Extremadamente talentoso, pero humano. Excéntrico hasta la médula, pero amable y respetuoso. Bruno Gelber llegó el miércoles a la noche a Mendoza y desde entonces se ha enfocado en practicar y estudiar por enésima vez el Concierto Nº3 para piano y orquesta, op. 30 en re menor, de Serguei Rachmaninov. Esa será la obra con la que deleitará los oídos de los mendocinos el domingo, en el Independencia, junto con la orquesta Filarmónica local.

Nuestra provincia tendrá nuevamente el placer y el honor de recibir a Gelber en un concierto a beneficio de la asociación Avome. Tanto el repertorio como los avatares de su extensa y elogiada carrera fueron los tópicos sobre los que se expresó en esta entrevista el pianista argentino que conmueve al mundo entero con el discurrir de sus manos por las teclas.

–¿Qué tiene de especial para usted este concierto de Rachmaninov?–Es uno de los conciertos más difíciles que existen, uno de los más divinos, románticos, cálidos y soñados del repertorio pianístico. Hay que poder hacer esas 14.660 notas en 35 minutos. Y hay que tener un director maravilloso, que lo tengo, o mejor dicho, la tengo. La directora tiene que saber la interpretación de memoria, porque cada pocos compases cambia de ritmo, de espíritu. Es tan variado, tan rico, tan extraordinario y cambiante que hay que saber absolutamente de memoria la interpretación del solista.

–¿Y la orquesta?–Tiene que haber una orquesta que tenga la paciencia de no tocar fuerte. Y esta orquesta ha hecho unos progresos fantásticos. Lo que pasa es que a las orquestas les gusta ser protagonistas y a veces al acompañar en un concierto la cosa se pierde. Hay conciertos que son para piano y orquesta y otros que son para el instrumento con acompañamiento de orquesta. Esa es la diferencia. Este concierto es con acompañamiento de orquesta, que tiene que hacer cosas como para el ambiente. Rachmaninov es un compositor que toca en todo el piano al mismo tiempo y también la orquesta. Yo he oído este concierto en otras partes del mundo con gente que admiro mucho y, sin embargo, se oye muy poco el solista porque la orquesta tocaba demasiado fuerte. Por eso es un placer tocar con la maestra Ligia Amadio, porque ella sabe entender eso y lo sabe antes que se lo pida. Somos una sola alma desde hace años.

–¿Afecta la popularidad que la obra cobró por la película Claroscuro (Shine)?–Los conciertos de Rachmaninoff han sido siempre muy populares. Son conciertos enamorados, de un romanticismo glorioso. Nada es suficiente para llevar la música clásica a ser popular. Todo lo que se ha hecho con la música clásica popularmente ha tenido éxito. Muchos creen que la gente no tiene la paciencia y, sin embargo, cuando se les da cosas de calidad les gusta y mucho. Esta música es producto de la inspiración divina de los genios, por eso es indispensable que se difunda.

–¿Cómo ve a los nuevos pianistas?–Hay muy buenos nuevos pianistas argentinos. Siempre hubo gente muy talentosa, en Sudamérica estamos formados por tantas nacionalidades que realmente traen consigo los genes de la música. Lo que pasa es que vivimos en un mundo donde todo es tecnicismo, todo son botoncitos. No lo critico, simplemente digo, con toda honestidad, que si hubiera nacido en esta época no habría podido hacer todo lo que hice. Con tanta distracción, si hubiese tenido 200 canales de televisión en color, los jueguitos electrónicos, computadora y todo eso, no hubiera hecho lo que hice. Así que admiro cuando alguien joven realmente se concentra en su vocación. Hay mucha facilidad para la dispersión, no estoy en contra de lo moderno, pero cuando es mal usado se pierde un tiempo fantástico.

–¿La emoción frente al piano se conserva como al principio?–Gracias a Dios que no es la misma. Empecé a los 3 años y medio y cuando toqué un concierto a los 5 lo toqué con un desparpajo tremendo. No tenía el menor nervio y no me importaba nada, estaba encantado, toqué como si fuera cualquier cosa. La emoción es distinta, la vida te va impregnando de vivencias, de cosas que hacen que uno se vuelva más sensitivo. Uno aprende a percibir las cosas y es una maravilla, pero hay que tener una buena naturaleza para utilizar eso positivamente.

–¿El teclado todavía tiene cosas nuevas para ofrecerle?–Yo me casé con este señor con cola negra y dientes blancos a los 5 años y todavía lo sigo sirviendo, lo sigo amando y le soy fiel.

–¿Qué opina de la dirección?–La dirección no me interesa. Soy amigo de los directores de orquesta y he nacido y vivido en el Colón desde los 4 años porque mi padre era músico de la orquesta. Me integro con los directores, no son enemigos. Me importa mucho la orquesta, no la tomo como un mal necesario, como dice otra gente. Es una maravilla, los compositores han dado sus mejores frutos con las obras para orquesta y para instrumentos solistas. Son obras magníficas. Me siento muy integrado.

–¿Y de la composición?–¿Qué me voy a meter yo habiendo los compositores que hay? ¿Para qué me voy a meter a hacer una porquería yo? No, nunca voy a alcanzar a tocar todo lo que me gusta y todas las maravillas que hay.

–¿Qué compositor es su predilecto?–Beethoven, a pesar de su carácter. Si me tuviera que ir a vivir a una isla desierta, con Beethoven muy divertido no sería. Me emociona profundamente su forma de sobrellevar su desgracia, tamaña cosa en su oído. He llorado viendo los aparatos que dibujó para que le hicieran así podía escuchar un poco mejor. Lo que tiene Beethoven de divino es que es rebelde, viril, enojado, y a la próxima nota está en el cielo, en lo más excelso de la espiritualidad. A mí eso me revuelve.

Obras:

La orquesta también tocará el poema sinfónico de Richard Strauss Muerte y transfiguración. El concierto es a beneficio de Avome, institución que trabaja con niños y familias de bajos recursos.

Semblanza de un solista exitoso

¿Cómo es la vida de esos personajes que habitualmente vemos sobre el escenario rodeados de un halo de estricta protección y respeto? El pianista Bruno Gelber se encarga de revelar ese costado desde su experiencia personal: “Mi vida nunca fue de buscar, fue de seguir. Fui siguiendo lo que se me iba dando con absoluta obediencia a lo que se presentaba. Es un poco esotérico, pero lo que el cosmos o Dios me presentaba yo lo aceptaba y lo seguía. Así fue que a los 19 años me quedé solito en Europa con mi pata torcida y sin mi madre, quien era el centro de mi vida y lo fue siempre. Lo acepté porque tenía que hacer el camino y aprendí la soledad, que es el plato más complicado del mundo. Aprendí a mandar, cosa que no me interesaba, y aprendí a hacerme respetar. Tenía que tocar en Alemania frente a directores de 60 o 70 años y veían al morochito de 19 años que venía a tocar y me miraban con unas caras terribles. Después del ensayo la cosa mejoraba, pero no ha sido fácil. La vida es muy complicada. Para hacer lo que yo hago no hay que tener sólo talento para la música, hay que tener muchos talentos. Para hacer la carrera tenés que tener personalidad, hacerte respetar, tener sentido del sacrificio y la obediencia. Siempre tenemos alguien que nos manda. La gente se imagina que nuestra vida es un lecho de rosas y que vivimos entre champán y festejos. No. La nuestra es una vida de soledad que no es fácil, se nos quita más de lo que se nos da. Somos el otro. La gente nos ve como el que está separado, el otro. Entonces nos vienen a ver cómo somos, cómo pensamos. No pertenecemos al grupo normal y a veces es tremenda la exigencia que tiene la gente con uno”.

Gelber tiene 70 años, toca el piano desde los 3 y conserva su pasión intacta. Y por eso dice: “La edad me importa un pito, mientras pueda hacer lo que hago bien hecho. El día que sienta que no sirvo a la música como puedo hacerlo normalmente no tocaré nunca más un concierto. Todavía soy capaz de emocionarme y de provocar emoción, de servir a la música activamente y después le serviré pasivamente a través de los demás”.

Concierto: domingo, a las 20, en el teatro Independencia (Chile y Espejo, Ciudad).

Entradas: $150, $120 y $70.

Dirección: Ligia Amadio. 

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Brunbo Gelber toca en Mendoza.
Brunbo Gelber toca en Mendoza.
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Bruno Gelber es uno de los pianistas más prestigiosos del mundo.
Bruno Gelber es uno de los pianistas más prestigiosos del mundo.
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Ld irectora titular de la Filarmónica, Ligia Amadio, Bruno Gelber y el piano Steinway and Sons.
Ld irectora titular de la Filarmónica, Ligia Amadio, Bruno Gelber y el piano Steinway and Sons.