Agua y ajo en un presente de temer

Por UNO

Según ensaya el filósofo coreano formado en Alemania Byung-Chul Han, como sociedad, por el uso intensivo de las pantallas, internet y los sucedáneos, empezamos a padecer un temor obsesivo a desconectarnos y, lo más significativo, comienza a producirnos miedo la posibilidad de alguna demanda real. Y a la vez, la omnipresencia de lo virtual, que prácticamente gobierna nuestro tiempo y provoca esta opulencia informativa, nos exige una conducta de vigilia noticiosa. Pretensión de imposible cumplimiento. Con la profusión de medios y la activación de las comunicaciones interpersonales a través de las redes, contrariamente a lo que pudimos prever, saber algo cada vez se hace más esquivo.

Esta superabundancia de periodismo y esta brutal oferta de medios, contrariamente al propósito de ahorrar trabajosas búsquedas particulares, nos confunde y nos lleva a territorios que de ninguna manera quisimos visitar. Y el trabajo que demanda cribar lo que nos es útil de todo el resto nos absorbe tanto tiempo que cuando arribamos al dato ansiado, seguramente quedó obsoleto.

La confusión que opera sobre lo que es y lo que no -algo que ya hemos abordado aquí- se ve favorecida por este nuevo fenómeno, que es el espectáculo del streaming político. Show que excede lo meramente propagandístico. Despliegue escénico al que se le otorga mayor relevancia que a las decisiones de fondo, esas que sí terminan afectándonos en el escenario cotidiano, en ese otro plano de nuestra existencia, en ese lugar en el que -aunque a través de medios electrónicos- debemos tributar. Comprar y cancelar. Más problemático aún es que esas escenificaciones antes eran mérito exclusivo de los ocupantes del Poder Ejecutivo, y ahora se extendieron escandalosamente a los ámbitos legislativos y a lo que pudo parecernos imposible, contagió a la otrora burbuja impenetrable e imperturbable, nos referimos al Poder Judicial.

Para confirmar esta promiscuidad de realidades superpuestas, basta con cotejar las diferencias entre los títulos rimbombantes y los escuálidos números que terminamos leyendo en los informes. Cuando se trata de crecimiento económico, por ejemplo, ocurre esto, y no es sólo responsabilidad de quienes ocupan transitoriamente los poderes del Estado, también es merced a las actividades del sector privado, y -como no- lo mismo ocurre desde las organizaciones del tercer sector. Datos anacrónicos, presentaciones interminables y ausencia de contenidos que sirvan concretamente para tomar decisiones inteligentes.

La evidencia nos exime de más pruebas. Nos pasamos el fin de semana anterior haciendo curso acelerado de portugués. Ajustada derrota en la Corte Suprema del Brasil. Seis a cinco. Ganó la negación al hábeas corpus. No prosperará la candidatura a presidente del presidente más popular que haya tenido Brasil en toda su historia. Y a pesar de su rol estelar como Luiz Inácio Lula da Silva, ante el establishment internacional, y aunque las inversiones allá si hayan sido o maior do mundo, la decisión judicial tiene carácter inapelable en lo jurídico, habrá que ver si será igual en lo político y social. Y deberemos estar muy atentos para ver si esto nos afectará también por acá.

Si con idéntico entusiasmo nos proponemos saber cuál es la vinculación de nuestro desarrollo y de nuestra economía con la república de Estados del Brasil, veríamos información retaceada y anacrónica.

Sabemos gracias al informe del IERAL, y según datos provistos por el INDEC, que en el 2016, o sea más de un año atrás, el volumen de exportaciones desde Mendoza a Brasil significó el 18% del total exportado por Mendoza. Y aunque nuestro orgullo se sintetice en una delgada copa que envuelve al glamoroso Malbec, de los 242 millones de dólares que consumieron los connacionales de Vinícius de Moraes, el protagonista principal en esta transacción exhibe blancos dientes aunque carece de elegancia y abunda en perfume: el ajo. Sí. El 36% por ciento de lo que se produce en Mendoza con destino Brasil no requiere de gran intelecto, está lejos de las TIC y aunque es un vegetal, en poco se vincula con la ansiada Economía Naranja.

Para que el espectro maquillado de la cruel realidad no nos embriague con millones de minidiscursos inadministrables, será mejor concentrarse y estar atentos en nosotros, en nuestras capacidades escondidas.

Aunque la foto de nuestro perfil esté muy bien producida, es recomendable enfrentarnos con ambas realidades de manera frontal y honesta. Para conseguirlo deberemos dejar de fingir que lo que más nos preocupa es la pobreza ajena, mientras hacemos lo imposible por no convidar ni siquiera la porción que nos corresponde compartir.

Concretar acuerdos y proyectos. Ponerle recursos. Enfatizar en la educación.

Invertir en ella. Dejar de pensar que el arte es una experiencia estética para algunos pocos. Otorgar presupuesto. Permitir que los chicos y adolescentes tomen contacto con nuestros artistas, sean espectadores dentro y fuera de las escuelas. Acercar las obras a todos los lugares públicos. Poner en valor a nuestros artistas. Y darles a los alumnos la oportunidad de crear, de hacer, de fabricar, de componer. Entregarles los materiales y la capacitación necesarias.

Ninguna intención altruista ni revolución cultural. Una mirada desangelada y meramente económica, si prefieren. Saber que una obra, una sola de Gauguin, de Cézanne, de Pollock, para no acudir al renacentista Leonardo, puede conseguir recaudar (y de hecho lo obtuvieron) un valor superior a lo que Mendoza exportó a Brasil en el ajo producido durante todo un año, es un dato orientativo. Saber lo que factura hoy Turquía en turismo, gracias a su política de incrustar sus telenovelas en toda caja boba que haya disponible, ahorra cualquier extensa explicación de por qué hay que dirigir las inversiones hacia otros terrenos. Esto, sin dejar de agradecer y cuidar a los productores de ajo, antes de que acudamos menesterosos a pedirles una ristra para colgar en el Arco del Desaguadero.

La catástrofe es virtual. Una excelente manera de anticiparnos, cuestión de que no desborde hacia lo real, es planificar y aprovechar con un sentido más amplio y generoso lo que ya tenemos y lo mucho que podríamos tener.

Ya no basta sólo con mantener el agua inmaculada para humedecer el ajo.

El hoy requiere observar, tener datos precisos a mano. Investigar. Analizar.

Trabajar en consecuencia. Solidarizarnos. Obligaciones no menores.

Lo que está atravesando la región en materia política no es nuevo, y aunque ya nada nos asuste, tanto en la vasta geografía donde aún opera la gravedad como en el planeta hecho de pantallas, la amenaza se viene cumpliendo y es de temer.

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