaron e intentaron quemar el cadáver de César Rodas en un horno. El otro jardín maternal está cruzando la calle a unos 50 metros.

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La vivienda está ubicada en Adolfo Calle al 1.918 de Guaymallén. La ventana que da al frente está semitapiada y a la puerta le queda una sola faja de seguridad de las cuatro que tenía.

La vivienda está ubicada en Adolfo Calle al 1.918 de Guaymallén. La ventana que da al frente está semitapiada y a la puerta le queda una sola faja de seguridad de las cuatro que tenía.

El resto de la zona está plagada de comercios y actividades que la hacen aún más concurrida: el centro comunitario Santa Elvira, donde también se practica taekwondo, un salón para cumpleaños y eventos, una estación de servicio, una clínica médica, una gomería, restaurantes y almacenes. Un poco de todo, porque la mayor parte de la actividad de la zona se condensa en este lugar.

Es una zona de clase media, de casas bonitas, antiguas, algunos complejos de departamentos que van modernizando el barrio y un paseo gastronómico ubicado en Adolfo Calle y Las Cañas que le van dando color al lugar. En ese paisaje, la casa del 1918 desentona: pintura descascarada, vereda rota, puertas oxidadas. Adriana Valeria Suárez vivía ahí junto a cinco hijas. Esa mujer es una de las dos sospechosas del homicidio agravado por haber sido cometido con ensañamiento.

Por dentro, la vivienda luce peor. Cabe aclarar que aquí tenía Valeria el beneficio de la prisión domiciliaria otorgada para que pueda cuidar a sus cuatro hijas menores de edad.

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La casa donde se produjo el hecho. Hoy está todo revuelto y puede ser que sea por los allanamientos policiales o porque

La casa donde se produjo el hecho. Hoy está todo revuelto y puede ser que sea por los allanamientos policiales o porque "siempre" estuvo así.

Los ambientes están separados de una manera muy rústica. Uno de ellos dividido por un escritorio de madera y un lavavajillas como base, arriba una heladera acostada y por encima un microondas y una silla.

El desorden pudo haber sido provocado el día del crimen por la Policía durante el allanamiento, pero son llamativos los elementos diversos que convivían en lo que al parecer funcionaba como dormitorio: una cuna de bebé, electrodomésticos desperdigados, una jarra de leche cortada, restos de comida, celulares, un balde de pintura y un sinfín de basura.

La división con el comedor está hecha con una especie de armario antiguo destartalado.

En esa precariedad extrema vivía Adriana Valeria con cinco de sus hijas de entre 6 y 15 años. La mayor, de 21, se había independizado y está por ingresar a la Policía de Mendoza.

El patio trasero, donde los vecinos suponen que vivían los inquilinos de la detenida, está compuesto por dos piezas sin puertas, separadas apenas por cortinas descoloridas. En las paredes, graffitis de todo tipo mencionan nombres de varones: "Brian, David, Nico", entre otros

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Imagen elocuente del interior de la casa.

Imagen elocuente del interior de la casa.

En la casa aún permanecen dos de las mascotas: un gato negro que se escabulle entre los escombros y un perro amistoso que no hace más que olfatear y mover la cola, ajeno a todo. Según las primeras investigaciones, los asesinos de César Rodas habrían alimentado a estos animales con algunas de las extremidades de la víctima.

Por el portón que da a la calle Almagro entra y sale un hombre de manera regular.

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El contexto en el que se produjo el descuartizamiento dice mucho sobre la precariedad múltiple de sus protagonistas.

El contexto en el que se produjo el descuartizamiento dice mucho sobre la precariedad múltiple de sus protagonistas.

Algunos vecinos piden que se derrumbe la casa

Cuando hay un crimen de estas características, el barrio se conmociona y la rutina se altera. Una de las vecinas contó que ya empezó una mudanza para irse del lugar. Otra puso más seguridad. Una tercera mujer aseguró que firmó un papel que está dirigido a las autoridades para que derrumben la casa.

"No sabemos si se va a volver a meter gente y ya no queremos que exista ese aguantadero", afirmó.

Los recuerdos de los vecinos completan un rompecabezas de una convivencia tensa: "La verdad es que nunca se metieron con nosotros ni nosotros con ellos. Pero eran una familia muy violenta. La mujer discutía mucho con los hombres que entraban a la casa, incluso en la vereda. Es por eso que cuando sentimos un olor fuertísimo, como a hueso quemado, y humo, algunos intentamos no entrometernos. Era gente que no daba buena espina".

Los hombres a los que se refieren los dichos de los vecinos tienen que ver con que la mujer subalquilaba las habitaciones. A su vez, ella le alquilaba la vivienda al dueño del lugar: luego se supo que difícilmente pagaba.

Adriana resaltaba en el barrio de una manera particular. "Aunque hiciera grados bajo cero la veías muy desabrigada, con pantalón corto. No te podía no llamar la atención", recuerda una vecina. También coinciden en que solía estar tomando alcohol en la vereda hasta altas horas de la madrugada, con música muy fuerte.

Otros dicen que un poco de miedo les daba. "Tenía eso", dicen para referirse a la tobillera electrónica que portaba.

Las hijas de la presunta descuartizadora de Guaymallén faltaban a la escuela

Las cinco hijas, según confirmaron diversas fuentes, faltaban con regularidad a la escuela, de la cual no se puede dar mayores datos para resguardar la identidad de las menores.

En el barrio se habla de que no tenían calzado, que andaban correteando por las calles fuera de la vigilancia de su madre -quien, vale la aclaración, obtuvo la prisión domiciliaria precisamente para cuidarlas- y que estaban hasta altas horas de la noche en la vereda.

El día del crimen

Alrededor de las 18, de la casa ubicada en Adolfo Calle 1.918 se desprendía un olor fuerte "a huesos quemados, feo, raro, horrible", describieron los vecinos.

Luego se supo que era el cuerpo de César que estaba siendo quemado en un horno casero. Un intento desesperado por desaparecer un cadáver que tenía un vicio de origen: es imposible incinerar completamente un cuerpo humano en casa. En los crematorios necesitan entre dos y tres horas para reducir a cenizas un cuerpo con una temperatura que roza los 1.000°C.

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Adriana Suarez, una de las detenidas por el crimen de César Rodas.

Adriana Suarez, una de las detenidas por el crimen de César Rodas.

La secuencia del horror había comenzado horas antes. Según la investigación, a César lo acusaron de haber abusado de una de las hijas de Adriana. La golpiza la habrían protagonizado Marcelo "el Porteño" Altamirano, pareja de Adriana, la propia mujer y un tercer hombre, Ángel Jonatan Quiroz. Este último, según las pesquisas, sólo le habría pegado algunas patadas a la víctima y se fue del lugar.

A Rodas lo golpearon y vejaron durante horas hasta matarlo. El ensañamiento fue extremo.

Alrededor de las 23, los investigadores pudieron ingresar con una orden de allanamiento. Allí encontraron que parte del torso de Rodas estaba en el horno y su cabeza en una bolsa plástica. El resto del cadáver había desaparecido.

Valeria y "el Porteño" fueron inmediatamente detenidos e imputados por homicidio agravado por ensañamiento, es decir, por haber -en caso de que se demuestre que fueron los responsables- aumentado deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima, causándole un dolor innecesario antes de su muerte. Ángel Jonatan Quiroz fue imputado como partícipe secundario porque presuntamente colaboró en la comisión del delito, pero su ayuda no habría sido esencial para que se consumara el crimen.

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