Mendoza suele ser elegida para testear nuevos productos comerciales antes de lanzarlos al mercado nacional. El argumento es que si aquí funcionan, es muy raro que no "peguen" en el resto del país. Lo atribuyen a que el consumidor local concentra una serie de características del "gusto medio argentino".

En el plano político a  Mendoza se la ve como un laboratorio que suele generar figuras que marcan diferencias en el escenario nacional. Nos observan como una provincia desfeudalizada y sin ese virus que son las familias enquistadas en el poder por la persistencia en las elecciones indefinidas que reinan en otros puntos del país.

Esto no quiere decir que siempre demos en el blanco, ni mucho menos. La administración de Paco Pérez, por caso, fue vergonzosa. Poner a la provincia al servicio y designios de la Casa Rosada ha quedado como una etapa negra. 

Vergüenza ajena

Aquí si una intendenta peronista como Flor Destéfanis nombra a su madre en un cargo político, como ocurrió en Santa Rosa, se arma revuelo. Por más que la jefa comunal haya sido una popular y querida reina de la Vendimia. La grosería política no pasa desapercibida como ocurre, por ejemplo, en San Luis, una provincia copada desde el retorno a la democracia por una familia que la ha transformado en su negocio personal.

En Mendoza, sin reelección de gobernador, vedada por la Constitución, y ahora con las intendencias constreñidas a una sola reelección tras idas y vueltas judiciales, la posibilidad de transformar los apellidos políticos en "ismos" (cobismo, paquismo, cornejismo) son acotadas, lo que obliga, entre otras cosas, a tener que darle un poco más de vida a los partidos o a ensayar un juego político más intenso.

En el radicalismo a Alfredo Cornejo se lo escucha y se lo tiene en cuenta por su liderazgo nato y por el rol que cumplió al reordenar la provincia. Pero no hay que olvidar que a todo gobernador que termina su mandato se le dan las gracias por los servicios prestados y se lo obliga, si quiere seguir en política, a buscar futuro en las ligas nacionales.

Los tranqui

Pese a los fuleros tropezones del comienzo de gestión con la ley minera, Rodolfo Suarez ya busca tener su impronta que lo diferencie de Cornejo. No es tan difícil porque su estilo recoleto es como la antítesis de su predecesor. Por lo pronto ha logrado tejer una buena relación con el presidente Alberto Fernández, de esas que benefician a los dos.

Ahora Suarez acaba de traspasar la conducción provincial de la Unión Cívica Radical a Tadeo García Zalazar, el intendente de Godoy Cruz, reelegido en octubre pasado con el 60% de los votos en ese departamento.

Tadeo es uno de los delfines de Cornejo. Se formó junto al ex mandatario en la comuna de Godoy Cruz donde ha dado muestras de capacidad de gestión aunque no así de liderazgo político que lo proyecte a nivel provincial. Su carácter político es más parecido al de Suarez. Pocas palabras y vocación de hacedor, pero sin la carnadura de animal político de un Cornejo, un Cobos o de un Víctor Fayad. 

ADN menduco

Es como si la lógica de la política mendocina impusiera, para contrapesar, que al turno de un audaz y pasional como Cornejo le debe seguir la de un bajo perfil como Suarez. A un radical como Felipe Llaver, que le tomó Los Nihuiles a su propio presidente y líder, Raúl Alfonsín, le siguió un peronista como José Octavio Bordón que se llevó mejor con Alfonsín que con Carlos Menem.

Fíjense que Bordón, una vez que dejó de ser el gobernador inusual que fue, se le tornó muy difícil seguir siendo el líder del Equipo de los Mendocinos, cuyo poder fue pasando naturalmente a Rodolfo Gabrielli y  Arturo Lafalla. 

El gobernador Roberto Iglesias se entendió mucho mejor con el presidente peronista Eduardo Duhalde que con el mandatario radical Fernando De la Rúa.

Julio Cobos tuvo la osadía política de aceptar una impensada alianza "transversal"con el presidente Néstor Kirchner luego coronada por la aciaga vicepresidencia con Cristina Kirchner.

Esta última fue la etapa en la que Cobos pateó el tablero político para evitar que el país se incendiara en la guerra con el campo, situación que le regaló impensadas muestras de apoyo en la clase media, esa que lo vivó en las rutas cuando volvía a Mendoza tras el famoso "mi voto no es positivo". 

Lo dicho. Al igual que su otoño, no es lo mismo la política en Mendoza.