Allá por el 21 de agosto, cuando los Juegos Olímpicos de Río estén por tocar la retirada, un ciclista argentino irá por el salto de calidad que atesora y paladea: se trata del entrerriano Catriel Soto, baqueano de la montaña en la especialidad de mountain bike.
Si Soto llenara un rompecabezas complejo si los hay, gozar de sus planetas alineados, estar en su día más inspirado y que fallen varios de los principales candidatos, su dicha no estaría exenta de la curiosidad de haber pasado buena parte de su niñez subido al sueño de llegar lejos en otro deporte y de forma específica debajo de los tres palos.
Con ser arquero, un gran arquero de fútbol, soñaba este muchacho nacido el 29 de abril de 1987, oriundo de Colón, en cuyo equipo jugó y jugó hasta que se cansó de perseverar en el abnegado hábito de recibir goles y buscó refugio arriba de una bicicleta.
"Fue así se sencillo, un día que andaba con mucha bronca un amigo me avisó que había una carrera, me puse a pedalear y nunca más me bajé de la bici", evoca quien en Londres 2012 terminó en el puesto 26 de la prueba de cross country, pero conforme fueron mutando las hojas del almanaque los buenos resultados le sonrieron y lo alentaron a ir siempre por un peldaño más alto. ¿Por cuál camino y con cuáles herramientas?
"No hay misterios: trabajo y más trabajo, esa es la única clave", subraya Soto, a despecho de que sin atisbos de vanidad se defina como "un corredor técnico".
En cualquier caso se ve que el trabajo ha fortalecido la técnica, viceversa, al servicio de un palmarés robusto, que incluye seis campeonatos argentinos en serie, el título en el Panamericano de montaña y asimismo el bronce en relevos mixtos, este mismo año, en Catamarca; amén de un par de tareas irrelevantes a los ojos de cualquier desentendido y en rigor muy destacadas: sexto en los Estados Unidos, en una competencia que reunió a buena parte de la "creme de la creme", y después décimo entre el centenar de competidores que formó parte de la Copa del Mundo, en Austria.
Sinsabores ha sufrido, por cierto, y unos cuantos, sobremanera dos pinchazos inoportunos, dolorosos: uno el de los Juegos Panamericanos de Guadalajara, cuando se perfilaba para conquistar el oro, y el otro en el Mundial de Francia, cuando el desperfecto en la rueda trasera truncó buenas perspectivas y al cabo se vio forzado a conformarse con terminar 29.
Ese tropiezo sucedió en mayo de este año, pero el entrerriano Soto asimiló la relativa decepción tal como ha sabido asimilar las anteriores, en definitiva riesgos calculados que no han cancelado ni un ápice de su enfoque, ni de su norte, ni de sus responsabilidades ni de sus ambiciones.
Catriel será el único representante argentino en el ciclismo de montaña y se las verá con escollos durísimos, grandes figuras de Suiza, Francia, República Checa, Italia y España, países, los dos últimos, con los que tiene una profunda afinidad, desde el momento que sabido radicarse en la Península y asimismo en el circuito europeo viste la camiseta de un equipo hispano, MMR Bikes.
¿Tiene chances de ganar una medalla? Pues tiene tantas como alguien que hoy consta entre los diez mejores en el ranking mundial de mountain bike.
O sea: hablamos de un biker maduro, fogueado y calificado, que jamás deja de poner en claro (medio en broma, medio en serio) que de haber llegado a ser un buen arquero jamás se hubiera convertido en ciclista y que acaso en ese guiño del destino, en ese insospechado enroque de destrezas, haya dado con la punta de la madeja de un porvenir glorioso, incluso en las fabulosas arenas olímpicas. Esta historia continuará el 21 de agosto en la ciudad del Cristo de Corcovado.