“Hola ¿Yenni?, soy el compañero de Funes, el policía”. Es la voz de Abdo Girala, que se escucha en una de las 3.500 horas de intervenciones telefónicas hechas desde fines de 2002 hasta 2004. El ahora imputado hablaba, a unos dos meses del asesinato de Kote Bolognezi, con la mujer encargada de un cabaret. Junto con Funes intentaban ubicar a Rosa Deolinda Vega, más conocida como Cristina, que supuestamente la madrugada del crimen estuvo con Kote en el cabaret Brujas. Esa hipótesis sostiene que el joven fue golpeado allí por no querer pagar los servicios de Cristina y esa fue la causa de su muerte.
Su relación con Girala Funes, a fines de 2002, fue convocado por el juez Ricardo Schulz para investigar esta hipótesis. Pero, irónicamente y porque no había móviles ni dinero disponible para combustible, para que el policía se moviera, el suboficial le pidió un auto prestado a los Girala, con consentimiento del juez. Y luego, pese a que Funes dijo no haber tenido mayor contacto con los Girala, compartió con ellos los datos que obtenía de su investigación. Lo que hoy es una duda casi imposible de despejar y que difícilmente obtenga alguna respuesta probada, es si Funes hizo esto por un interés económico personal, si el empresario Daniel Girala quiso con esto desviar la investigación o si, en cambio, tenía un interés genuino de que se esclareciera el caso y que la inocencia de su hijo Abdo quedara confirmada de esta forma. Irineo Orlando Funes ya había estado detenido e imputado por su desprolija intervención en esta causa. Curiosamente, quien ordenó su captura fue el mismo juez Ricardo Schulz, dos años después de haberle ordenado investigar para esclarecer el caso. Esa vez Funes fue acusado de encubrimiento. Luego se modificó esa acusación y se le imputó violación de secreto e incumplimiento de los deberes de funcionario público. El policía, posteriormente, fue sobreseído en ella. Ahora el fiscal de Cámara Fernando Guzzo pidió que fuera detenido y procesado por los delitos de falso testimonio y tráfico de influencias en el caso. En sus dichos Funes, dejó mal parado a uno de los próximos testigos que deben comparecer: el comisario general Héctor Quiroga. Dijo que este –cuando Funes ya estaba detenido por la primera acusación– le ofreció beneficiarlo y llevarlo a trabajar consigo como secretario cuando me nombraran director de la Policía de Mendoza. Esto, si Funes declaraba que Abdo Girala le había confesado que había participado en el homicidio. El juicio continuará y ya quedan pocos testigos por declarar, pese a que la querella analiza pedir que se cite a algunos que en principio no estaban en la lista original.
La detención. El Tribunal, después de analizar el pedido del fiscal, ordenó que Funes fuera esposado en la misma sala y llevado a la Unidad Fiscal, donde quedó a disposición de la Justicia.
Desprolijidades. Sobresalen las enormes falencias y errores que se cometieron por acción u omisión y de las que son especialmente responsables el juez Ricardo Schulz y el ex comisario Héctor Quiroga.
Los otros involucrados. También es incómoda la situación de la testigo clave Ana María Puebla, para la que también el fiscal pidió el procesamiento por falso testimonio. También fueron imputados Abdo Girala y Carlos Metralleta Pérez. Irineo Orlando Funes ya había sido detenido e imputado en esta causa por su desprolija intervención. El juez Ricardo Schulz había pedido su captura. Se lo acusaba de encubrimiento y luego de violación de secreto e incumplimiento como funcionario público.