Análisis y opinión

Aquellos pocos días en que Alberto, Larreta y Axel hicieron de suizos

Hace un año, el inicio de la pandemia logró una especie de pequeño milagro: dirigentes del oficialismo y de la oposición se comportaron como políticos preocupados por el país

Hace ya un año, en el arranque de la pandemia de coronavirus, los argentinos se sorprendieron (para bien). Algunas de las principales cabezas del oficialismo y la oposición trabajaban juntos por el interés general, no por la facción.

Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel kicillof encabezaban reuniones de trabajo y conferencias de prensa, tenían acuerdos y discrepancias, pero hacían política, y daban la idea de gente criteriosa, preocupada. Parecían seguir aquella máxima de que la democracia es el arte de ponerle racionalidad a los problemas.

Duró poco. Bastó que el Presidente se refiriera a Larreta como "el amigo Horacio" o, con un poco más de sorna, como "el compañero Horacio", para que rayos y centellas cayeran sobre el porteño desde el kirchnerismo. Fuego amigo. Eran las épocas en que Alberto lograba índices de aprobación de casi el 80% y todavía se pensaba que la cuarentena podía ser una oportunidad para que la gestión política nacional pudiera hacer una diferencia.

La orden, sin embargo, fue que "el amigo Horacio" pasaba a ser enemigo. Había que recortarle fondos sin asco y trabarle cualquier posibilidad de lucimiento en la gestión de la "opulenta" Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Si no hay grieta, se la excava.

Desde entonces, la imagen positiva del Presidente fue cayendo mes a mes, agravada por la situación económica y por los crecientes reclamos para que se atendiera no sólo lo sanitario sino el empleo y la actividad económica, a lo que se debe agregar, además de la escasez de vacunas, la falta de claridad política debido al contrapunto de gestión entre Alberto y Cristina.

Manaos y el amor

En cambio, la imagen política de Rodríguez Larreta creció o se mantuvo alta, a pesar de algunos desaguisados, como sus vacaciones en Brasil en medio de la expansión de la cepa Manaos, o de cuestiones familiares como la separación de su conocida esposa, la empresaria Bárbara Diez, luego de más de 20 años de matrimonio. Esa ruptura habría sido motivada por un supuesto affaire del Jefe de Gobierno con una integrante del gobierno porteño quien estaría embarazada del funcionario y daría a luz por estos días, según diversas publicaciones no desmentidas.

Pese a todas sus discrepancias con la Casa Rosada por el recorte de fondos a la CABA, pero también por sus diferencias con el ala más intransigente de Juntos por el Cambio, Rodríguez Larreta ha insistido en seguir tirando señales de que lo más importante es no afectar el diálogo.

Lo prueban las casi dos horas en que este viernes 16 de abril el Presidente y Larreta debatieron sobre el cierre de las escuelas por 15 días, medida que fijó Alberto en un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) sin consultarlo con Larreta ni con los gobernadores, muchos de los cuales discrepan de la decisión.

Sin aburrimiento

El escritor español Javier Cercas dice que hay que desconfiar cuando la política es tomada como rehén por el apasionamiento, el ideologismo exacerbado y las emociones desatadas. "Esas cosas son buenas para las películas, los libros y la vida privada. Pero no para la actividad pública o los gobiernos", especifica Cercas.

Este intelectual catalán es "partidario feroz del aburrimiento en política". Propone "un aburrimiento escandinavo o, como mínimo, suizo". Uno de los grandes problemas, asegura, es la sentimentalización de la política. "Cuando los problemas políticos son convertidos en problema sentimentales ya no tienen soluciones sensatas", completa.

¿Por qué, entonces, no pensar, por ejemplo, que la moderación, el sentido práctico, el aporte crítico sin chicanas, la buena leche, el actuar civilizado y no bárbaro, podrían ser, tanto para oficialistas como para opositores, argumentos para ganar elecciones en medio de una pandemia que ya tiene demasiado tensionados a los ciudadanos?

Aquellos escasos días en que Alberto, Horacio y Axel hicieron de suizos tienen un gran valor democrático y republicano. Por eso se añoran. Es como si nos hubieran respetado.

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