Análisis y opinión

En el momento más crítico, algunas buenas para Alberto y para Mendoza

El acuerdo con el FMI y con el Club de París, el crecimiento de las reservas del Central, y la mejora del empleo son un bálsamo en el día a día del Gobierno

Con la aprobación del crédito por parte de los accionistas del FMI, avanza el plan que debe aplicar el gobierno de Alberto Fernández en lo que resta de su mandato. El acuerdo con el Fondo quizás represente una hoja de ruta para una gestión desorientada por falta de proyecto de gobierno y que no acierta en enfrentar una situación compleja, tanto en el plano interno como en el contexto externo.

En lo interno, porque a la impericia propia para llevar adelante una gestión eficaz, se fue sumando el descontento -y el choque de intereses- en una coalición heterogénea que supo conformarse para ganar en 2019, pero que tironea para diferentes objetivos de acuerdo con los propósitos de cada sector que la compone.

El programa acordado enfrenta a Fernández con sus aliados de ayer, los detractores de hoy y, quién sabe, los destituyentes del mañana.

Cuando ya está por demás agotado el recurso de echarle la culpa a Mauricio Macri, a la pandemia y ahora a la guerra, el Gobierno necesita dar soluciones a una sociedad que no está dispuesta a sacrificarse mucho más sin tener un destino cierto. El problema que se le presenta a Alberto Fernández es que no tiene nada para repartir, y la estrategia de la maquinita ha quedado limitada por las restricciones del FMI y por la inflación que se presenta cada día más indomable.

Los pronósticos de las consultoras dan cuenta de una proyección inflacionaria para el año no menor al 60%, con una canasta de alimentos superior al 100%, mientras que si se liberaran algunos precios contenidos de prepo habría que multiplicar por tres esas cifras.

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Entre la espada y la pared por el FMI

Fernández tiene que afrontar la realidad y caminar con los dientes apretados sin alejarse del rumbo con el que se comprometió junto a su ministro de Economía Martín Guzmán. Todo lo contrario a las consignas del Instituto Patria y de los militantes liderados por Máximo Kirchner que le ofrecieron una multitudinaria demostración de fuerza el 24 de Marzo.

Mientras los mercados celebran por un lado el acuerdo, todo el sector cristinista está dispuesto a dar una batalla discursiva que tendrá mucho de resistencia épica para su base electoral y su masa militante. El tiempo que viene será complicado políticamente, pero todavía parece prematuro adelantar si habrá alguna tregua estratégica que se parezca a priorizar la unidad -como piden el Presidente y los albertistas-, o si el sector de Cristina se seguirá radicalizando.

Con varios frentes abiertos y en medio del fuego cruzado, el albertismo en el Gobierno no tiene margen para debilitarse más. Recostado sobre el poder territorial de los gobernadores y de otros sectores reactivos a los movimientos camporistas, la búsqueda de consensos vendrá por la mesa de diálogo a la que se ha convocado a empresarios y a la dirigencia sindical. Pero, más allá de formalidades, hay puentes tendidos para encontrar apoyo táctico en referentes opositores.

En tanto, en Juntos por el Cambio, si bien no tienen la responsabilidad de gobernar, se traslucen los conflictos entre los dirigentes que no ocultan sus ambiciones de cara al 2023, lo que podría poner en riesgo la cohesión que le posibilitó el éxito electoral en las legislativas del año pasado.

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Peor es nada

A minutos de ser aprobado por el board del Fondo, Kristalina Giorgieva dio a conocer que el organismo ya prevé que el acuerdo deberá ser "recalibrado", en parte por el cambio en el contexto internacional y, fundamentalmente, por la alta vulnerabilidad de la condiciones internas. Y plantea como requisito una base de consenso político y social, algo que difícilmente se pueda lograr, para viabilizar la aplicación del programa.

De cualquier manera, el apoyo del FMI, además de darle una cuota inestimable de desahogo financiero a la gestión, a Alberto Fernández le suma mucho como respaldo político.

Un poco de optimismo no le viene mal a su administración, por eso el Presidente celebra que el crecimiento sea el sendero para cumplir con los acreedores y para congraciarse con la sociedad.

Las cifras del cuarto trimestre de 2021 -las últimas que se han procesado-, muestran un crecimiento del PBI y una mejora ostensible en el mercado laboral.

El desempleo en el ámbito nacional bajó del 11% al 7% interanual. Y si bien 950 mil personas se manifiestan desempleadas, aumentó la población económicamente activa y 500 mil personas encontraron trabajo.

También en Mendoza los indicadores de la actividad económica ofrecen un buen panorama, aunque la foto del último trimestre no sea necesariamente una proyección para todo este año. En el cuarto trimestre de 2021 la tasa de desempleo se ubicó en el 6,8% y 20 mil personas lograron una actividad laboral, mientras que con crecimiento de la tasa de actividad en la Provincia, 35 mil personas permanecen desempleadas.

Y por más que los cálculos de Martín Guzmán indican que los efectoseconómicos de la guerra en la Argentina se verán compensados entre las erogaciones por energía y los mayores ingresos por los productos del campo, los coletazos del nuevo escenario mundial ya se hacen sentir.

La escasez de dólares y de energía ponen al país en una situación crítica de cara al invierno. La baja de subsidios comprometida y la suba generalizada de precios que no da tregua agudizan el descontento social. En un contexto de tal adversidad, al menos, el sellar un acuerdo que le permita patear los pagos hasta el próximo gobierno, la portergación de los vencimientos con el Club de París, y los datos positivos en algunos indicadores económicos, representan una bocanada de oxígeno vital para Alberto Fernández.

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