Esta vez Beyoncé no ha sorprendido tanto en la forma como en el fondo. Su último trabajo, Lemonade, se ha estrenado de un modo parecido al anterior, de golpe y con una película de una hora de duración para complementarlo visualmente. Repite un concepto que le funcionó muy bien en tiempos donde alicientes como el vídeo se hacen necesarios para impulsar las ventas. Pero esta vez la cantante ha querido que la gente hable del interior del recipiente. Lo ha conseguido a medias. El disco se presenta como un diario abierto de par en par. En él expone como nunca sus sentimientos más íntimos, en especial la relación con su marido, el rapero Jay-Z, y las presuntas infidelidades de este, sobre las que se empezó a especular en 2014.
El álbum se ha interpretado como una venganza, como el anuncio de una separación, hasta como una declaración de perdón y amor eterno. Pero Lemonade esconde, más allá de una esposa traicionada, a una mujer que, azuzada por el dolor, se aleja de la diva y muestra su lado más político. Una activista que reaviva el legado de figuras como Malcolm X, para proclamar, en pleno siglo XXI, que "las personas menos respetadas de América son las mujeres negras". Su aportación a la cuestión racial en 2016 llega a través del feminismo, y ahí es donde alude a su marido e incluso a su padre, que ha tenido que salir al paso de unos supuestos malos tratos que la cantante insinúa en uno de los temas.
El camino de reivindicación de la justicia social que ha tomado la superestrella y con el que se sitúa por encima de todo como mujer, hija, madre y esposa negra, ha quedado confirmado en el estreno de su gira mundial este pasado miércoles en Miami. Vestida completamente de negro y acompañada de una docena de bailarinas negras, empezó el concierto con Formation, el tema que interpretó en la última Super Bowl y que generó polémica al tratarse de un homenaje al movimiento Black Lives Matter, una especie de Panteras Negras, que denuncia la brutalidad policial en la actualidad. Mientras, el disco ha sido aclamado por la crítica como su trabajo más personal, profundo y elaborado. Muchas de ellas no han dudado en calificarlo como su mejor trabajo. Una combinación de ideas revolucionarias y emociones intensas que corrobora que la que ha regresado es, indiscutiblemente, una nueva Beyoncé.
La portada de Lemonade ya es en sí misma una declaración de intenciones. La cantante, de 35 años, no enseña su cara. Solo se le ve media cabeza, con el peinado más reconocible de una mujer negra: trenzas de raíz. Renuncia a enseñar su famosísimo rostro y se presenta como una afroamericana cualquiera. Así empieza también la película. Se la ve perdida en medio de una plantación y, a continuación, se lanza al vacío desde la azotea de un edificio, cayendo finalmente en agua para emerger como una mujer renacida.
Una Beyoncé más sensual que nunca con un bate de béisbol en la mano se desahoga destrozando coches mientras exclama: "Ellas no te quieren como yo". Es la primera alusión a las supuestas infidelidades de Jay-Z, que continuarán durante los minutos siguientes distribuidas en seis etapas que representan las fases emocionales del proceso. Ella no apunta ningún nombre y solo habla en una canción de una tal Becky, pero ha sido más que suficiente para que en la prensa haya aparecido una lista que ha señalado, entre otras, a la diseñadora Rachel Roy o la cantante Rita Ora como presuntas amantes del rapero, y estas lo han negado ya públicamente tras sufrir consecuencias como la ira de los fans en las redes sociales.
En el momento en que canta "¿Me quieres? Te quieres a ti" incita a pensar que todo va a girar en torno a Jay-Z, pero entonces Beyoncé revela el verdadero tema central del álbum. No trata de un hombre, sino del papel y las relaciones de las mujeres negras en una sociedad patriarcal donde son discriminadas hasta por los varones de su misma raza. Como ejemplo, el cameo de la tenista Serena Williams, en numerosas ocasiones criticada por estar demasiado musculada. La cantante la jalea y hace bailar más atlética y voluptuosa que nunca, haciéndola parecer una heroína. La culminación del homenaje a todas sus hermanas llega con Beyoncé ataviada como una líder guerrera de una tribu africana, y con la aparición de las madres de Trayvon Martin y Michael Brown, dos jóvenes asesinados por una patrulla vecinal y un policía respectivamente, sosteniendo sus retratos sin parecer dispuestas a rendirse.
El exorcismo de los demonios de la cantante se remonta hasta su propia infancia en Houston (Texas, Estados Unidos), en un tema donde explora la relación con su padre, incluyendo imágenes reales de ella con su progenitor siendo una niña. En él dice: "Jamás en mi vida pegaría a mi hija" y habla de "una mano en el cuello de mi madre". Mathew Knowles, quien también fue mánager de Beyoncé en sus años en el grupo que le dio la fama Destiny's Child, ha declarado que jamás ha maltratado a su mujer ni a su hija, y que "solo ella sabe lo que quiere decir con esa canción". De ahí al vacío, a la Beyoncé más reflexiva, tirada en la orilla del mar con la mirada perdida y un velo negro que después se sienta delante de un piano para, con los ojos llenos de lágrimas, cantarle al oído a un hombre idéntico —si es que no es él— a Jay-Z.
Mucho ha cambiado para Beyoncé desde que en 2001 actuase con las Destiny's Child en la toma de posesión de George W. Bush y tuviese que responder a los que la señalaron como republicana y afín al entonces presidente. Ella entonces dijo: "Algún día hablaré de mi pensamiento político, pero solo cuando sepa realmente lo que voy a decir". Quince años después y 75 millones de discos vendidos como solista, ese día ha llegado y lo ha hecho en la coyuntura ideal. En un momento en el que el concepto de diva del pop vive horas bajas observando las discretas ventas de los últimos discos de Rihanna, Lady Gaga, Madonna e incluso Lana del Rey, ella se ha alejado de lo comercial.
Lemonade tiene detrás una multinacional y una gran campaña de marketing incluyendo el estreno de la película en la HBO y el flamante Formation World Tour, la primera gira de su trayectoria en grandes estadios que finalizará en Barcelona el 3 de agosto. Pero en cada uno de los temas del álbum se hace patente su giro hacia lo underground. Ritmos más lentos y elegantes, con guiños a la música sureña y al country y con colaboraciones de artistas de la escena alternativa como James Blake, Jack White o el rapero de letras marcadamente políticas Kendrick Lamar. Este último colabora en Freedom, que aparece en la parte final, titulada Esperanza.
Con imágenes reales de su boda con Jay-Z y su embarazo alternadas con las de otras parejas de todo tipo besándose, Beyoncé proclama que "con cada lágrima derramada se acercaba la redención" y que "el verdadero amor ha vencido". Un final feliz que parece real a tenor de sus palabras en Miami, donde dedicó una canción a Jay-Z refiriéndose a él como "mi bello marido". No obstante, advierte que permanecerá alerta y dispuesta a pelear, y canta para todas las mujeres: "Libertad, libertad, puedo seguir adelante". Aunque sea con el amargor que dejan las decepciones. Los limones de la traición con los que Beyoncé ha conseguido hacer limonada.