A casi la mitad del invierno, las nevadas en alta montaña apenas alcanzan menos de la mitad del promedio y los pronósticos no son alentadores para lo que falta del año. La escasez de precipitaciones parece que será una profecía cumplida y Mendoza se enfrentará, nuevamente, a un verano con crisis hídrica.
Esto, según los datos del boletín hidronivometeorológico del Departamento General de Irrigación (DGI) en el primer dato de nevadas, que se midió recién el 8 de julio, cuando se registraron 119 milímetros de nieve. De ahí en adelante y hasta el último día medido, el 24 de julio, las nevadas se mantuvieron en esos valores, lo que equivale a la mitad de la media histórica diaria, que supera los 210mm.
Los especialistas advierten de que, con este panorama, el agua producto del deshielo, de lo que viven tanto la población como la agricultura mendocina, será escasa. Esta sequía de nieve es un fenómeno que se ha repetido al menos en los dos últimos inviernos. Tanto en 2016 como en 2017 las montañas de los Andes tuvieron pocas precipitaciones.
"En algunos lugares la acumulación está por debajo del 50% del promedio para esta época del año y la perspectiva de escasez sigue", afirma Juan Rivera, investigador del Conicet cuyo objeto de estudio son las sequías.
Rubén Villodas, director de Gestión Hídrica del DGI, dijo que al día de hoy en la estación de Horcones que alimenta al río Mendoza "tenemos la mitad de nieve de lo que siempre hemos tenido para estos días de julio", y explicó que en el acumulado de todo el año alcanza apenas el 30% del promedio.
"Para llegar a un año normal tendría que nevar el doble o el triple de lo que ha nevado hasta ahora, y es algo a lo que no vamos a llegar. Me conformaría con que alcancemos el 80%", señaló.
Villodas dijo que esta situación de escasez también se repite en otras zonas de Mendoza y, por lo tanto, también afectará a otras cuencas hídricas. "Estamos con menos de la mitad de la nieve que tendríamos que tener a esta fecha y con la cuarta parte de lo que tenemos que tener en todo el año. Falta todavía el mes más nevador, que es agosto, pero para la fecha en la que estamos, estamos mal", afirmó.
Rivera explicó que, aunque en un principio los pronósticos indicaban que podría haber mayores precipitaciones hacia el final del invierno, las últimas actualizaciones señalan que eso ya no será así. "Hasta enero el pronóstico marca un déficit de precipitaciones en los Andes centrales; el panorama no es alentador en lo absoluto", sostuvo.
"El acumulado viene parecido al 2016, es mejor que el año pasado, pero muy lejos de la condición promedio. Es algo que invita a replantear qué hace falta para que un año supere el promedio. No hay perspectivas de que cambie", agregó Rivera.
Sin embargo, el investigador del Conicet dejó abierta una pequeña esperanza. Contó que hay un pronóstico de que El Niño podría desarrollarse en el verano y que eso podría causar nevadas en el invierno 2019. "Hay que esperar hasta la primavera para ver si arrancamos con El Niño. El fenómeno tiene que durar cinco meses para que uno vea un impacto en la nieve, es lo mínimo indispensable", aseguró Rivera.