Que dice la psicología sobre las personas que siempre se quejan
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Existen personas que hacen gala de un victimismo crónico, se encuentran en un estado permanente de quejas y lamentos infundados. Esto lo podemos ver en cualquier ámbito, como de trabajo, familia, etc.
La queja constante es una forma de relacionarse con el otro, ya que suelen proyectar una visión pesimista del mundo que, a su vez, refuerza su propio malestar. Este círculo vicioso convierte la queja en un mecanismo de desahogo, pero también en una barrera que les impide encontrar soluciones reales.
Por eso, para el blog especializado Psicología y Mente, este tipo de personalidad pueden volverse crónicas y afectar de esta forma:
Son personas pesimistas: Las personas que se quejan con frecuencia tienden a enfocarse en lo que está mal, lo que falta o lo que podría salir mal. Esto puede hacer que perciban la realidad desde un ángulo más negativo que el promedio.
Tienen baja tolerancia a la frustración: Según la psicología, este perfil suele tener poca paciencia ante situaciones que no salen como esperan, reaccionando con críticas o lamentos en lugar de buscar soluciones.
Necesitan validación constante: En muchos casos, las quejas son una forma de llamar la atención o buscar apoyo emocional. Al verbalizar su malestar, esperan que otros reconozcan sus problemas o se solidaricen.
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Todos, en algún momento de su vida, han tenido que asumir el rol de víctima. La mayoría de las veces para poder justificar el hecho de sentirnos vulnerables o desamparados
No son resilientes: La resiliencia es la capacidad de adaptarse y superar las dificultades. Las personas que se quejan constantemente pueden tener más dificultad para adaptarse, centrándose en lo que no funciona en lugar de en cómo mejorar.
Tienen el hábito adquirido: Quejarse también puede convertirse en un patrón aprendido. Si en el entorno familiar o social se usa la queja como forma habitual de comunicación, es más probable que la persona lo repita sin cuestionarlo.
Cómo cambiar este rasgo de personalidad
Superar el hábito de la queja constante es posible, pero requiere un compromiso real, por ejemplo:
- Agradecer diariamente
- Centrarse entonces en la atención en lo que sí funciona
- Sustituir la crítica por la autocompasión
- Intentar pensar antes de hablar, en este caso, pensar antes de quejarse