Dirigida por los experimentados Vilma Rúpolo y Guillermo Troncoso, el Acto Central fue una acertada combinación de intensidad y humor. Gran lucimiento de las luces y la música

Una Constelación que logró mutar en una buena Fiesta

Por UNO

Constelación del vino, con el brillo de Vilma Rúpolo y la gracia de Guillermo Troncoso, se desplegó anoche en el escenario del Frank Romero Day y cautivó a un auditorio que colmó (otra vez) el lugar. La consigna fue la de que todo está unido e interrelacionado desde siempre y que la vida y las cosas fluyen, comienzan y terminan una y otra vez.Atados auditivamente por un coro magistral y en escena por las constelaciones zodiacales, los doce cuadros del espectáculo repasaron, como siempre, la historia de Mendoza y el vino, cada uno marcado con el estilo muy personal de sus dos directores.Vilma Rúpolo, con sus telas, sus colores intensos y sus espejos, le dio magia, brillo, y se quedó con los aplausos más cerrados. Guillermo Troncoso, con sus juegos humorísticos, sus grotescos y sus marionetas, se apropió de las risas y la diversión.Para la imagen de las constelaciones, las luces jugaron un papel fundamental. Vestuario con luces, piso con pantalla LED... y más pantallas LED distribuidas en el escenario que por momentos casi llegaron a opacar a las tradicionales e impecables cajas lumínicas del siempre destacado Eduardo Alberto González, que ayudaron a ese juego, a pesar de que en algunos de los cuadros parecía que esa trama se rompía.Y la música. Como siempre los músicos y cantantes mendocinos brillan, por sobre todo, aún cuando todavía no se les da suficiente visibilidad.Los cuadros intensos y la emoción fueron de Rúpolo. Los de distensión y alegría, de Troncoso.Constelación... comenzó con fuerza. Con el origen de todo. El cosmos, la naturaleza y el hombre. Llenando los distintos niveles del escenario de bailarines y artistas, que fueron 890 utilizados al máximo en casi todo el espectáculo.El segundo cuadro ya arremetió con Cuyo e inauguró el clima de fiesta.Después, con un aprovechamiento perfecto de las pantallas y el piso LED, apareció el agua.Luego llegó a escena el mundo huarpe. La cultura nativa apareció, de alguna manera, en distintos momentos de la Fiesta y se le dio especial importancia.En el cuarto cuadro, con la impronta Troncoso, se jugó con el humor para desdramatizar el choque de culturas.Después Rúpolo planteó la idea de las constelaciones y la vid, y surgieron la zamba, la cueca y el gato.Al promediar el espectáculo apareció la Virgen, en un cuadro más extenso que lo habitual pero muy bien aprovechado y con una interpretación musical exquisita.Luego se sucedieron la llegada de los inmigrantes, la industria del vino y la farra cuyana, en donde abundaron marionetas gigantes, para luego darles lugar a los bailarines contemporáneos con un cuadro sobre la exaltación del vino.Malambo por dosDespués apareció el Libertador, en un cuadro blanco y uno de los más lucidos, donde surgió por primera vez el malambo, fórmula segura para levantar al público. Y sus granaderos, reales, del RIM 11 de Tupungato, convocatoria habitual de Rúpolo para sus fiestas.A este lo sucedieron uno en honor a la América Latina y otro especialmente a la Argentina, con una emocionante interpretación de Piazzolla.El cierre, con malambo nuevamente y la totalidad de los artistas sobre el escenario, volvió a hacer centro sobre las constelaciones, el vino y la Vendimia.Fue buena fiesta. Interesante, entretenida, atractiva. Una buena Vendimia.

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