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"Yo recuerdo que mi papá hacía mi avioncito con madera balsa, y también su hélice, y cuando venía el viento corríamos para que esa hélice gire, no pesaba casi nada, era muy bonito", recuerda Galois Flores Pizango, pámuk ayatke (vicepresidente) del Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampís (GTANW), ubicado en la frontera de Perú con Ecuador.
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Galois Flores. Foto: GTANW
En 2021, después de la pandemia del Covid-19, se generó en Ecuador una gran demanda de madera balsa para ser utilizada en la construcción de las hélices de aerogeneradores de energía eólica, comercializados en su mayoría por China, y siendo consumidores finales países como Estados Unidos, Alemania, India y España, según datos de Global Wind Energy Council (GWEC), en pro de una transición a energías más limpias.
Al ser un árbol de rápido crecimiento, y de cuerpo ligero y poroso, es óptimo para la estructura de estos molinos de viento.
Los bloques y paneles se transforman en estructuras conocidas como "sets", que se adaptan a los requerimientos de quiénes fabrican palas. Luego se ensamblan en palas eólicas. Ya terminadas se transportan por separado para los proyectos eólicos, donde se fija el rotor, la góndola y la torre.
El boom de la demanda de madera es originado por China, cuando este país asiático empieza a elevar a través de sus planes quinquenales de desarrollo sus metas para la transición energética, según la investigación recientemente publicada Mal viento. Desde crímenes de la selva amazónica de Ecuador a las turbinas eólicas en EE.UU. y China de la Agencia de Investigación Ambiental (EIA) de Estados Unidos.
Ecuador que ya sembraba la balsa o topa de forma comercial, se convirtió en el principal vendedor para China, pero terminó desabasteciéndose de este bien natural. Esta demanda obligó a madereros y comerciantes ecuatorianos a bajar por la frontera con Ecuador y Perú hasta el territorio wampís, agrega el informe de EIA. Allí, la extracción de la madera balsa se comenzó a realizar en bosques en un estado primario, es decir, árboles que no fueron plantados para un uso comercial, sino que eran parte de la biodiversidad del territorio indígena, explica el ingeniero en recursos naturales de la ONG Paz y Esperanza, Melvin Mestanza, quien trabaja en proyectos forestales en la región de Amazonas.
Con el boom de la balsa o topa también llegaron problemáticas sociales y ambientales, como la pérdida de la identidad cultural y la violencia. Para los wampís, esto se convirtió en la puerta de ingreso de otras economías ilegales, como la minería ilegal. Así lo relata Galois Flores, vicepámuk (vicepresidente) de la Nación Wampís.
"Cambió la forma de vivir que nosotros teníamos y también afectó la pérdida de identidad del pueblo. Eso ha traído también abusos sexuales, esos señores que llegaban se comprometían con las mujeres de la zona, las hacían embarazar y las abandonan. Eran personas que llegaron solo para aprovechar la madera balsa", cuenta Flores.
*Nota de Carolina Morales para Climate Tracker
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