A finales del siglo XII nace Ricardo, en Wyche, en una familia de trabajadores del campo. La clase baja del pueblo es pobre y está sumida en la ignorancia y en la superstición. Y él luchó por erradicarlo.
Ricardo es enérgico e intransigente cuando se tratan asuntos en los que está presente la injusticia, la inmoralidad o la avaricia. Posiblemente, esta condición natural en él sea lo que le lleva a un distanciamiento, cuando no rechazo de los poderosos.
El caso es que la austeridad vivida en casa de sus padres, cuando fue niño, debió prepararle para la misión que había de desempeñar de adulto.
Estudió en Oxford, pero por sus bajos recursos pasó hambre y frío. En Bolonia aprende durante siete años los cánones, haciendo lo que hoy llamaríamos la carrera de Derecho. Cuando vuelve a Oxford, es nombrado Canciller de la Universidad, del arzobispado de Canterbury y también de Lincoln. Ejerce la docencia en Orleans por dos años y allí se ordena sacerdote.
Cuando el rey Enrique III, se apodera por sistema de los beneficios eclesiásticos vacantes, se opone rotundamente a esta elección.
Además, prefiere para la sede libre a Roberto Passelewe por razones de "erario real". Interviene el papa Inocencio IV que está presidiendo en este tiempo el concilio de Lyon, confirmando el nombramiento de Ricardo y consagrándolo, personalmente, el 5 de marzo de 1245. Pero esto pone peor las cosas debido a la rivalidad existente entre Inglaterra y Francia.
En estas circunstancias, el nombramiento de Ricardo ha caído, humanamente, en mal momento. El rey ha mandado cerrarle físicamente las puertas del palacio episcopal y ha prohibido darle cobijo y dinero.
Visitaba las casas de los pescadores y catequiza a los humildes con quienes comparte alimento. Cabe destacar que eso, para la época, era un escándalo para altos eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que disfrutan de buena mesa.
Además, condenó los abusos de poder y los vicios de la época con extraordinaria energía; de modo especial, presenta una defensa a ultranza del derecho frente a la arbitrariedad y al abuso de poder; predica la doctrina evangélica frente al nepotismo reinante.
Murió en la casa-asilo -"Mas-Dieu"- para sacerdotes pobres y peregrinos, a los 55 años de edad.