UNO Di·Vino
Entrevista UNO Di·Vino

"Ponerle números al vino es una simplificación absurda"

En 1999, Patricio Tapia publicaba su primera guía Descorchados. Con el tiempo, el periodista y crítico de vinos supo ganarse un lugar importante como referente de vinos sudamericanos. Conquistó los mercados de Brasil, Chile y Estados Unidos, pero había un destino que todavía le era adverso: Argentina.

Con ese objetivo claro, Patricio decidió realizar un fuerte proceso de expansión de la guía. “Ya nos sentimos bien instalados en Brasil, Chile y Estados Unidos”, afirma Patricio y agrega: “Nos faltaba Argentina, en donde creemos que el libro es conocido y merece tener su propio evento”, así fue como a fines de 2019 realizó por primera vez la presentación de Descorchados en Buenos Aires.

“Ponerle números al vino me parece, per se, una simplificación absurda. Pero como no he llegado a ningún sistema que sea mejor para calificar vinos, me lo banco. Y los uso”.

Su forma de catar es en dos etapas: Una frente a los bodegueros y conociendo todos los detalles de sus vinos; la segunda, en cambio, la hace a ciegas con muy poca información de cada botella. Luego, chequea los puntajes que le adjudicó en cada cata y ajusta las calificaciones.

En estos años de la guía, ¿qué cambios encontrás en el consumidor de vino?

Creo que no es impreciso decir que el consumidor bebe menos (por las razones obvias que implica nuestra sociedad moderna, de ciudad), pero es más selectivo. Hemos visto un creciente interés por aprender, por descubrir, por ir más allá de las marcas que nos gustaban antes, a nosotros o a nuestros padres.

Solés afirmar que la objetividad en el vino no existe, entonces, ¿cómo se logra la máxima objetividad posible a la hora de puntuar un vino?

Es una buena pregunta. Efectivamente, no creo en la objetividad en el vino, pero sí creo en que debe cumplir ciertos parámetros cualitativos para que un vino pueda ser recomendable. No hay objetividad en el “me gusta” o en el “no me gusta”, pero sí hay objetividad en el decir que este “tinto tiene la volátil demasiado alta” o que “sus aromas huelen a huevo podrido”. En el libro, recomendamos todo tipo de vinos que cumplan esos parámetros, pero los que destacamos son aquellos que van más allá, que además de tener un cierto nivel cualitativo, tienen carácter, identidad, intensión, sentido de lugar.

¿Quién creés que mira más el puntaje de los vinos: el bodeguero o el consumidor?

Creo que el bodeguero. Y el bodeguero lo usa y lo replica para seducir al consumidor. En otros países, a esa ecuación se suma el importador o el distribuidor.

¿Por qué creés que hay muchos colegas y críticos que no le gustan los puntajes?

Muchos no están de acuerdo, lo que es normal. Yo tampoco, la verdad, lo estoy. Y me he quejado por ya muchos años. Ponerle números al vino me parece, per se, una simplificación absurda. Pero como no he llegado a ningún sistema que sea mejor para calificar vinos, me lo banco. Y los uso. Dicen por ahí que hay que saber elegir tus batallas. Yo esa no la elijo más: mis fuerzas las destino a otras que, creo, son más importantes.

En Argentina, los puntajes no son tan influyentes como sí lo son en otros países –Estados Unidos, por ejemplo– a la hora de comprar un vino, ¿por qué creés que se diferencia tanto el argentino en esto?

La verdad es que no lo sé. Lo que sí sé es que, como cualquier consumidor en el mundo, el argentino busca orientación. Y esa orientación puede estar en muchos lugares, uno de ellos es Descorchados.

“Cuando el movimiento de los naturales comenzó a emerger, nuestro entusiasmo por esta noticia nos llevó a recomendar vinos que es probable que tuvieran defectos”.

¿Es más difícil llegar al consumidor argentino que a Chile o Brasil?

No hemos tenido dificultades de entrar a ningún mercado. Por razones obvias (llevamos más tiempo) en Brasil y Chile el mensaje se entiende con mayor claridad. Pero creo que en Argentina eso está comenzando a suceder. Y eso nos tiene muy felices.

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En diferentes ámbitos, ya sean políticos, históricos o deportivos, existe rivalidad y hasta rispideces entre argentinos y chilenos, ¿sentís que eso te juega en contra a la hora de presentar tu guía en el país? ¿O a la hora de puntuar los vinos argentinos conociendo tu origen?

No. Nunca lo sentí, ni tampoco nunca me enteré. Los primeros años, sin embargo, fueron difíciles porque nuestro discurso era raro para ese tiempo: más frescor, menos extracción, menos maderas, más sentido de lugar. Eso fue lo que nos trajo más problemas. Pero eso fue hace muchos años ya, más de una década…

En tus últimas guías aparecieron bodegas muy pequeñas con vinos que hasta muchos los consideran con defectos (casos de vinos Naturales, por ejemplo), ¿qué se responde al crítico o colega que no comparte ese gusto o que no suele darle puntaje porque –justamente– lo considera defectuoso?

Reconocemos que, cuando el movimiento de los vinos naturales comenzó a emerger en el mundo y en Sudamérica, nuestro entusiasmo por esta noticia (somos periodistas, después de todo…) nos llevó a recomendar vinos que es probable que tuvieran defectos evidentes que, muchas veces, los hacían algo insoportables de beber. La historia, en ese caso, era más importante que el vino en sí mismo. Eso no nos ha vuelto a pasar por ya varios años. Hemos aprendido que, antes que nada, el vino debe ser rico, no debe tener defectos evidentes que lo hagan intomable y que, por mucho que detrás haya mucha intención y una muy buena historia, si no hay talento vitícola y/o enológico, el asunto no cierra. Un escritor puede tener muy buenas ideas, pero si no sabe redactarlas, esas ideas no sirven de nada.

Los vinos argentinos fueron mutando en los últimos años de más concentrados y sobremaduros a más frescos y casi sin madera, ¿los puntajes de aquel estilo al actual fue cambiando también?

Por supuesto. Humildemente, nosotros contribuimos mucho en ello. Y hubo discusiones y polémicas (muy sabrosas, muchas de ellas) que lo prueban. Los puntajes reflejan el tremendo momento que vive el vino argentino.

¿Sentís que cambió tu paladar de tu primera guía a la última? Me gusta mucho un dicho de ustedes: “Todos tenemos un muerto en el placard”, o algo así. Yo no nací tomando sólo vinos frescos, equilibrados y verticales. También fui puliendo mi paladar.

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