Un presidente cuya debilidad política es tal que no puede decidir el despido de un funcionario de segunda línea, pretende solapar su fragilidad interna sometiendo arbitrariamente a la república. En el medio de este sinsentido están, como siempre, las argentinas y los argentinos que no solamente enfrentan cotidianamente la pandemia, sino también la inflación, el desempleo y la pobreza.
No es nueva la costumbre kirchnerista de exteriorizar sus contradicciones intrínsecas y salpicar a todo y a todos con sus problemas. Pero sí es cierto que, en estos tiempos tan difíciles, con una crisis total que acecha en todos los frentes, la desidia que exhiben las autoridades para ocuparse de la salud, la educación y la economía, impacta de lleno en la vitalidad de las instituciones y en la confianza de la gente.
En democracia no vale todo. No se trata de imponer mayorías circunstanciales a costa de violentar la Constitución. Lo que señaló la Corte en su resolución venimos diciéndolo desde Juntos por el Cambio hace más de un año: vamos a mitigar los efectos de la pandemia dentro de la ley; la emergencia no habilita a nadie a decidir cuáles normas respetar y cuáles no.
El Congreso de la Nación se levanta, una vez más, como la fortaleza republicana que hará todo lo posible para impedir la consagración de una concepción del poder autoritaria e ilegítima, que desconoce los cimientos básicos que sustentan la democracia que tanto nos costó recuperar y mantener. El compromiso personal y colectivo de quienes allí nos desempeñamos continúa siendo el mismo: apostar al equilibrio y al diálogo para recuperar el rumbo de una Argentina que merece muchísimo más.