Ataduras, golpes, violada, drogas, cigarrillos apagados en el rostro, beber su propia orina, arrancarle los dientes. Todo estos son algunos de los factores de tortura que sufrió Suzanne Capper, uno de los casos más escalofriantes que se develó a mediados de la década del '90 en Inglaterra y el cual todavía estremece cuando es recordado.

Suzanne Capper, conocida como Suzie, era una adolescente con una vida difícil. Había sido colocada bajo el cuidado de los servicios sociales y tenía una relación tensa con su madre. A mediados de 1992, se involucró con un grupo de personas lideradas por Jean Powell, una mujer que pese a ser manipuladora y abusiva, ella vio como la figura materna que no tenía.

Suzanne Capper se fue a vivir a una casa en Inglaterra con esta mujer. El entorno era complejo: consumo de drogas constante, fiestas sexuales día a día, vínculos con el robo y venta de autopartes. Pero al vulnerabilidad de la adolescente no le permitió tener la fuerza para salir de ese camino que terminaría marcando su propio crimen.

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La casa donde ocurrió la torturas y el crimen en Inglaterra.

La casa donde ocurrió la torturas y el crimen en Inglaterra.

Torturas inexplicables

La cuidadora de Suzanne Capper hizo de todo, menos justamente eso: cuidarla. De hecho empezaron a tratarla como una sirvienta de la casa. Los malos tratos eran constantes, a tal punto que un día la dejaron encerrada en una habitación sin comer durante 4 días. Ese podría ser un punto de quiebre que habría evitado el crimen, ya que la joven se fue del lugar a vivir con su padrastro, pero al poco tiempo regresó.

Y ese regreso vino con lo peor. Jean Powell, junto con varios cómplices, acusó falsamente a Suzanne Capper de robarle drogas. Lo que siguió fue una pesadilla de tres días de tortura inimaginable. La joven fue retenida en una casa en Moston, Manchester, donde fue golpeada, quemada, inyectada con drogas, y obligada a beber su propia orina. Sus captores la desnudaron, la ataron a una cama y le infligieron heridas con cuchillos y otros objetos afilados.

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La cama donde torturaron a la víctima del crimen.

La cama donde torturaron a la víctima del crimen.

Fue amarrada al bastidor de una cama con cuerdas y cables eléctricos, no le daban de comer ni de beber, la golpeaban y apagaban cigarros en su cara. Además cuando el dolor la hacía perder la conciencia le inyectaban anfetaminas para que despertara y poder seguir la tortura.

A Suzzane Capper le arrancaron a los dientes con una tenaza. Cuando llevaban varios días de torturas, metieron a la joven en una bañera llena de desinfectante concentrado y restregaron su cuerpo con un cepillo hasta arrancarle la piel.

El nivel de sadismo era espantoso. Los perpetradores se turnaron para infligir dolor, deleitándose con el sufrimiento de Suzanne Capper. La humillaron, la degradaron y la despojaron de toda dignidad. Incluso la obligaron a grabar un mensaje para su madre, diciendo que se había escapado y que estaba bien, mientras la torturaban al mismo tiempo.

Después de tres días de tormento, los captores decidieron deshacerse de ella. La rociaron con diluyente de pintura, la llevaron a un descampado en Stockport y la prendieron fuego. Milagrosamente, Suzanne Capper sobrevivió al ataque inicial y logró arrastrarse hasta la carretera, donde fue descubierta por un automovilista.

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Los condenados por las torturas y el crimen en Inglaterra.

Los condenados por las torturas y el crimen en Inglaterra.

Crimen y condenas

A pesar de sus terribles heridas, Suzanne Capper logró dar a la policía una declaración detallada de su calvario antes de sucumbir a sus heridas en el hospital cuatro días después. Su testimonio fue crucial para llevar a sus torturadores ante la justicia.

El juicio de Jean Powell y sus cómplices fue un asunto sensacionalista. La evidencia presentada en el tribunal reveló la naturaleza sádica y depravada de sus crímenes. La mujer fue descrita como la líder de un culto de la personalidad, una mujer que ejercía un control absoluto sobre sus seguidores. Su motivación para torturar a la joven no estaba del todo clara, pero parecía estar arraigada en un deseo de poder y control.

La torturadora y cuatro de sus cómplices fueron declarados culpables de asesinato y sentenciados a cadena perpetua. Otros dos fueron condenados por cargos menores.

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