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El limón no le sirvió de mucho a los ladrones para el robo.
El insólito robo bancario con limón
Fue el 6 de enero de 1995 cuando McArthur Wheeler y Clifton Johnson decidieron ejecutar su plan criminal en un banco ubicados en Pensilvania, Estados Unidos. Cerca de las 15, el primero de ellos ingresó a una sucursal armado con una pistola, amenazó al cajero y logró sustraer dinero rápidamente. Su cómplice, simulaba ser un cliente que estaba haciendo la fila.
Ninguno llevaba máscara ni disfraz; en su lugar, confiaban en el jugo de limón aplicado en sus rostros. Según Wheeler, Johnson le había convencido de que el jugo, usado como tinta invisible en experimentos infantiles, los haría indetectables en las grabaciones.
Para probarlo, Wheeler se aplicó el jugo de limón y tomó una selfie con una cámara Polaroid. El resultado fue una imagen en blanco, probablemente por un error técnico o porque apuntó mal la cámara, pero esto bastó para reforzar su confianza y cometer el robo bancario.
Las cámaras capturaron imágenes nítidas de ambos, y la Policía de Estados Unidos obtuvo las grabaciones rápidamente. Johnson fue arrestado el 12 de enero. Wheeler, en cambio, permaneció prófugo hasta el 19 de abril.
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El otro cómplice del robo bancario que fue detenido.
La condena y la secuencia psicológica del robo
El caso judicial fue igual de revelador. Johnson se declaró culpable del robo al banco y de otros dos atracos no relacionados en 1994. A cambio de testificar contra Wheeler, recibió una sentencia de cinco años el 27 de octubre de 1995.
Wheeler, por su parte, fue condenado en un juicio el 5 de enero de 1996 a 24 años y medio de prisión, seguidos de tres años de libertad condicional, por el robo.
La historia de robo trascendió el ámbito criminal gracias al psicólogo David Dunning, de la Universidad de Cornell, quien leyó sobre el caso e investigó cómo las personas con habilidades limitadas sobreestiman sus capacidades. En 1999 publicaron un artículo sobre el efecto Dunning-Kruger, que describe cómo los menos competentes en un área tienden a sobrevalorar su desempeño, mientras que los más competentes suelen subestimarlo.