Análisis y opinión

"Me importa un pito" o de cómo Cristina Kirchner se pierde en su fanfarria verbal

Las bravatas de la vicepresidenta contra "el Gobierno", como si ella no fuera parte del oficialismo, quedarán al tope de los dislates de la política argentina

"No habrá ninguna igual, no habrá ninguna", decía aquel tango inolvidable de Homero Manzi. Que me perdone el poeta por utilizar su hermosa frase, dedicada a un amor inolvidable, para hablar en cambio de Cristina Kirchner. Ocurre que a esta vicepresidenta no se la puede comparar con nadie. Lo suyo tiene un potente copyright incorporado.

La fanfarria verbal de la funcionaria y su imperiosa necesidad de dar cátedras paganas la tienen siempre a ella como personaje recurrente en sus relatos épicos. Y a su malquerido socio político, el presidente Alberto Fernández, como responsable de sus desencantos.

El leivmotiv de la dama en sus espiches es siempre para enseñarle a su mal alumno cómo se gobierna en una administración nacional y popular. Ella habla y habla. Ya sea a través de las famosas cartas al país que arrancaron durante la pandemia, o en los actos públicos que vinieron después, y que son la versión actual de sus viejos discursos por cadena nacional, esos que se escuchaban hasta en los parlantes del supermercado.

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Ante la debilidad del Poder Ejecutivo, las reiteradas embestidas públicas de Cristina en las que cuestiona con ardor "al Gobierno", como si ella no fuera parte de la administración del Frente de Todos, tienen el acierto (para ella) de fijar agenda o de voltear funcionarios albertistas. En cambio, Alberto no ha podido sacar a ningún kirchnerista.

Todos estos avatares generan -cada vez más- un creciente y profundo malestar en el ciudadano de a pie y entre los que mueven la economía, quienes no pueden menos que preguntarse qué clase de gobierno es éste donde la jefa del Senado le ordena públicamente al presidente lo que tiene que hacer, con evidentes fines de denigrar la institucionalidad que representa el titular de la Casa Rosada.

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El lunes 20 de junio en el acto de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), su titular Hugo Yasky presentó a la oradora Cristina Kirchner como "la figura política más importante de la Argentina".

El lunes 20 de junio en el acto de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), su titular Hugo Yasky presentó a la oradora Cristina Kirchner como "la figura política más importante de la Argentina".

Cristina Kirchner, urbe et orbi

La figura de un vicepresidente alzado de esta manera contra el primer mandatario, obliga a que el país funcione con un doble comando de gestión. Como no podría ser de otra manera, eso genera desconfianza y desazón en el tejido social, político y económico del país, y una aversión del resto de los países que progresan y que suelen dar por perdida a esta Argentina cuyos dirigentes políticos parecen ser los peores enemigos de la Nación.

Cristina está convencida de que es una líder a la altura de los más grandes del orbe, una mujer que se puede dar el lujo de cuestionar la división de poderes del republicanismo, de desconocer el componente filosófico liberal que sustenta a las democracias, de combatir al Poder Judicial para tratar de zafar de las variadas causas judiciales en las que está procesada, de horadar a diario la importancia de la prensa independiente, o de asociarse ideológicamente con tiranías o autocracias donde no se respetan los derechos humanos, esos que ella y su extinto esposo Néstor Kirchner abrazaron tardíamente en la Argentina cuando se dieron cuenta de que esa causa "otorga fueros".

La canchera

Ese tono entre doctoral y canchero que utiliza Cristina para dirigirse a la ciudadanía ya es una marca registrada "No me interesa quedar bien, me importa un pito lo que los funcionarios piensen de mi. A mi me interesan los que nos votaron", dice por ejemplo para tratar de demostrar cuán firme es su poder.

Sin embargo, la jefa del Senado debería hacer una lectura más fina de las encuestas ya que no son pocos los votantes del Frente de Todos que desde hace varios meses desaprueban la marcha del Gobierno y las constantes peleas en lo más alto de las instituciones del país. Lo dejaron sentado claramente en las PASO y en las legislativas del año pasado.

"Usá la lapicera" le exige Cristina a diario a Alberto, pero cuando éste usa la birome, lo denigra. Para ella, usar la lapicera es hacer lo que ella manda.

Mal que le pese, Cristina Kirchner es la imagen del Frente de Todos, es el partido oficialista. Por más que en sus ensoñaciones quiera separarse de esta gestión, ella y Alberto son cara y ceca de la misma moneda. Para no ser parte del gobierno tendría que retirar a La Cámpora y al kirchnerismo de la administración pública, ese fenomenal ejército de conchabados que pueblan aquellos organismos del Estado donde "las cajas" son de una generosidad ilimitada.

"Para hacer política se necesita plata" les ordenó Néstor Kirchner a todos ellos. ¡Cómo olvidar a Hebe Bonafini cuando festejaba con ardor al líder santacruceño por transmitir esas enseñanzas!

Cristina y el camporismo han colonizado todos los organismos donde se encuentran los mejores sueldos del Estado, tales como ANSES, AFIP, PAMI o los entes que tienen que ver con la aviación civil, con Aerolíneas a la cabeza, o los relacionados con la energía. Para decirlo en términos populares como los que usa Cristina: en esos lugares "la están levantando en pala" porque "eso es una paponia". Además, ahí nadie les toca un pelo. Para Alberto, eso es territorio comanche.

El lunes 20 de junio en el acto de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), su titular Hugo Yasky presentó a la oradora Cristina Kirchner como "la figura política más importante de la Argentina" y dijo algo así como "por Dios lo que significa esta mujer". La vicepresidenta habló durante más de una hora, puso en vereda al Presidente, cargó contra la gestión económica, expuso extrañísimas definiciones económicas y, claro, habló maravillas de ella misma, atrapada, como pocas veces, en la trampa de su oratoria.

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