En Mendoza, los cambios o las obras de fondo suelen tardar años en materializarse.

Hay ejemplos clásicos a mano: la doble vía a Tunuyán –aún inconclusa- se devoró varios gobiernos. Algo parecido al túnel de Cacheuta.

La reforma, en serio, del vetusto régimen del agua sigue durmiendo el sueño de los justos. Pese a la crisis hídrica que nos abruma y nos acorrala como nunca.

Así somos. Y así andamos. Bajando, paulatina pero irremediablemente, en el ranking nacional de las provincias. Ya nos dejó atrás Neuquén este 2019. Sin ponernos colorados.

No éramos así tiempo atrás.

Y de ese antiguo sustrato de orgullo y laboriosidad que nos legaron nuestros abuelos, surgen impulsos de rebeldía. Que nos conminan a ser distintos. A ser mejores.

Hay, en este sentido, algunos signos alentadores en este mismo 2019 en que descendimos un puesto en la tabla.

El más nuevo de ellos, flamante, es el fallo de la Corte de este viernes terminando con la reelección indefinida de los intendentes. Podrán repetir su mandato una única vez, de ahora en adelante.

La disposición del máximo tribunal abre, al mismo tiempo, la posibilidad de destrabar, en un futuro próximo, como contrapartida, la reelección del gobernador, taponada de manera absurda por una interpretación excesiva del denominado “fallo Kemelmajer”.

Ahora se equilibrarán las cargas en los poderes ejecutivos provinciales. Será más justo para todos, jefes comunales y gobernadores de ocasión. Treinta años después de dar vueltas sobre lo mismo.

Los tiempos mendocinos.

Grieta suave, pero grieta al fin

Lo más negativo del plenario de la Corte que finalmente dirimió una de las principales rencillas políticas entre oficialismo y oposición del año en curso, es que se formalizó sobre una grieta.

Dada la respetabilidad de la norma que, a no dudarlo, cuenta con el mayoritario consenso de la sociedad, debió haber salido por abrumadora mayoría. Casi por unanimidad.

Pero ambos bandos se las arreglaron para abroquelarse en sus respectivas veredas de enfrente. El radicalismo gobernante, forzando el paso, decreto del gobernador mediante, para bloquear la reelección en las comunas donde el justicialismo guarda su principal y único capital efectivo, sobre el tramo caliente de este año electoral. Y el peronismo, decidido a defender con uñas y dientes sus fortines de resistencia, aun a costa de mancillar la corrección política.

El aguante peronista se extendió al seno mismo de la Corte, donde el plenario se expidió por un ajustado 4 a 3. Los tres votos disidentes pertenecen al triunvirato pejotista: Palermo, Gómez y Adaro.

Una grieta a la mendocina. Más cortés, institucional y letrada que la infumable grieta nacional. Pero grieta al fin.

Saquemos pecho, después de todo

El país, este año, no tendrá renovación alguna a partir de la elección presidencial de agosto/octubre/noviembre.

Compiten los mismos contra los recontramismos. Conocidos contra archiconocidos.

Mendoza, en esta cuestión central, puede curarse en salud: tuvo, por fin, desde la implementación del sistema, una PASO verdaderas en sus dos grandes coaliciones políticas. De allí saldrá, sí o sí, un nuevo gobernador.

Dentro de cuatro años, la casi totalidad de los intendentes también serán rostros nuevos.

La campaña electoral, en el plano vernáculo, viene siendo tranquila. Con pocas ideas, pero respetable.

Qué más pedir en una Argentina donde buena parte de los candidatos al sillón presidencial no dudan en sacarse los ojos y en prometer disparates de total incumplimiento con tal de tener alguna chance.

No es el infierno, sin embargo. Por primera vez desde que tenemos memoria, un gobierno no peronista terminará su mandato como Dios manda.

Habremos hecho historia, pese a todo. No nos quejemos… tanto.

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