Viviendas colaborativas

Varones mayores de 60 dejaron el geriátrico para compartir una casa en una experiencia inédita en el país

El Estado aloja en casas del IPV a hombres que no pueden vivir en geriátricos. De convivir con un extraño a formar una nueva familia

La Dirección de Adultos Mayores de Mendoza implementó un sistema de residencias compartidas en casas que pertenecen al Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) para mayores de 60 años, que tienen un alto grado de independencia, están bien de salud y no se las puede alojar en los geriátricos.

Ya funcionan tres casas en el Gran Mendoza, en donde se eligen perfiles de varones para que compartan la vivienda y se acompañen bajo normas de convivencia y la asistencia del Estado. Algunos de ellos tienen una actividad, como la venta ambulante o un oficio que les ayuda a solventarse, más allá de la asistencia del Estado.

Son adultos mayores que por distintas circunstancias de la vida no pueden vivir con sus hijos, enviudaron o se divorciaron y no cuentan con recursos económicos para asegurar su subsistencia. Antes de ingresar en el programa de las residencias compartidas, el Gobierno les aseguraba una plaza en los geriátricos, pero no era un lugar natural para estos hombres que se sienten vitales y llenos de energía.

Pasaron de instituciones con horarios estrictos y una rutina bien marcada a disponer libremente de las 24 horas, salir a trabajar, comer cuando hay necesidad y empezar a formar vínculos, entre este grupo de individuos que comenzaron por ser desconocidos y hoy se acompañan en la vejez.

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Uno de los residentes de las casas para adultos mayores. Se vive con libertad y no hay horarios para disfrutar del tiempo y de las cosas simples de la vida.

Uno de los residentes de las casas para adultos mayores. Se vive con libertad y no hay horarios para disfrutar del tiempo y de las cosas simples de la vida.

Con historias de vida muy diversas, con dolores en el alma, pero con mucha fortaleza, hoy emprenden un nuevo comienzo. Una nueva oportunidad. Para respetar su intimidad Diario UNO usó otros nombres en esta nota.

Las historias de los habitantes de las residencias compartidas

Ricardo (63) y Juan (62) son compañeros, junto a otros dos hombres, en la residencia desde hace algunas semanas y ya viven una experiencia transformadora e inédita en el país.

Ricardo relató que llegó de Santa Fe a Mendoza en un proceso de recuperación de las drogas a Remar. Cuando terminó el tratamiento y ya estaba listo para hacer una vida normal, se encontró en una provincia en la que no tenía ni vivienda, ni empleo, ni conocidos que lo ayudaran a asentarse y había que empezar de cero.

“Adultos Mayores me abrió las puertas, cuando yo había superado muchas etapas en mi vida. Estuve un tiempo en una residencia de larga estadía porque no podía volver con mis hijos y mi ex esposa. Recién ahora volví a pasar unas fiestas con ellos en Santa Fe, después de mucho tiempo”, reconoció Ricardo, en una charla en profundidad con UNO.

En el geriátrico vivía en una casa con unas 15 personas que en su mayoría estaban enfermas y tenían una dependencia total con el personal de asistencia.

“Yo necesitaba algo más pequeño. Un lugar donde poder desarrollarme y expresarme con mis compañeros con los que tenemos largas charlas de nuestras vidas y de lo importante que es sentirse libre y proyectar cosas nuevas, o tener una cama limpia y calentita cuando en la vida perdiste todo”, prosiguió Ricardo.

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Los compañeros de residencia trabajando en el jardín de la casa.

Los compañeros de residencia trabajando en el jardín de la casa.

Salir al patio, tomar mate, hacer largas caminatas y mirar la tele, tienen un gran valor para cualquier ser humano, pero es superlativo en estas circunstancias y así lo vivenciaron ellos.

“El otro día pasó algo muy lindo. Juan tenía ganas de comer chorizos, fue a comprar y compartió con todos nosotros”, dijo con mucho entusiasmo.

Con Juan ya se pusieron manos a la obra para arreglar el jardín de la casa, que tiene un lindo rosal pero hace falta más verde y pidieron todos los elementos necesarios para trabajar la tierra.

Juan se dedica a la venta ambulante y compra mercadería que revende, gracias a un subsidio provisto por la Dirección de Adultos Mayores. Pasa la mayor parte del día en este trabajo y sale muy temprano en la mañana para adquirir los productos y luego ofrecerlos. Juan también pasó por Remar, luego de cumplir cuentas con la Justicia.

Yo necesitaba algo más pequeño. Un lugar donde poder desarrollarme y expresarme con mis compañeros con los que tenemos largas charlas de nuestras vidas y de lo importante que es sentirse libre Yo necesitaba algo más pequeño. Un lugar donde poder desarrollarme y expresarme con mis compañeros con los que tenemos largas charlas de nuestras vidas y de lo importante que es sentirse libre

“No tenía relación en ese momento con mi familia que está en Malargüe y un tiempo estuve en la calle hasta que me dieron una mano las trabajadoras sociales de Adultos Mayores. Qué feo fue andar en la calle sin poderme bañar. Me acuerdo que en una estación de servicio me dejaron higienizarme con la bomba y el agua salía helada”, relató la amarga experiencia que hoy puede recordar desde una posición totalmente distinta en su vida.

“Con Ricardo siempre hablamos de la gente que duerme en la calle y nos da mucha pena. Nosotros damos gracias de tener nuestra casa, así la sentimos”, recalcó.

Por ahora en la casa reciben asistencia alimentaria y de personal que limpia las instalaciones y cocina. Una vez que puedan tener una pensión pasarán a ocuparse íntegramente de las tareas domésticas, como del mantenimiento de la casa. Otros hombres ya viven bajo esta modalidad en toda la provincia.

La Dirección de Adultos Mayores hace un monitoreo permanente de cómo se encuentran y cómo transcurre la convivencia entre extraños que ya van consolidando una nueva familia.

“Ya les dije a mis hijos que para la próxima Navidad no voy a ir a Santa Fe, voy a pasar las fiestas de fin de año con mis compañeros”, aseguró Ricardo.

Una nueva concepción de la vejez

El director de Adultos Mayores, Lucas Luppo, explicó el programa de residencias compartidas o viviendas colaborativas surgió para dar respuesta a la necesidad de dar otro centro de vida a adultos mayores que se podían valer por sí mismos y que convivían con personas que están enfermas y postradas, que requieren otros cuidados.

"Son hombres que están bien de salud, que pueden salir a trabajar y valerse por sí mismos. Es un trabajo de la dirección y de todo el equipo técnico, el hacer la integración previa y la evaluación de los perfiles para que puedan congeniar. A la vez, hacemos todo un trabajo de recuperación de viviendas sociales del IPV para la dirección y que responde a un cupo para la tercera edad", detalló.

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Lucas Luppo, director de Adultos Mayores.

Lucas Luppo, director de Adultos Mayores.

"Cuando por diferentes razones, estas personas no tienen a la familia, o un pariente donde alojarlos, el Estado responde por ellas, que están en el extremo de sus vidas y que no eligieron lo que les pasó. Estamos haciendo una revalorización de la vejez y en Mendoza se hace con dignidad", subrayó Luppo.

Con Ricardo siempre hablamos de la gente que duerme en la calle y nos da mucha pena. Nosotros damos gracias de tener nuestra casa, así la sentimos. Con Ricardo siempre hablamos de la gente que duerme en la calle y nos da mucha pena. Nosotros damos gracias de tener nuestra casa, así la sentimos.

Experiencias como la de la provincia son inéditas desde el sector público. A nivel privado, ya son una tendencia las casas colaborativas, diseñadas y pensadas para que a los sesenta o setenta y tantos no se viva en soledad.