El gobernador enfrenta algunos frentes de tormenta que muchos consideran que no se condicen con la buena imagen que el mandatario tiene entre los santafesinos. Sin embargo, esas encuestas que se muestran favorables a Miguel Lifschitz parecen no tener tanto eco en la arena política.

El viernes pasado, en Rosario, encabezó un acto donde muchos de los asistentes desconocían su contenido y a algunos radicales esa puesta en escena -de lanzamiento del proyecto de reforma constitucional acompañado de un discurso enfocado en las diferencias con la gestión nacional- no les cayó para nada bien.

Horas antes el mandatario se había reunido con otros referentes del progresismo de nivel nacional como Margarita Stolbizer, Ricardo Alfonsín y Martín Lousteau, sin consultar a las autoridades de su partido. El propio presidente del Socialismo en la Argentina, Antonio Bonfatti aclaró que esos encuentros no fueron en nombre del partido sino que debían leerse a título personal.

Luego el gobernador estrechó vínculos con el sector del NEO del radicalismo, que salió a apoyar el proyecto de reforma y convocó a una reunión a todos los legisladores del Frente Progresista en la ciudad de Santa Fe para empezar a alinear voluntades en pos de modernizar la Carta Magna santafesina.

Pero cometió un error estratégico. Al encuentro que se realizó el miércoles por la noche llegó sin tener el aval de todos los socialistas que luego de la introducción que hizo Lifschitz le recordaron -ante todos los radicales presentes- que había jurado asumir su cargo por una Constitución sin reelección y también le exigieron un debate que exceda a los partidos políticos y que se dé con toda la sociedad. Eso lleva mucho tiempo, que es lo que Lifschitz no tiene.

"Uno no tiene que anteponer otro interés que el de la Constitución misma. Por lo tanto, nosotros entendemos que si vamos a reformar la Constitución y si el Frente Progresista quiere realmente una nueva Constitución que refleje el pensamiento, las necesidades y los derechos de todos los santafesinos que es un paso inevitable la consulta con toda la sociedad. De todos modos, el propio gobernador dijo que si era necesario esperar un año no tenía ningún inconveniente. Para mí es imprescindible apelar a esos mecanismos de participación social", dijo el diputado socialista y allegado a Bonfatti, Eduardo Dipollina, lo que sonó a bajarle la persiana a las aspiraciones de Lifschitz.

Tal vez el bonfattismo le envió un mensaje al gobernador acerca de las estrategias que define en solitario sobre temas claves como el armado de un frente nacional o la reforma de la Constitución y tratan de hacerle entender que se deben consensuar antes y no conocerse a través de los medios, o en una reunión pública como la del viernes pasado.

En la actualidad el radicalismo tampoco es un lecho de rosas y tiene miradas diferentes sobre el proceso de reforma constitucional. Algunos referentes de la UCR vieron en las diferencias internas del socialismo el acta de defunción de la reforma. Mientras que otros, como el senador radical, Lisandro Enrico, aseguraron luego del encuentro que "quedó un cuadro unánime de que el Frente Progresista va a apoyar el proyecto de reforma y que ese proyecto incluye la reelección del gobernador. Luego será la convención la que determine si este gobernador podrá ser reelecto o no".

Al ser consultado sobre la negativa de Dipollina a la reelección, Enrico lo atribuyó a posiciones históricas del socialismo sobre ese tema y aclaró que "si hay una reforma de la constitución, el gobernador actual va a jurar por la nueva Constitución con reelección" y aseguró que el radicalismo fue el primer partido en apoyar la reforma.

Diferencias internas y externas

En la Legislatura las cosas tampoco andan del todo bien para Lifschitz. La tirante relación con los senadores del PJ hace que las leyes que necesita el Ejecutivo salgan, pero no en los tiempos esperados; e incluso los senadores justicialistas modificaron la mayoría de los proyectos que mandó el Ejecutivo como la Ley Pymes y los pedidos de endeudamiento que ayer sólo salió uno (de un total de tres) y con modificaciones.

El último escollo que logró saltar el gobernador -aunque con claros costos políticos- fue el de la reforma tributaria. El mensaje del Ejecutivo ingresó en diciembre por Diputados, que recién le dio media sanción el pasado 8 de febrero y los senadores lo votaron a regañadientes.

Este jueves los senadores hicieron un show de contorsiones para darle la herramienta legal al gobernador para modificar los tributos. El PJ que tiene la mayoría elaboró un dictamen en la comisión de Presupuesto que tranquilamente hubiese impuesto en el recinto. Sin embargo, se tomó el dictamen del Frente Progresista que no modificaba ni una coma del mensaje del Ejecutivo ya aprobado por Diputados.

En la sesión de este jueves, de los ocho senadores del oficialismo había siete. Mientras que el peronismo tenía nueve. Si esos números se mantenían al momento de votar la reforma tributaria la iniciativa no iba a prosperar. Por lo que llegado ese momento tres senadores justicialistas (José Baucero, Raúl Gramajo y Osvaldo Sosa) dejaron el recinto para que el Frente Progresista se imponga siete a seis.

Los justicialistas argumentaron que no estaban de acuerdo puntualmente con los incrementos que tendrá el impuesto inmobiliario rural y urbano. Porque al incremento de entre el 25 y 30% fijado en la ley se le suma la actualización del coeficiente de convergencia, una fórmula que actualiza el impuesto haciendo una valoración del valor legal que tiene cada inmueble y el valor de mercado. Esa actualización puede ser de entre el 25 y el 40%, por lo que el senador Alcides Calvo advirtió que algunos contribuyentes podrían tener aumentos de hasta el 70% en su partida del Inmobiliario.

Los propios senadores del oficialismo intentaron dejar a Lifschitz asumiendo todo el costo político de un aumento de impuestos de esas características. "Siempre es tedioso, odioso para los que tenemos que dar respuestas políticas todos los días hacer retoques de impuestos. Menos en los momentos que vivimos", dijo Felipe Michlig, uno de los principales defensores de la gestión Lifschitz. Pero luego agregó: "Seguramente habrá cosas que corregir. Pero estaremos acompañando a los funcionarios para que estas distorsiones no perjudiquen a los contribuyentes".

Mientras que Enrico fue más allá al asegurar que "no es grato votar esta ley", y justificó el acompañamiento en términos muy crudos: "Votamos por la pertenencia a un frente y por la insistencia del gobernador de la provincia. Pero pedimos que la ley sea aplicada con criterio político para aplicar el factor de convergencia. Yo hubiera querido otro debate. Un debate más abierto y no a libro cerrado", se quejó.

En política las diferencias siempre se notan más cuando las cosas no salen a pedir de boca. Lifschitz comenzó a desandar la segunda y última mitad de su gobierno. Da toda impresión que para transitarla sin sobresaltos deberá empezar a pulir su estrategia para conseguir los consensos que le permitan sostener el protagonismo político. Cuando hay ruidos políticos en un frente no necesariamente eso significa que haya desprendimientos. Pero si no se atienden esas diferencias, es probable que en un futuro eso se termine transformando en una grieta difícil de arreglar.

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Discusión. Los senadores oficialistas durante el cuarto intermedio previo a la votación de la reforma tributaria.
Discusión. Los senadores oficialistas durante el cuarto intermedio previo a la votación de la reforma tributaria.
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