Hablemos sobre la Universidad de Cuyo.
Hablemos sobre la Universidad de Cuyo.
Tengo un vecino que se llama Rodolfo y cariñosamente todos le decimos Rody; algo que siempre me hace acordar a Suarez (no sé por qué, ya que este Rody no se le parece en nada al exgobernador: es más corpulento y tiene algunos años más).
Rody vivía hasta hace poco en Godoy Cruz. Más o menos entre el Puente Olive y la Coca Cola; un poco más hacia el este, en realidad. La cosa es que Rody, un tipo grande que vive con su señora, que le gusta ir de pesca y esas cosas, un día se tuvo que ir de su casa en un exilio obligado por su propio miedo.
Sí, por su miedo. Rody no podía soportar el pavor que le subía cada vez que llegaba a su hogar por la noche o cuando su mujer se quedaba sola en la casa. A pesar de que le gustaba vivir ahí y lo había hecho por años, sintió que ya no podía estar un segundo más, luego de lo que le tocó pasar.
Una tarde de domingo, tres ladrones le entraron, lo ataron, los encañonaron a los dos, les pegaron y les exigieron plata a cambio de no asesinarlos.
Lo de siempre en estos casos, bah.
Eso hizo que ahora Rody sea vecino mío: quiso irse lejos de allí para ganar un poco más de tranquilidad. Tranquilidad que al final halló a medias o ni siquiera, porque días atrás, su mujer –que, debo admitir, no parece tan traumada como él por aquel robo-volvió a encontrarse con un caco en la ventana de su casa.
Esta vez, el tipo, menos despiadado que aquellos de la primera vez, no se animó a entrar. Le dijo “tranquila señora; soy el jardinero” y se fue.
Cuestión que ahora Rody clama por rejas, porque donde vive –donde vivimos- no es un barrio cerrado y su ventana no tiene rejas, entonces medio que está regalado. Por eso le pide al propietario una y otra vez que le enrejen la salida al mundo. Para no tener que, nuevamente, vivir angustiado con la idea de que alguien pueda volver a ponerle un revolver en la nuca.
Qué boludo que es Rodolfo, ¿no?
Bueno, “boludo” no sé. Quizás sea un poco fuerte. Pero por lo menos tiene que admitir que es “poco creativo”, Rodo. Poco creativo porque, está bien, él no quiere que le roben y eso es entendible: nadie quiere. Pero tampoco es cuestión de andar impidiendo los robos de un modo tan aburrido, tan soso, como poner una simple reja, ¿o sí? De un modo tan básico, digamos. Predecible, obvio. Debería tener ideas mejores mi vecino, más innovadoras.
Justamente, eso mismo pienso ahora con las críticas que le llueven a la Universidad Nacional de Cuyo por el muro que está levantando para pelearle a la inseguridad. Leía que, con muy buen tino, un grupo de arquitectos y gente del Conicet le pide a las autoridades una solución que sea “más creativa” contra el delito.
Antes aclaremos: ¿qué delito? La ola de ladrones que los está asolando, sobre todo en el margen norte de la ciudad universitaria. Llegaron a tener robos con arma blanca y amenazas a estudiantes, docentes y trabajadores de distintas ramas. Por ejemplo, a una mujer que esperaba el colectivo cerca de una de las facultades le pegaron un culatazo en la cabeza para arrebatarle sus cosas. A otras dos estudiantes de Ciencias Políticas las arrastraron hasta la acequia en un asalto, según contaron desde la Universidad.
El Rectorado decidió hacer algo: levantar esta pared que ahora escandaliza a tanta gente por “separar el complejo universitario de la sociedad”, por su implícito carácter disgregante, por no ser “bonita”, por querer alejar a los chicos de la educación y hasta por generar un lugar que supuestamente va a ser “demasiado caluroso”.
Todas estas críticas son reales y estoy en desacuerdo con todas. Pero quizá la más llamativa sea esta de la “falta de creatividad”. Claro, tal vez no necesitamos más candados, más alarmas ni más cercos contra los delincuentes salvajes, sino más “brainstorming”.
Porque es cierto; hay que tener inventiva, viejo. Un muro se le ocurre a cualquiera. Al primer bobo que agarremos ahora en la calle y le digamos “che, ¿vos cómo mantendrías a raya a los chorros?” Nos va a decir eso mismo, que hagamos una pared o que pongamos una reja o que tracemos una tela de alambre. Exactamente como haría el aburrido y nada creativo de mi vecino Rody.
Pero en la universidad se supone que son gente de ciencia; que tienen materia gris para tirar al techo. Bueno. Acá, perdón, pero dejaron mucho que desear.
Otra posibilidad, que evidentemente en la UNCuyo –esos obsesivos fetichistas del cemento- no vieron, es que los chorros sean buenos.
Y sí, no la tenías a esa, pero puede ser. Me lo decía el otro día un exfuncionario peronista al que respeto mucho –es más: tengo un amigo, también peronista, que dice que si hoy no es el mejor cuadro del justicialismo local, pega en el palo-. Él me decía que “la UNCuyo está levantando un muro contra la misma sociedad que salió a defender la universidad pública”.
¿What? La Universidad está cuidando a su comunidad educativa de ladrones y potenciales asesinos. Punto. Esa no es para nada la misma sociedad que salió a “defender” la educación pública. Al contrario: lamentablemente están en esferas bien separadas. Por un lado hay una comunidad buena, correcta y que actúa conforme a la ley y, por otro, una lacra desalmada que te puede meter un puntazo para robarte un celular. No, no son lo mismo. Sería genial que se acercaran, pero hoy están muy lejos.
También me decía esta persona que el muro va a dejar afuera a personas que necesitan el campus, justamente, para seguridad. Porque por ejemplo se toman el colectivo en las paradas iluminadas de la Ciudad Universitaria.
“No es así, porque el muro sólo va a representar el 25% del perímetro de toda la universidad. Los vecinos de los barrios Flores y Olivares, por ejemplo, que sabemos que se toman el micro ahí y con los que tenemos buena onda, porque tenemos programas de extensión, van a poder seguir entrando por los mismos lugares”, dijo una autoridad de la UNCuyo consultada para esta nota.
No. Los chorros no son esa misma sociedad que banca a la educación pública. Y tampoco son “buenos” a los que haya que cuidar del “desaire emocional” de tener un muro que, lamentablemente, hay que construir por culpa de ellos.
Acá acelero, porque ya se pone largo. Otros hablan del “facilismo de la universidad en aislarse y no asumir su rol social, aprovechando el abordaje multidisciplinar con el que cuenta”.
Es otro concepto que va de la mano de la supuesta creatividad faltante que mencionaban los arquitectos autoconvocados. Y molesta particularmente porque no sólo endiosa a la inventiva, como si una serie de ideas originales pudiera defendernos de un ladrón, sino porque no propone nada concreto. Sólo sugiere que a vos te falta algo más, pero que ellos tampoco saben qué es.
Dicen, por ejemplo, que la iglesia mormona que está ahí cerca tiene rejas en vez de un muro. Que por qué no hicieron eso. Bueno, la verdad es que la UNCuyo ya quiso poner una reja en 2016 -más allá de la que tuvo que colocar en la Facultad de Derecho- y le robaron todos los materiales, además de romperla. Con lo cual aseguran que eso tampoco sirve.
Ay, pero la reja es mucho más bonita, replican. Y ahí hay otro punto de crítica: muchos hacen foco en lo estético y aseguran que este muro es feo. Yo no coincido. Es horrible, no feo. Es espantoso. Pero entre tener un muro feo o que te puedan matar en un asalto, creo que no quedan muchas preguntas para hacerse.
A los que se preguntan si esta pared efectivamente sirve para bajar el delito, y a los que dicen que no hay evidencia científica que demuestre que lo hace, les respondo dos cosas. Uno: salvo que las leyes de la física no sean evidencia científica, entonces sí la hay: porque los robos se dan con un método particular que es cometer el hecho y luego salir corriendo por ese mismo margen norte, según cuentan.
Dos: es casi seguro que sirve, pero además no es lo único que harán para cuidar a su comunidad de los ladrones. Hay proyectos para poner luminarias LED en toda la circunvalación, fibra óptica a lo largo del predio para generar un domo de vigilancia, poda de árboles y arbustos y mantener los servicios de policía extraordinaria. Es más: un dato triste es que, en 2024, cuentan, la UNCuyo gastó 1.900 millones de pesos sólo en seguridad, cuando en una sociedad ideal esa suma debería haber sido $0.
Dejo la última para el final. Leo que otra crítica es la siguiente: “En un contexto en el que el Estado le reclama transparencia a la universidad, la UNCuyo se vuelve más opaca” con esta pared.
Bueno. Ni siquiera sé qué contestar a eso.
Celebro las agallas del Rectorado de salir a hacer algo para cuidar a su gente, sabiendo –porque conocen la política universitaria- que hay una progresía que se los iba a querer comer crudos por supuestos clasistas y discriminadores. Nada más alejado de la realidad. Sólo pragmatismo y sentido común, para justamente cuidar a las personas que quieren ir a estudiar.
Y ojo, cuando digo agallas, lo digo en más de un sentido. Porque para ir a tomar las medidas del muro, por ejemplo, la zona es tan picante que nos cuentan que tienen que ir con policía armada. “La otra vez vino uno y nos amenazó con un cuchillo de carnicero. Los arquitectos se asustaron bastante”, narran todavía asombrados.
Todo esto, sin perjuicio de que puedan haber cometido un error incomprensible desde lo administrativo. Es muy llamativo que se hayan largado a armar el muro sin hacer los trámites en la Capital, como se supo esta semana. Por eso dicen que por ahora es clandestino. En la "U" responden que fue un error de jurisdicciones, porque el Parque San Martín pertenece a provincia y entonces “faltó un trámite”.
Como fuera, parece una desinteligencia extraña. También parece caro 670 millones de pesos para sólo colocar porciones de pared una al lado de otra. Pero la universidad asegura que el precio es el correcto, entre otras cosas porque los elementos vienen premoldeados – “también para que no se los choreen mientras los armamos”-.
Así que, en fin. ¿Es lindo? No. ¿Es creativo? Y, tal vez no. ¿Es porque quieren alejar a la universidad de la sociedad mendocina? Para nada, todo lo contrario. Quieren proteger a esa sociedad que se sirve de uno de los elementos más importantes que se le pueden ofrecer: ir a estudiar tranquilos y poder volver sanos a sus casas. Eso es todo.
PD: Mi vecino Rody juntó unos pesos y parece que se va a ir a vivir a un barrio privado. Es lo que él quería, así que estoy contento.