Las variadas discusiones que genera el impacto de la cuarentena sobre la economía argentina, debate que está bien darlo para no uniformar el pensamiento, suele dejar en segundo plano la temperancia (trabajada, forzada, no siempre natural, pero necesaria) de la principales figuras políticas con cargos ejecutivos en el país.
El virus parece haber ratificado que el único escenario que tiene chances de fortalecerse en una pandemia es el de la templanza política.
Podemos ver, por ejemplo, que las dos estrellas de la grieta marchan juntas incluso en la desconsideración popular. Cristina Kirchner tiene una imagen negativa del 54,1% y Mauricio Macri le pisa los talones con 53,5%.
El compañero
Por el contrario y como para sugerir que en la Argentina sólo se puede crecer políticamente en la moderación, tanto el oficialista Alberto Fernández como el opositor Horacio Rodríguez Larreta pueden ostentar que los índices negativos no los afectan. En ese ítem el Presidente marca 31,5% y el jefe de Gobierno de CABA, 18,8% de rechazos plenos. Buena parte del resto es ganancia.
Luego de ver todos estos estos meses imágenes reiteradas de esa pagana trinidad que componen Alberto Fernández, Horario Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, muchos argentinos han tenido la sensación de que por lo menos en la tragedia hay aún signos de civilización política, a pesar de las lógicas discrepancias.
El "compañero Horacio", como lo chancea el Presidente a Rodríguez Larreta, tantas veces caricaturizado en los últimos años como el "Che Pibe" de Macri, está demostrando una muñeca política que no se parece a las fabricadas en serie. Con su rol en la pandemia el jefe de Gobierno porteño ha logrado un nivel de conocimiento en el país del 95%., algo que sus analistas esperaban alcanzar más adelante si finalmente cuaja su proyecto presidencial para 2023.
Hicieron un trío
Aunque con un tono menos rutilante que en los dos primeros meses del coronavirus, Alberto Fernández mantiene un muy aceptable nivel de aprobación por el manejo de la crisis sanitaria. En ese rubro muchos han creído ver a alguien que conduce y demuestra decisión.
No le va bien al mandatario entre los que quisieran observar un mayor balanceo de los ítem salud y economía, o entre los que ven muchas demoras en la negociación con los acreedores externos, y mucho menos entre los que no terminan de entender la creciente influencia del libreto cristinista.
Para Axel Kicillof la pandemia ha sido un baño brutal de realidad. Tanto en su faz de ministro de Economía como de diputado nacional fue un decidido cultor de esa soberbia típica del militante universitario esclarecido. Estos siete meses de gobierno lo han cacheteado y le han bajado el copete.
Verdugo electoral de María Eugenia Vidal y mimado de Cristina, Kicillof fue obligado por las circunstancias de la peste a tener un trato mano a mano y cotidiano con Alberto, por quien parecía sentir cierta distancia.
Ninguno de estos tres mosqueteros es ignorante. El ignorante y audaz es uno de los mayores peligros para la política. Estos, cada uno a su modo, puede crecer. El más jugado por su responsabilidad institucional es Fernández.
Lo del Presidente es a todo o nada ya que cuando la cuarentena lo suelte tendrá por delante levantar un país con la economía destruida y las finanzas infectadas, más el plus de que tendrá que ratificar quién manda.
Los otros dos de este trío son, todavía, carne de futuro.