“No hay como los
amaneceres en rodaje”
Cristina Raschia, cineasta mendocina
La vida cerca del Puente Olive en Godoy Cruz, a mitad del siglo pasado, era parsimoniosa y terrosa. Sin embargo, se alteraba cuando “otras” vidas se desarrollaban en el predio donde funcionaba Film Andes, la innovadora productora de cine de aquel tiempo.
Un amigo evoca los recuerdos de su padre, que vivió su adolescencia como vecino de ese mundo mágico del cine hecho en el barrio. Mi amigo Enrique (ahora es actor vocacional y comunitario) repite cada vez que se lo piden esa anécdota sobre el rodaje de El último cowboy, una bella parodia de un western norteamericano made in Mendoza.
“Resulta que el amigo de mi viejo, que se llamaba ‘Loncharis’, tenía muy buena puntería con la gomera, entonces lo buscaron para simular una serie de disparos a las botellas de la cantina del Lejano Oeste”, cuenta Enrique, sonriente, gozando de la narración. “Entonces, a cada disparo que se producía de las balas de fogueo de los actores le correspondía un piedrazo certero del infalible Loncharis. Mi viejo y sus amigos se sentían parte de esa historia que después vimos en el cine”, concluye satisfecho mi amigo.
Las vidas que el cine muestra son de otros tiempos y otros lugares. Quienes dan parte de sus vidas para el cine viven en ese mundo mágico; si es en el barrio, mejor todavía.
Esta pequeña historia del mundo real es un ejemplo de lo universales que son las historias audiovisuales si están bien contadas. Lo sintetiza del mismo modo la talentosa y resiliente Cristina Raschia, que disfruta de un amanecer filmando.
Pero, ¿cómo hacer para que este gozo individual y comunitario alcance el nivel de industria, de trabajo conjunto, profesional, y que se logren niveles de calidad competitivos con cualquier producto hecho en el planeta?
Supo decir la misma Raschia en una entrevista de hace dos años: “El presente de Mendoza (en el desarrollo de producción audiovisual) es muy promisorio y tiene que ver con la prepotencia del trabajo con la cual encaramos esto”. La realizadora se siente protagonista de ese devenir y parafrasea a Roberto Arlt cuando habla de “prepotencia de trabajo”.