Las películas de Pablo Trapero forman parte del mejor cine argentino de los últimos 20 años. Desde su notable ópera prima, Mundo grúa (1999), hasta la premiada y taquillera El clan (2015), pasando por Carancho (2010) y Elefante blanco (2012), el director siempre ha puesto su ojo sensible en distintos universos sociales relacionados, de una manera u otra, con la marginalidad.

Ahora, sin embargo, llegó el momento de dar un giro. En su nuevo filme, La quietud, que se estrena esta semana, Trapero salta al ámbito de una idílica estancia de campo y se mete en la intimidad de una familia de clase alta llena de secretos.

La acción se centra en la estancia La Quietud, donde la protagonista, Mía (Martina Gusmán), creció con sus padres. Una situación inesperada obliga a Mía a reunirse con su hermana Eugenia (Bérénice Bejo), quien regresa tras años viviendo en París. El reencuentro, que ocurre bajo la mirada implacable de su madre, Esmeralda (Graciela Borges), se complica cuando lleguen a la estancia Vincent (Edgar Ramírez), el marido de Eugenia, y Esteban (Joaquín Furriel), escribano y amigo de la familia.

Antes de participar en los festivales de Venecia y Toronto, Pablo Trapero habló de La quietud con el Diario La Capital de Rosario.

El realizador dijo que le interesaba narrar "el encuentro de las historias explícitas y las silenciosas", habló del gran momento del cine argentino y aseguró: "Lo que más quiero es que la gente se emocione con mis películas".

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-Cuando uno ve los avances de "La quietud" se encuentra con un universo nuevo para tus películas: la clase alta, la aristocracia del campo. ¿Cómo te adentraste en ese mundo? ¿Por qué te interesaba?

-La peli nace por un montón de cosas que tenía ganas de experimentar. Cuando yo encaro un nuevo proyecto tengo en cuenta una combinación de factores: la historia, los actores, el lugar, el tema. En este caso me interesó la combinación de este mundo femenino tan endogámico y tan cerrado con un lugar donde el paisaje es lo opuesto, porque el campo es abierto y está a la vista de todos. Parece contradictoria esta historia con tanta intimidad y tantos secretos en un lugar aparentemente tan amplio. Por otro lado, todos tenemos fantasías de lo que es el campo y lo que representa. Me gustaba la idea de contar esa parte del campo que es la que menos se ve. Acá no se ve la gente que trabaja la tierra, sólo se ve la gente que vive en esta casa. La película se cuenta desde la intimidad de la casa. Y me parece también que la película explora partes de nuestra historia que nunca fueron contadas de esta manera. Va a ser una sorpresa para el público descubrir todos los secretos de esta familia a lo largo de la peli.

-¿Por qué decidiste centrar la historia en dos hermanas?

-Hay una extraña sincronía entre ciertos puntos de la ficción que se fueron conectando con la realidad mientras estábamos filmando. Por ejemplo, Bérénice (Bejo, la actriz franco-argentina que se consagró con El artista) vuelve al país después de muchos años, y si bien su historia no tiene nada que ver con la historia de su personaje, tiene muchos puntos en común con su historia de volver al país, de encontrarse con su pasado. Hace muchos años, cuando conocí a Bérénice y vi el parecido físico que tenía con Martina, un poco en chiste y un poco en serio, pensé que era un buen motor para un proyecto: que ellas fueran hermanas en la ficción. Estas hermanas son prácticamente gemelas, pero con vidas completamente distintas, y al mismo tiempo están hiperconectadas. Ese fue el origen de este proyecto, dos hermanas que podrían haber sido idénticas en todo sentido pero que la vida las separa, y al mismo tiempo esa simbiosis sigue existiendo a pesar de la distancia. El contexto está alejado de ellas. Lo primero que ves en la película es que ni Mía ni Eugenia pertenecen a ese universo, están como en un universo abstracto para ellas.

-¿Cómo definirías a la familia protagonista? ¿Son aristócratas? ¿Son nuevos ricos?

-Son un poco las dos cosas. Siempre la aristocracia, en algún momento, fueron nuevos ricos (risas). Y ese es un poco el círculo de la película: dónde está ese límite, cuándo dejaron un lugar para ocupar el otro. Y ahí está también el corazón del pasado de esta familia: en qué momento ocuparon ese espacio, por qué y cómo. Esto le pasa también a las hermanas a medida que van creciendo y van descubriendo quiénes son sus padres, de dónde vienen. Creo que ese es uno de los atractivos de La quietud, encontrar en el presente, junto con ellas, quiénes eran realmente sus padres, porque ellas vivieron fuera del país, tuvieron vidas muy distintas y además vidas diferentes a las de mucha gente de su generación. Las cosas se van viendo como en un gran flashback pero sin usar ese recurso, porque la película es toda en presente. El pasado se revela ante los ojos de estas chicas, que no son tan chicas, pero son un poco naif. A estos personajes les pasa lo que a veces nos pasa a todos: omitimos ver historias que tenemos cerca.

-En una entrevista reciente dijiste que en "La quietud" quisiste hacer "pequeños homenajes a películas o directores que transitaron esos mundos de lo no dicho". ¿A qué directores te referías?

-Una influencia directa fue (Luis) Buñuel, películas como El ángel exterminador o Belle de jour, donde todo el tiempo lo más atractivo pasa por lo que los personajes no están diciendo. Los personajes se expresan mediante ciertas acciones, pero en el fondo el conflicto es otro. En nuestro cine está la presencia de las películas de (Leopoldo) Torre Nilsson, donde también estaban estos mundos duales: una cosa era lo que se veía, otra lo que decían los personajes y otra lo que verdaderamente pasaba. El desafío para mí era que la película fuera narrando varias historias al mismo tiempo, algunas explícitas y otras silenciosas, y descubrir el encuentro de estos dos mundos. En otro extremo te podría hablar de las películas de Hitchcock, que parece que hablan de un tema, pero lo que realmente sucede está en otro nivel, está pasando en otro lado.

-Los personajes de "La quietud" son todos lindos y exitosos, "parecen estar siempre dentro de Instagram", como dijiste en una entrevista. ¿Buscabas desmontar esa imagen de alguna forma?

-Ese tipo de cosas se caen por sí solas. Pero me interesaba narrar esa fantasía de ese mundo Instagram, lo que se expone y lo que realmente pasa. Todos tenemos una vida pública y una vida privada, y no es nada nuevo. En ese sentido esta película tiene mucho en común con El clan. Ahí había una familia que era respetada, eran exitosos y queridos en el barrio. Sin embargo, había un lado B de esa historia. La quietud continúa en esa dirección.

-Venís de una película como "El clan", que vendió más de dos millones de entradas y tenía todo el gancho del caso real. ¿Qué expectativas tenés con "La quietud"?

-Después de hacer El clan, que fue una película que batió todos los récords y sorprendió a mucha gente en la Argentina y afuera, sentía que era un buen momento para hacer una cosa distinta. Hace tiempo que vengo craneando La quietud y me pareció que este era un buen momento para concretarla. Espero que la gente se emocione con la película, y sí sé que se van a sorprender con los personajes y la historia. Espero que se dé esa conexión con el público. Para mí es muy difícil evaluar el éxito de una película por la cantidad de tickets que se venden en las salas comerciales. Por supuesto que es una manera válida de medirlo y cuando lo vivo lo disfruto. Pero la vida de una película es mucho más larga que las cinco semanas que puede estar en una sala comercial. Y sobre todo en los últimos años. Yo me formé viendo clásicos decenas de años después que se estrenaron, y esas películas me han hecho ser director. Una película es exitosa cuando encuentra su público, no importa cuándo. Eso es lo que espero de La quietud.

-Ahora están en cartel "El Ángel", "Mi obra maestra" y "El amor menos pensado". Es un lugar común decir que es un gran momento del cine argentino. ¿Esta aseveración es del todo cierta?

-Los análisis siempre son un poco parciales, depende de dónde te toque estar. Siento que es concretamente un buen momento porque se estrena una película tras otra y el público las acompaña. Y son películas de calidad y muy distintas entre sí. Esa realidad es innegable. La gran pregunta que nos hacíamos hace unos meses era ¿van a sobrevivir todas estas películas en un mismo mes? Y pareciera que sí. Hay algo muy bueno y que vemos muy poco, porque siempre estamos abrumados por las cosas que no funcionan (risas): a pesar de las crisis que hemos tenido, de todo tipo, el cine argentino siempre ha tenido un público, y en los últimos años creció y varió. Antes sólo había público para las películas más comerciales, después se impusieron más las películas de autor, y ahora lo que está pasando es que hay público para distintos tipos de películas. Lo que hay que valorar, y que no pasa en muchos países, es que nosotros podemos ir al cine a ver nuestras historias, con nuestro acento, con nuestros actores. Eso es algo que el público también fue valorando con los años. A pesar de que siempre fue difícil hacer películas, y que sabemos que no es un lecho de rosas producir cine, creo que el gran estímulo es sentir que sí hay público diverso para películas diversas, que no hay que hacer siempre la misma película. Y lo que está pasando ahora en las salas es la prueba. No sé si esto define el éxito, pero sí define la curiosidad del público por el cine argentino.

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Equipo. Los protagonistas de La quietud posan junto a Pablo Trapero.
Equipo. Los protagonistas de La quietud posan junto a Pablo Trapero.
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Familia. Martina Gusmán y Bérénice Bejo son hijas de Graciela Borges en el filme. 
Familia. Martina Gusmán y Bérénice Bejo son hijas de Graciela Borges en el filme. 

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