Era cordobés. Pero a Fernando De la Rúa no se le notaba. No tenía nada que ver con ese tono festivo que el lugar común le asigna al cordobés típico, como si en esa provincia todos fueran Cacho Buenaventura.
Envarado hasta el final, el fallido ex presidente hizo incluso que su muerte coincidiera con la formalidad institucional de un 9 de Julio. Quizás un simbólico y módico intento de redención.
Cuando en abril de 1999 publicistas famosos como David Ratto y Ramiro Agulla esbozaron para la campaña presidencial de De la Rúa el eslogan "Dicen que soy aburrido", que a la postre resultó un bombazo comunicativo, tuvieron que luchar durante varias semanas para que el candidato accediera a decir ese texto tan singular en un spot de campaña.
Inés Pertiné, la rigurosa esposa del postulante, estaba alarmada con el aviso, pero su hijo Antonio De la Rúa, lo apoyaba con fervor.
Aquella propaganda política memorable fue clave para su triunfo como candidato a presidente de la Alianza UCR-Frepaso. Aún hoy ese aviso mueve emociones.
Pruebe, si no, lector, de verlo nuevamente para constatar lo bien que "daba" en cámara el aburrimiento de De la Rúa, transformado en el spot en un dirigente seguro, serio, preparado. Sobre todo cuando se lo contrastaba con la "fiesta de unos pocos" que habían significado las dos presidencias del riojano Carlos Saúl Menem.
Esos sobres
Cuando al atardecer del domingo 24 de octubre de 1999 se abrieron las urnas muchos argentinos creyeron que había llegado la hora de una bisagra para el país. Era -presumían- el momento de probar una Argentina que no fuera monopolizado por el peronismo y su cultura política, esa que va a los barquinazos entre izquierda a derecha.
El triunfo de De la Rúa al frente de una coalición de centro izquierda. generaba lógicas esperanzas. Era ingresar a una nación políticamente menos guaranga y exagerada que la que nos dejaba Menem. Se volvía a hablar de republicanismo.
Dos años después de 1999, la ilusión terminaba haciéndose añicos. De la Rúa, de quien se había dicho que era uno de los políticos mejor preparados para la presidencia, renunciaba. Y se iba de la Casa Rosada en helicóptero en medio de una feroz crisis económica y política.
Por los techos
De la Rúa se fue de la Casa Rosada convertido en el presidente de la desilusión. No sólo había sido incapaz de domar la herencia económica de Menem sino que su gobierno de supuestos honestos implosionaba en medio de una escandaloso caso de corrupción en el Senado de la Nación.
Ese suceso, generado desde el propio gobierno para "untar" (con "la Banelco) a legisladores con el objeto de que aprobaran una ley de flexibilidad laboral, tuvo como uno de los protagonistas al entonces ministro de Trabajo de la Nación, el mendocino Alberto Flamarique, un ex corredor de bolsa.
Según los informes periodísticos de la época, cinco millones de dólares fueron distribuidos entre senadores en una operación que estuvo a cargo de los servicios de inteligencia
El portazo del vice
El otro gran protagonista fue el vicepresidente Chacho Alvarez, quien venía del "peronismo sano". Este puso el grito en el cielo ante la corrupción, pero en lugar de quedarse para sanear desde adentro al Gobierno, renunció para hundirse en la depresión.
Quien esto escribe recuerda, como si fuera hoy, unas imágenes televisivas del 2000 (cuando explotó el escándalo) en las que se lo ve salir a De la Rúa de la Casa Rosada tras una reunión para tratar de manera urgente lo de "la Banelco". El rostro demudado del mandatario parece un mapa de todo lo malo que iba a venir: Cavallo, corralito, decepción, protestas, desgobierno.
De la Rúa no era un paracaidista. Hijo de un integrante de la Suprema Corte de Justicia de Córdoba, se crió y estudió en un familia de clase media alta. Obtuvo el título de abogado, con honores, a los 21 años.
Fue legislador muy joven, candidato a vicepresidente de la Nación de Ricardo Balbín en septiembre de 1973 cuando ganó Juan Domingo Perón con Isabelita. Con el regreso de la democracia comenzó su larga carrera de senador nacional hasta que se convirtió en el primer jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Cuando en las elecciones legislativas de 1997 la UCR-Frepaso dio el batacazo preanunciando el fin del menemismo, su figura quedó proyectada para ser el candidato presidencial de la Alianza en 1999.
La noche
Basta repasar el aludido spot del "aburrido" para corroborar que las buenas propagandas políticas pueden ayudar a ganar una elección, pero no para gobernar.
"Quiero un país alegre y un pueblo feliz, un país con reglas claras, con dignidad, con trabajo" terminaba diciendo De la Rúa , mientras la voz en off de un locutor afirmaba en medio de una música triunfal: "Alguien está pensando en la gente".
Un año después de asumir hubo un hecho que para muchos tuvo tan mal efecto como la corrupción del Senado. De la Rúa quiso oxigenar y alivianar su imagen en el programa más popular de la tele: ShowMatch, de Marcelo Tinelli. Le salió todo mal.
Esa presentación fue una especie de comedia de equivocaciones. El presidente fue prepoteado por un espectador que estaba en la tribuna, se equivocó con nombres y hechos, pareció desorientado y al terminar la entrevista hizo un papelón al pifiarle al lugar por donde tenía que salir.
Tiempo después, De la Rúa acusó a Tinelli de haber sido "desleal" con él al no haberlo cuidado como invitado. Visto hoy ese video, se nota que el presidente no había sido "coacheado" debidamente por sus asesores. Tinellli cazó al vuelo esa falencia y se divirtió.
Fue como un ensayo macabro de cómo iba a terminar su mandato un año después, cuando lo sacaron por una salida que no estaba prevista, y voló por los aires.