Por eso mismo Oliver escribió su libro autobiográfico Siempre estuve ahí. Para acortarles y aliviarles el camino a otras personas que pasen por situaciones similares.
Y por eso da entrevistas, como la que tuvimos en el programa La Conversación de Radio Nihuil. Para seguir contribuyendo a que se abran las mentes y los corazones.
-Hola, Oliver, buen día.
-Hola, qué tal. Un gusto. Gracias por la invitación.
-Tenía curiosidad por escuchar tu voz, porque vos le prestás mucha atención a este aspecto. Es uno de los tantos saltos que te diste en la vida.
-Sí, total. Cuando empecé con las hormonas y todo lo que ocurre a partir de ahí, los cambios en la voz fueron una de las cosas que más me beneficiaron porque, de alguna manera, eso me permitió encontrarme con mi propia voz, con esa voz interna mía.
-¿En qué lugar vivís?
-En Buenos Aires, en la zona de Saavedra. Es como un barrio. Y, como pasa en todas las ciudades, los barrios son diferentes entre sí y tienen su propia identidad.
-El camino que transitaste en busca de identidad fue muy enrevesado. ¿Eso resulta más difícil o más fácil en un ámbito barrial que, por ejemplo, en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires, que es más cosmopolita?
-Quizás ahora, con el avance que hubo a nivel derechos, ya con la ley de identidad de género vigente desde hace tantos años, no hay tanta diferencia dentro de la Ciudad de Buenos Aires. Pero nosotros estamos hablando de algo que se dio hace veinte años.
-¿Y qué pasaba en ese entonces?
-En ese momento sí había una diferencia, más que nada porque yo iba a un colegio católico. Era todo más conservador y nadie, pero absolutamente nadie, hablaba sobre temas LGBT y menos todavía sobre temas trans. O sea, la posibilidad de ser trans ni siquiera me pasaba por la cabeza porque era algo que no conocía.
-¿Fuiste a un colegio religioso porque tus padres eran muy devotos o simplemente porque era el que estaba más cerca de tu casa?
-Mis papás, en ese momento, eran un poquito más religiosos, pero no ultrarreligiosos. Creo que fue, más que nada, por una cuestión de costumbre por esto de ser católico, bautizarse, hacer la comunión, etcétera. Esa tradición.
-Claro, una continuidad cultural.
-Yo fui al colegio adonde había ido mi papá. Lo que tienen los colegios católicos es algo que escapa a la religión. Como están estructurados, a veces son muy determinantes con ciertas cosas y las cuestiones de diversidad y todo eso no se muestran.
-¿Por qué creés vos?
-Ahí hay algo muy interesante para marcar. A veces no se muestran porque, supuestamente, son temas para adultos o porque no queremos sexualizar a los chicos. Se dicen esas cosas.
-No ayuda a entender el asunto, ¿no?
-En realidad, cuando uno le cuenta a un chico sobre lo que es ser gay, lesbiana, bisexual o trans, ese mismo chico no se va a volver gay ni lesbiana ni trans. Y no porque sea algo malo serlo, sino, simplemente, porque no es que alguien se convierte en eso; alguien lo es.
-Entonces ¿cómo abordamos el tema?
-Al conversar sobre esto con un chico, no lo va a convertir en nada. Al contrario, va a ayudar a un chico que sí lo sea a que pueda vivir tranquilo y que no se sienta absolutamente solo.
-De todos modos, la cuestión debería ir evolucionado necesariamente. Por ejemplo, hasta no hace mucho, cualquier chico de padres separados o divorciados sufría una presión social negativa. O sea, hay una mejora, ¿o no?
-Sí, totalmente. A medida que pasa el tiempo, un tema que resultaba tabú como separarse o divorciarse, ahora, para la gran mayoría, deja de ser así. Y con esto de ser trans, de a poquito se va abriendo un poco el tema, siendo que cuesta mucho más porque el tabú es inmenso.
-¿En qué sentido?
-Si nos ponemos a pensar, hace treinta años o menos, incluso, directamente las personas trans estaban criminalizadas por el hecho de vestirse con una ropa que, supuestamente, no correspondía con su género. Entonces, como el avance que hay que hacer es tan grande, tarda un poco más. Y es una de las razones por las que me interesó el tema y terminé escribiendo el libro.
-¿Qué pensás que aporta?
-Estoy seguro de que hay muy poca información sobre lo que es ser trans. Pero, a su vez, soy de la idea de que la gran mayoría de la gente no es que odie a los trans, sino que, simplemente, no conoce su realidad. Y esa misma ignorancia hace que haya una especie de miedo o que no se hable del tema. Fue por eso, justamente, que me pareció interesante de escribir el libro.
-El proceso es lento, pero va decantando, como decíamos. Hoy ser gay o lesbiana no resulta socialmente escandaloso. Sin embargo, ser trans hoy todavía resulta más raro, ¿no? El paso adelante se tiene que dar.
-Yo espero que sí. Lo que pasa es que ser gay, lesbiana o heterosexual, es un tema de orientación sexual. Entonces, la gente, al final, siente que no le influye tanto porque se trata de cómo se relacionan dos personas.
-¿Y ser trans?
-Con ser trans yo no le influyo la vida a nadie más, pero la gente lo ve como que uno está cambiando totalmente las reglas de lo considerado normal. Por lo tanto, al sentir que estás rompiendo con eso, a muchos les molesta.
-Entonces, ¿qué se les dice a esas personas?
-Que ser trans no es algo difícil, tampoco es algo malo ni algo que uno elige, claramente. Pero la gran dificultad te la termina poniendo la sociedad por todos los prejuicios que hay alrededor y, que, vuelvo a decirlo, parten del mismo desconocimiento. Parten, también, de no hablar de estos temas. Por eso me resultan súper interesantes estos espacios y que lo podamos charlar.
-Por lo tanto, pasemos esto en limpio. ¿Qué es ser trans?
-Básicamente, que tu género no coincide con el género que te asignaron al nacer.
-¿Y dónde está el tabú principal?
-En todo lo que es infancias trans.
-Ahora bien, da la impresión de que alguien tan conocida como Flor de la V y otros personajes mediáticos han contribuido mucho a sacarle tensión al tema, ¿no?
-Sí, totalmente. Me pasa algo muy interesante con Flor de la V. Cuando yo era más chico, la veía en la tele y sentía que había algo en ella que me identificaba. A su vez, no tenía sentido, porque yo claramente no podía ser una mujer trans. Pero, igual, al verla sentía que conectaba conmigo.
-¿Y cómo evolucionó la cosa?
-Muchos años después, hace poco, pude identificar que había una conexión ahí que iba por otro lado; que iba por el tema trans y que, cuando yo era más chico, no terminaba de entender. Pero, durante todo ese tiempo, la única referencia trans que tuve fue Flor de la V.
-Pero es importante saber cuánto te ayudó.
-Incluso, durante mucho tiempo, y sé que esto le pasa a mucha gente, yo pensaba que solo existían las mujeres trans. Lo cual hizo que ni siquiera supiera que también existían los hombres trans. Por lo tanto, no sabía que estaba la posibilidad de que yo pudiera serlo. Me parece súper loco eso.
-Vos decís que ser trans es fácil, sin embargo, en este programa hablamos con Camila Sosa Villada sobre su novela Las malas. Allí se ve que sus amigas, sus colegas, padecen sufrimientos varios. Por eso, cabe la pregunta: ¿es muy distinto ser mujer trans que hombre trans ante la sociedad?
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-Cuando digo que con ser trans no pasa nada, no significa que no suframos. El sufrimiento, precisamente, sucede por la misma sociedad que te termina discriminando, excluyendo; no te da trabajo, no te da oportunidades. Te terminan dejando afuera.
-¿A qué te referías, entonces?
-Al hecho de que ser trans en sí, solo, no tiene una carga negativa. Lo negativo se lo termina otorgando el afuera.
-¿Y en cuanto a ser hombre o mujer?
-Hay algunas cosas que son similares a nivel de exclusión y violencia. Pero hay otras cuestiones. Las mujeres trans es como que, entre comillas, tuvieran más visibilidad.
-¿Por qué es así?
-Porque la violencia que sufrieron a lo largo de todos estos años, y que todavía sufren, es más directa, es más visible. Es una violencia que parte de los mismos medios de comunicación y de la burla. En cambio, la violencia hacia nosotros, los hombres trans, es una violencia que no te nombra. Te ignora. Es como si no existieras.
-¿En que se traduce esa invisibilidad?
-Es algo estadístico a partir de las investigaciones sobre esta población: los hombres trans tienen una tasa más alta de cuestiones de salud mental justamente por este tema de la invisibilización. Resulta triste y muy curioso.
-Suponemos que habrás recibido muchos comentarios de personas trans a quienes tu libro les ha resultado una verdadera ayuda. ¿Has recibido, por otra parte, mensajes de haters?
-Los comentarios de la gente, en general, fueron súper, súper positivos y muy lindos. Por ejemplo, por un lado, personas que no son trans leen el libro y les ayuda un montón a acercarse a la realidad y a poder entenderla. Después, a familiares o amigos de personas trans los ayuda a acompañar.
-¿Y la gente trans en sí misma?
-Las personas trans o aquellas que están cuestionando su género, que hay un montón y que está bien que lo hagan porque es parte, también de la vida; esa gente me dice, también, que de alguna manera la acompaño. Recuerdo algunos mensajes que me marcaron un montón. Una persona me escribió y me dijo: “Mi niñe interior abraza ahora a tu niñe interior porque, gracias a vos y a leer el libro, ahora me pude dar cuenta de que, sí, soy una mujer trans”. Fue como ¡guau! ¡Qué fuerte!
-Sí, totalmente.
-Qué fuerte que alguien pueda entender quién es gracias a la forma en que yo fui contando cómo di cuenta de quién era. Otro ejemplo hermoso, que me encantó, fue el de unos papás que me mandaron la foto de un nene con el libro en la mano y decía algo así como: “Acá está Mateo con tu libro y le contamos que vos sos un hombre trans como él”.
-Muy emotivos mensajes que le dan justificación a tu trabajo.
-Es lo que decíamos respecto de cómo va cambiando el mundo. Un nene trans que puede ver a otro hombre trans haciendo algo y también puede vivir siendo quién es ya desde chico, ¿no? Es una cosa emocionante de verdad.
-¿Y respecto de los haters?
-Siempre hay, obviamente, haters, gente que odia a la gente trans. Sobre todo cuando subís una foto tuya. Te ponen cosas para hacerte sentir mal. Pero, en relación al libro, fueron todos comentarios muy lindos y me alegra mucho que vaya ayudando. Es como mi granito de arena para que ninguna otra persona tenga que vivir o sufrir lo mismo que me tocó a mí por no entender lo que me pasaba.
-¿Cómo viviste tu cambio de DNI? Está relatado en el libro. Desde afuera parece, apenas, una ceremonia burocrática más. Pero para vos resultó un acontecimiento.
-Sí, totalmente. Yo, desde que me di cuenta de que soy trans, empecé a valorar cosas que antes me parecían una pavada. Y ocurrió con ese momento. Te das cuenta de lo importante que es la identidad, el derecho a ser quien uno es. Y, sí, ir a cambiar el DNI fue como un antes y un después.
-¿Por qué? ¿Cómo te pegó?
-Porque, si te ponés a pensar, uno usa su DNI en todos lados, no sé… hasta para ir a comprar pan con una tarjeta a la panadería o cuando vas al supermercado. Entonces, de alguna manera, sentís que el mundo del afuera por fin está viéndote por quién sos. Y esa sensación de sentir que, por fin, formás parte de la sociedad, con tu derecho a la identidad, es algo hermoso. Es muy difícil de describir. Y es muy emocionante.
-Todo esto está relatado en los tramos finales del libro, en los capítulos 46 y 47.
-Me pareció reimportante narrarlo en el libro porque me di cuenta de que, según me decía también mi editor, había un montón de cosas que para cualquiera son una obviedad, pero que, cuando uno es trans, terminan siendo un acontecimiento.
-¿Cómo calificarías hoy a la sociedad argentina en materia de integración y aceptación de la libertad de género?
-Por un lado, siento que avanzamos un montón. Si lo comparamos con veinte años atrás, es un avance increíble. También creo que Argentina es uno de los países más avanzados en cuanto a derechos humanos y tenemos una de las mejores leyes de identidad de género a nivel mundial. Pero, a su vez, hay algo complejo y es que, cuando las cosas económicas empiezan a ir más o menos, todo se pone más ríspido. Se pone más violento.
-Para todos.
-Para todos, sí, exacto. Entonces, lo que se avanzó en relación con la diversidad o la inclusión, queda medio parado o la gente lo empieza a ver medio de reojo, como si eso fuera un problema.
-Has dicho algo muy sutil, porque cuando la realidad se pone tan mal nos terminamos odiando entre todos por cualquier cosa, hasta por el fútbol.
-Sí, todo se intensifica. Los malestares se intensifican. Todos quieren encontrar culpables en algún lado y bueno, en ese marco, las personas trans apenas conseguimos trabajo. Para que se den una idea, ni siquiera hay personas trans en el Congreso de la Nación, no hay ministros tampoco; o sea, como que no tenemos mucho poder.
-¿Cómo afrontamos este momento, entonces?
-Es un momento en el que no tenemos que olvidar todo lo que avanzamos. A pesar de todos los problemas que haya, tenemos que ser cuidadosos de lo que fuimos consiguiendo.
-¿Dónde anida el sustento de todo esto? ¿En lo afectivo, en lo intelectual, en lo genital? ¿De dónde sale esa identidad tan fuerte que lleva a subir la empinada montaña de ser un trans en cualquier lugar del mundo?
-Es lo que intento ir narrando en el libro. Yo me di cuenta de mi identidad desde que era un nene. Mucha gente me pregunta cómo podía saber eso.
-No es sencillo de entender fácilmente. ¿Qué les respondés?
-Yo ni siquiera sabía que existían las personas trans y, sin embargo, yo, al ver a los otros nenes, ya me veía como uno de ellos. Me veía reflejado en ellos.
-¿Y qué pasaba con eso?
-La gente, la sociedad, mi familia, cualquiera, me repetía que era una nena. Entonces, cuando todo el mundo alrededor te está repitiendo lo mismo, es muy difícil que vos les digás a los demás: “Soy un nene”. Sentís que nadie te va a creer.
-Pero ¿cuál es el proceso interior por el cual vos sabías puntualmente cuál era tu identidad?
-Póngase ustedes en ese lugar. Vos, cualquiera de ustedes cuando eran chicos, sabía que era un nene. ¿Por qué lo sabías? Simplemente lo sabías. Es algo innato. Algo que una persona sabe y que no elige.
-O sea, que no solo lo sabías, sino que, además, sentías eso.
-Claro. Exacto. Pero, además, es interesante explicar que no solo una persona trans siente que es su género. Ustedes también lo sienten. Simplemente no lo razonan tanto porque es lo que está dado. Y no es solo una cuestión genital. Hay muchas otras cosas que te hacen saber y sentir que sos un hombre.
-¿Cuáles?
-Cuesta entenderlo y resulta complejo de explicar. Pero lo importante de esto es entender que, cuando una persona está diciendo que es de determinado género, no lo hace por una moda ni por un capricho ni porque se le ocurrió de golpe porque, verdaderamente, si bien yo estoy muy orgulloso de ser trans y me pone muy contento saberlo, también es algo difícil. Es difícil vivir en esta sociedad siendo trans por todas las dificultades que te ponen.
-Es clave lo que has venido diciendo: nadie elige ser trans.
-Es difícil que alguien elija ser trans porque está aburrido. Cuando una persona dice que es de determinado género y sale del armario como trans es porque realmente lo es y porque es la única forma que tiene de poder vivir. No se le ocurre de la nada.
-Es particular algo que te ocurría en tu juventud. Eras muy futbolero, pero no lo podías disfrutar plenamente porque no habías hecho un cambio efectivo de identidad. ¡Los compañeros del cole no te dejaban jugar! Hoy no se entiende.
-(Ríe) Yo tampoco lo entiendo. Era frustrante porque, claramente, las chicas no jugaban.
-¿Por qué?
-Porque, hace veinte años, era un deporte para hombres.
-Estaba mal visto.
-Estaba mal visto. Eras machona, bananera, todas cosas así. Entonces, las chicas, no jugaban; y los chicos no me dejaban jugar. Y yo me quedaba en el medio, mirándolos, con la nostalgia de algo que soñaba hacer y no podía. Gran parte de mi infancia fue así. Lo único que me sacaba de esa tristeza era que mi papá y mi hermano jugaban conmigo, ¡por suerte! Pero, bueno, no es lo mismo…
-Ahora es otra cosa, ¿no?
-Me alegro mucho de que en estos últimos años haya cambiado totalmente y de que el fútbol femenino haya crecido tanto. Hoy, que una chica juegue, no está visto como algo raro.
-¿Todavía jugás al fútbol hoy en día?
-No. No volví a jugar.
-¿Pero jugabas bien antes o eras medio tronco?
-¡Jugaba bien! Sí, sí.
-¿De qué jugabas?
-En el medio. Pase, asistencia, tiros libres…
-¿Y eras de los habilidosos o picapiedra?
-Era habilidoso. Y, como jugaba bien, me ponía peor porque no podía aprovecharlo.
-Ahora se entiende mejor lo que te pasaba. Para un varón es una vergüenza tener al lado una chica que juegue bien.
-Claro. Pasaba eso. Yo sabía que, si me dejaban jugar, iba a estar al mismo nivel que ellos. Y ningún hombre quiere perder con una mujer. Pasa siempre (ríe).
-Un colega, Oscar Pinco, pregunta si, por el barrio donde vivís, sos hincha de Platense. Debemos aclarar que en el libro dejás bien en claro que sos de River.
-(Ríe) Yo soy de River, pero guardo mucho amor por Platense y siempre veo sus partidos.
-Nuestra compañera Paula Jalil, aquí presente, da fe de que, cuando una mujer discute de fútbol con un hombre, siempre es menospreciada, a menos de que demuestre cabalmente su saber.
-Tengo una anécdota muy interesante sobre eso. Yo estudié periodismo deportivo. Trabajé, antes de transicionar, antes de darme cuenta de que era tans, en un canal de televisión. Yo iba, supuestamente, como mujer y todos los otros eran hombres.
-¿Y qué pasó con esa ecuación?
-Pasó que yo llegaba con algo y tenía que aportar quinientas mil justificaciones de lo que estaba diciendo; y aparecía uno de los hombres con lo mismo que yo y le daban automáticamente la razón. ¡Yo me volvía loco!
-¿Cambió en algo la cosa?
-Me pasa ahora, viviendo como un hombre, para decirlo en forma simple, que, si me pongo a hablar con otro hombre de fútbol, me dice “ay, sí, sí, sí”. No está eso de tener que justificar todo el tiempo lo que digo o lo que sé. Como me ven con otro nombre, ya sé todo. Es muy raro.
-Ya que estamos con este tema, vos contás que, según tu experiencia, el periodismo deportivo, al menos en Argentina, era muy machista. ¿Hoy sigue siendo así o ha habido una evolución? Esto, teniendo en cuenta que, en los programas, se ven cada vez más mujeres, lo mismo que en las canchas cumpliendo tareas de arbitraje.
-Hubo una mínima evolución. Igual, sigo pensando que es muy machista porque, si te fijás, las que logran llegar están, generalmente, dentro de cierta hegemonía, dentro del estereotipo de lo que es una mujer bella, linda, etcétera. Y no es por culpa de ellas. Está perfecto que estén ahí porque son muy buenas periodistas, lo hacen muy bien.
-Claro, es parte del sistema.
-Los que contratan están buscando que solo ciertas mujeres puedan entrar.
-Suelen ser bastante Barbies las chicas en esa pantalla, ¿no?
-Exacto. Y no porque sea necesariamente algo malo. El tema es que con los hombres no pasa eso. Todos los que están ahí no son modelos, ¿no?
-De acuerdo. Algunos son horribles, incluso.
-(Risas) ¡Claro! Mejor que lo digás vos. Hay ahí una contradicción. Podríamos decir que van entrando de a poquito, pero algo me llama mucho la atención, porque veo programas deportivos. Y es que solo puede haber, como mucho, una mujer en cada uno de ellos. Eso también es medio raro. ¿Por qué solo una por programa? No sé.
-Hay otra cosa que sorprende bastante en tu libro, porque no pasa habitualmente, y es la onda que han tenido tus viejos durante todo el proceso. Es cierto que, al principio no te acompañaban como correspondía, pero era porque vos no terminabas de verbalizar ni de explicar cómo venía la mano.
-No sé si decir que tuve suerte, pero, efectivamente, no es lo más común esto. Tampoco es que siempre haya rechazo. Digamos que existe como un cincuenta por ciento de aceptación respecto de ser trans.
-¿Cómo fuiste sintiendo lo de tus padres?
-Estoy totalmente seguro de que me acompañaron y me apoyaron. Eso me permitió estar ahora acá, escribir el libro y poder seguir porque si había algo que me daba mucho miedo, y por eso me costaba tanto verbalizarlo, era que me dejaran de amar. Yo me decía: ¿cómo hago si las personas que más quiero me dejan de querer? ¿Y cómo hago si me quedo totalmente solo?
-Una pregunta tremenda.
-Yo estaba constantemente con ese miedo. Y ese miedo, a su vez, fue lo que me llevó a escribir el libro porque me encantaría que la gente que no sabe tanto del tema y que puede tener hijos en esa situación, lo entienda.
-¿Qué le decís, entonces, a esa gente?
-Que si su hijo, de golpe, le llega a decir que es trans, lo mejor que puede hacer es apoyarlo y acompañarlo porque, si no, lo deja totalmente solo y uno termina sufriendo un montón. Es difícil.
-¿No es esto contradictorio, también? Uno quiere a una persona. No quiere a un hombre o a una mujer.
-Totalmente. Si es tu hijo lo deberías querer como sea. Pero lo que suele ocurrir, aunque suene extremadamente loco, es que muchos padres sienten que uno está matando a su hijo o a su hija. Es como que dicen: me dejaste sin mi hijo; me dejaste sin mi hija. Por lo tanto, aunque suene triste, resulta que, para muchos padres, uno ya está muerto.
-Otra encrucijada demoledora.
-Es horrible. Pero pasa en muchos casos. Y por eso hay tantas personas trans que se terminan yendo de sus casas. O por eso hay tantas que recién pueden vivir su identidad cuando son adultas porque en su adolescencia saben que sus padres no las van a apoyar.
-Por lo tanto, sigue siendo una gran cuenta pendiente.
-Claro. Es difícil. Y siento que esa es una de las cuestiones en las que más falta adentrarse.
-Tu largo proceso ha sido muy personal, social, psicológico, pero también físico. Has debido hacer tratamientos con testosterona, te has operado, etcétera. ¿Cuán oneroso ha sido todo esto?
-Es bastante caro. Para que se den una idea, las hormonas van cambiando de precio todos los días, pero están alrededor de quince mil pesos. La cuestión es que, por suerte, gracias a la ley de identidad de género que está desde hace unos diez años, en Argentina está cubierto todo eso. Y es súper importante porque, de lo contrario, a las personas trans les sería imposible pagarlo.
-¿Por qué está cubierto?
-Es importante aclararlo. Está cubierto porque las personas trans tenemos tan pocas probabilidades y oportunidades de conseguir trabajo, que la gran mayoría está sin empleo. Entonces, así es muy difícil acceder a la salud.
-Pero de alguna manera tenés que estar dentro del sistema, ¿o no?
-Igual, el sistema público te cubre ciertas cosas, pero, en materia de operaciones, es muy difícil la cobertura. Hay listas de espera de años. Por otra parte, lamentablemente, muchas cosas se atienden solo en Buenos Aires.
-¿Se sufre mucho con la incorporación de hormonas?
-No. No se sufre nada (sonríe). Al contrario. Desde que estoy en hormonas me siento mucho mejor a nivel anímico, a nivel físico. Me siento mucho más contento, con más energía. Prácticamente me siento más yo. Estar en hormonas es una cosa mucho más feliz. Y, más allá de mi felicidad, tampoco se sufre físicamente, como te decía.
-Por todo esto, para cerrar te pedimos algo práctico. Vos pasaste por incomprensiones, por médicos o psiquiatras que no te atendieron bien hasta que fuiste dando en la tecla. Por montones de experiencias. Un consejo, pues, para acortarle el camino a alguien que quiera seguir un proceso similar al tuyo.
-Lo más importante es que, si está cuestionando su identidad, está bien. Y, si sabe, si se da cuenta de quién es, también está bien. Está bien el tiempo que le lleve. Está bien si lo hace desde más chico o de más adulto. La edad en que uno se da cuenta de estas cosas puede ser cualquiera y no tiene nada de malo. Nunca es tarde para darse cuenta. Nunca es tarde para empezar hormonas o para operarse. Lo principal es que confíen en sí mismos. Y si van a un médico, a un profesional que los trate mal, no lo permitan. Hay muchos de ellos que atienden bien a las personas trans, que van a estar atentos a lo que necesiten. Hay mucha gente buena, a pesar de que pueda haber mucha otra mala. Y esto trasladado a todo. Si tu familia no te quiere, se lo están perdiendo ellos. Va a haber mucha otra gente que te va a amar y va a estar ahí con vos.
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