Hasta Alfredo Casero y  Dady Brieva deberían tomar nota y dar el ejemplo. La grieta ya no garpa. Por lo menos eso es lo que se escucha decir en los pasillos de la Rosada. E incluso es un sentimiento que parecen acatar hasta los chochamus de La Cámpora.

Digámoslo sin cotillón verbal: la antigrieta es lo que se viene usando esta semana en la Argentina, pero todos sabemos que en materia política las tendencias suelen tener siempre a mano el cartel de SALE o el de OFF. Nada más provisorio que la política argentina de estas quincenas.

Ahora Macri arenga a los candidatos oficialistas a difundir la cordura y el diálogo hasta el 27 de octubre. Y hay otro plus que ayuda: Marcos Peña sigue devaluado y Jaime Durán Barba está convenientemente acobachado en alguna hacienda andina viendo qué hace con la big data con la que le mintió descaradamente a Macri hasta el día de las PASO.

Desde el llano uno se pregunta si esto de la contragrieta será una decisión política basada en una recuperada sensatez que debería generalizarse, o si son las benditas encuestas las que ahora están ordenando ese sosiego por un ratito. 

Incontinencia, ¡atrás!

Al principio se pensó que podía ser sólo una movida del Gobierno para diferenciarse de la verba inflamada de Alberto Fernández. Sin embargo, por el lado del kirchnerismo también se cuidan ante los micrófonos como de orinarse en la cama.

Axel Kicillof sí se ha sincerado y ha admitido que no son giles y que en estos días no conviene armar bardo económico desde la política porque es como pinchar una piñata con caca. Convencido por las PASO de que desbancará a la Vidal, el rubio y petiso keynesiano ha sofrenado su lengua tan afecta al sarcasmo y la provocación.

Ya habrá tiempo de intentar ir por todo y de pedir mandatos eternos para Alberto y Cristina. ¿Quién será la nueva Diana Conti reclamando ambas cosas? Chi lo sa.

Guerra y paz

La primera semana de setiembre ha sido un remanso de paz para Macri. El precio del dólar ha estado quieto, no han habido cacerolas tronando frente a los bancos, y el Financial Times no ha dicho que nos estemos yendo al carajo.

La voz de Alberto Fernández, en tanto, ha llegado asordinada desde España y Cristina ha vuelto al silencio. Pero todos sabemos que Cristina callada es como cuando uno no siente a los niños: seguro que se están mandado un moco.

El precio del peso argentino se ha apreciado en 6,5% en lo que va de setiembre y ¡cómo será la calma! que el propio presidente, el real, Mauricio Macri, ha puesto en palabras lo que debió gritar el 11 de agosto. "Fuimos engañados" admite ahora a los que lo visitan en Olivos. Quizás la semana que viene ya se anime a decirlo con apellidos. Por ejemplo: "fuimos engañados por Marcos Peña y Durán Barba".

Esta bendita paz cambiaria ha generado una especie de vértigo por decir verdades atragantadas.

El jueves la gobernadora María Eugenia Vidal, ex Mujer Maravilla de la política argentina, dejó la siguiente frase en una recorrida por el interior bonaeresne: "Todo lo que yo pude hacer en la provincia ya lo hice, no puedo hacer nada más".

 ¡Para vos, Casero! ¡Para vos, Dady! La Vidal no parecía estar actuando.