La mentira más clara o la más común es cuando un niño/a raya las paredes y luego niega esta acción, a pesar de que los padres tengan evidencias claras.
Los niños mienten para evitar las consecuencias negativas, como por ejemplo un reto, un castigo, etc. La mentira ampara al niño de evitar el castigo, de mantener una imagen positiva con sus padres y de evitar la decepción de los adultos.
Los niños no pueden anticipar las consecuencias futuras de sus actos y, por lo tanto, no consideran la posibilidad de que su mentira sea descubierta. Además, su imaginación los lleva a entender las emociones y pensamientos de otra forma.
Muchos niños/as aprenden a mentir por observación, ven y escuchan a los adultos hacerlo y lo copian. Frases como "no le digas a mamá que comiste galletas" o excusas inventadas para evitar compromisos sociales son tomadas como aceptables por los niños.
Con el tiempo los niños/as tienden a internalizar estas conductas y formas de mentir. Sin embargo esto cambia a medida que crecen y se dan cuenta de que los adultos pueden descubrir estas mentiras.
Por otro lado, también puede ocurrir que si logran engañar con éxito, perfeccionan sus técnicas, y hacen que sus mentiras sean más elaboradas y difíciles de identificar.
En caso de darse cuenta de que un niño/a miente, los adultos deben actuar con sinceridad y explicarles por qué esta conducta no es aceptable.
De esta manera, los niños aprenderán que la honestidad es muy importante, y que es mejor actuar con la verdad. También hay que evitar caer en lugares comunes como un castigo, ya que esto puede afectar negativamente al niño. Hay que dejar que el niño/a se explique y diga por qué mintió.