La característica principal de este descubrimiento es la disposición particular de los esqueletos. "Encontramos partes del cuerpo y no cuerpos completos", explicó Bleuze. "En el ritual maya, las partes corporales tienen igual valor que el cuerpo entero".
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El descubrimiento realmente hiela la sangre.
La evidencia indica que estos restos formaron parte de ceremonias para un dios maya de la lluvia: huesos sin enterrar, lesiones perimortem y presencia de elementos rituales como ocre rojo y cuchillas de obsidiana.
Ellen Fricano, antropóloga forense, identificó marcas hechas por una herramienta con filo biselado en la frente de un cráneo y en la cadera de un niño, confirmando las prácticas rituales de los antiguos mayas.
La conexión ancestral
La posición estratégica de los mayas y el acceso restringido a la cueva durante tres meses primaverales refuerzan la teoría del propósito ritual. Los expertos vinculan estas prácticas con celebraciones similares al actual Día de la Santa Cruz del 3 de mayo.
Según Bleuze, los antiguos mayas visitaban las cuevas para pedir al dios de la lluvia que proporcionara agua suficiente para sus cosechas. La disposición de esqueletos, como cuatro casquetes craneales apilados, generó nuevas preguntas entre los investigadores.
"Ahora buscamos identificar quiénes eran estas personas", concluyó Bleuze, "ya que recibieron un trato completamente distinto al resto de la población".