Ya se pelearon José Luis Ramón y Mario Vadillo, los líderes de Protectora, el partido que supuestamente venía a oxigenar la política mendocina. Tres añitos y a otra cosa. No los protegió ni el nombre del partido. Ni mucho menos la vena vodevilesca de Ramón. Ni tampoco el civilismo de haber conducido una ONG.
Fueron la novedad en las elecciones legislativas de 2017 por haber salido terceros. Y prometieron que no sólo venían a consolidarse en esa ubicación que durante décadas representó el Partido Demócrata, sino que iban a ir por más. Pero ahora ellos están empeñados en convencernos de que tienen fecha de vencimiento.
Ocurre que ser socios en la abogacía o en la ONG Protectora es como estar de novios o por lo menos tener derecho a roce. Es facilongo. Pero ser una sociedad política es como estar casados. Es decir, una instancia que saca a luz cuál es la resistencia de la pareja y el verdadero amor.
Ese tercer puesto electoral es el que otros ya intentaron colonizar, desde gente realmente prometedora, como el ex fiscal de Estado Aldo Giordano, hasta algunas de las tantas versiones de la izquierda. Todo el que araña el 8% o el 10% de los votos en una legislativa suele creerse el nuevo elegido que viene desde abajo a cambiar la política mendocina. Ni hablar del que hace 14%. Se siente poco menos que parido por Churchill.
Los encandilados
Ramón y Vadillo, repetimos, son abogados y tienen una amistad de décadas que ahora ha sufrido un quiebre. Es que la política es un potente diluyente para los mejores sentimientos, esos que los llevaron a una módica fama como defensores de los derechos de los consumidores.
El mismo pecado de egolatría (en el que ya cayeron anteriores versiones de terceros en las elecciones) parece haber obnubilado ahora al dúo Ramón-Vadillo. En lugar de seguir construyéndose día a día como opción, pareciera que el frío del mármol les ha tomado los pies y les ha hecho creer que están para mucho más de lo que son. Como dijo el tango: "sueñan con la pinta de Carlos Gardel".
El factor Giordano
¿Cómo no recordar las enormes expectativas que abrió Aldo Giordano, ese abogado que nos enseñó a los mendocinos que había una repartición pública llamada Fiscalía de Estado que estaba para defender los intereses públicos.
Antes de Giordano nadie sabía que había tal repartición. Nadie había hecho "escuela" desde ese puesto. ¿Cómo no recordarlo cuando, desde el sentido común, Giordano hablaba de que él estaba para la defensa de los intereses públicos?
Giordano destelló como fiscal de Estado y eso le permitió imaginarse haciendo la misma docencia pero desde la política. Arrancó con visos promisorios en su partido Fiscal, pero a poco de andar se le empezaron a notar las costuras.
El hombre que venía a cambiar la política se rodeó de una medianía dirigencial que no le fuera a hacer sombra. Su personalismo comenzó a brotar y, a poco de andar, se le empezaron a ver actitudes dignas de un jefe político maquetado. Lenta pero inexorablemente devino la declinación de aquel "tercero" que fue promesa.
Parecer y ser
Distinto es el caso del diputado nacional Ramón, aquel del megáfono, de la ramoneta y del histrionismo desatado; y el del legislador provincial Vadillo. Muy pocos deben haberle visto al dúo un futuro brillante en la política, pero por lo menos parecían audaces y decididos.
Ahora Vadillo ya formó bloque propio en la Legislatura. Se llama Protectora Línea Fundadora, como remedando a las Madres. Y el que responde a Ramón y se personifica en Pablo Cairo, se denomina Protectora Fuerza Política.
Los amigos están ahora enfrascados en un duelo de egos. Por sus frutos los conoceréis.