La nueva jefa de gabinete ya ha lanzado, además, un mensaje al equipo del presidente: “No quiero gente que quiera trabajar en solitario o ser una estrella. Mi equipo y yo no vamos a tolerar puñaladas por la espalda, especular acerca de lo que los otros quieren decir, o drama. Todo eso es contraproducente en nuestra misión”, ha declarado a la web de noticias Axios. La constante guerra civil en la que funcionó la primera presidencia de Trump, con filtraciones continuadas a la prensa, ceses, dimisiones, peleas y escándalos, ha pasado a la historia. Wiles se va a encargar de que todo funcione, al menos ‘de puertas afuera’ como una maquinaria perfectamente engrasada.
Trump también se lo va a poner más fácil a Wiles de lo que lo hizo con los cuatro hombres que la precedieron entre 2017 y 2021. Si tras su primera victoria electoral Trump tuvo que nombrar deprisa y corriendo a su gabinete, porque no esperaba ganar, ahora ha tenido dos años para prepararse para ello. Su equipo está perfectamente formado y coordinado. Sus miembros son personalidades – políticas y profesionales – muy diferentes, pero todos ellos tienen sus misiones extremadamente claras y, además, éstas no se superponen. Eso permite que haya centristas defensores de la globalización, como Scott Bessent y Marco Rubio, secretarios del Tesoro y de Estado, respectivamente, junto a nacionalistas de credenciales democráticas cuestionables, entre los que destacan el vicefiscal general, Stephen Miller, el director del FBI, Kash Patel, y el ‘zar’ (una palabra que designa coloquialmente un puesto creado para trata con una cuestión específica, que usualmente reporta de manera directa al presidente) contra la inmigración ilegal, Thomas Homan.
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Publicaron el informe del fiscal especial Jack Smith sobre su investigación a Donald Trump y los esfuerzos para subvertir las elecciones de 2020. Crédito: EFE.
Esa división de tareas y de ideologías puede permitir a Trump llevar a cabo sus políticas sin crear cortocircuitos entre su equipo. El presidente, además, tiene otra baza a su favor: la mayor parte de los ‘números dos’ de los miembros del gabinete son leales a él, no a sus jefes. Eso es clave para alguien que, como Donald Trump, valora la lealtad por encima de todo y que, también, tiende a entrar de manera imprevisible y muy pública – normalmente a través de redes sociales – en áreas políticas en las que tal vez no ha mostrado ningún interés durante meses o años. El control del inquilino de la Casa Blanca sobre su equipo va a ser, así pues, muy grande, y Wiles va a ser quien lo gestione.
En algunas áreas, eso va a ser un reto. El caso más claro es el de la política arancelaria. Trump es un mercantilista, es decir, un seguidor de la teoría económica vigente en los siglos XVII y XVIII (y aún hoy en día seguida por la ex canciller alemana Angela Merkel) que defiende que un país debe exportar más lo que importar. Eso choca directamente con las posiciones de Bessent y, también, del secretario de Comercio, Howard Lutnick. Pero, para el presidente, eso no es negociable. Las subidas de las tarifas aduaneras es una parte central de su pensamiento. Ya lo hizo en su primer mandato y va a volver a hacerlo en el segundo. Además, la persona que ha elegido para ser representante de Comercio de EEUU, que es un cargo con un enorme peso en el comercio internacional del país, es Jamieson Greener, un ‘duro’ en ese terreno.
Eso augura tensiones. Lo mismo cabe decir de la política exterior. Rubio es un político intervencionista que ideológicamente se encuentra en la línea de George W. Bush, un presidente republicano del que Donald Trump no quiere ni oír hablar. Pero su coordinación con el consejero de Seguridad Nacional, que es quien coordina toda la política exterior y de defensa de EEUU desde la Casa Blanca, Michael Waltz, con el director de la CIA, John Ratcliffe, y con el secretario de Defensa, Pete Hegseth, es una incógnita. Por de pronto, ni Waltz ni Ratcliffe ni, sobre todo, Hegseth, tienen experiencia real en los terrenos de los que se van a encargar, lo que significa que es muy probable que hagan lo que les diga Trump. Eso puede dejar a Rubio con pocas competencias al margen de América Latina, donde va a ser duro con Cuba – el país del que emigraron sus padres – y los aliados de ésta: Venezuela y Nicaragua.
Coordinar todo eso no va a ser fácil para Wiles. Y más aún si se tiene en cuenta las personalidades más extremas que Trump ha propuesto para su círculo de asesores más inmediato, entre las que destacan la prorrusa Tulsi Gabbard como directora nacional de Inteligencia, el antivacunas y defensor de todo tipo de teorías de ls conspiración Robert F. Kennedy ‘junior’, y la estrella de la televisión y defensor de teorías anticientíficas Mehmet Oz. Con todo, si alguien es capaz de hacer que ese equipo heterogéneo funcione, es Susie Willes.