“Es muy importante convocar a docentes y familias a reflexionar sobre este momento, comprendiéndolo desde una perspectiva integral en la que están presentes todas las dimensiones de los adolescentes y desde ese lugar, podamos estar junto a ellos de manera significativa en esta etapa que es única”, señaló Gannam.
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Desde la DGE llaman a no prohibir y acompañar a los hijos en el ritual que se hace este domingo, el día previo al inicio de clases.
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Y agregó: “Desde la DAE proponemos entender este fenómeno no solo como un evento regular, sino como una oportunidad muy importante para favorecer vínculos, fomentar la responsabilidad y construir un sentido de pertenencia saludable”.
“Mencionamos la comprensión desde una mirada integral y en tal sentido, estamos haciendo referencia a, en principio, la dimensión biológica: cómo el impacto del consumo de alcohol y de otras sustancias durante el UPD puede tener efectos graves en el desarrollo físico y mental de los adolescentes. Hay que recordar que su cerebro aún está en formación y todos los excesos pueden dejar secuelas a largo plazo”, expresó la titular de la DAE.
Último Primer Día: no prohibir, sino acompañar
Respecto de la dimensión psicológica, la profesional explicó que este momento está cargado de emociones intensas: alegrías, nostalgia, ansiedad, y los adolescentes necesitan herramientas para gestionar estas emociones y tomar decisiones conscientes. Allí, es donde necesitan esta red de contención de parte de la familia y de toda la comunidad educativa.
Por último, la dimensión social, también el UPD es, en esencia, un acto comunitario. Sin embargo, es importante que los adolescentes aprendan a celebrar sin poner en riesgos su integridad o la de sus pares.
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Las fiestas se realizan en salones privados en los que abunda el alcohol y otras sustancias. Recomiendan contener a los chicos para evitar los riesgos y excesos.
“Es importante destacar el rol de los adultos. Entendemos que es acompañar, no prohibir; prohibir no es la solución. En cambio, sí proponer un enfoque que priorice el diálogo, la confianza y el apoyo. Y, en este sentido, las familias y los docentes tienen un rol clave. Se trata de escuchar sin juzgar, conocer las expectativas y las emociones de los y las adolescentes frente al UPD, establecer límites acordando pautas que prioricen la seguridad y el bienestar integral. Y la escuela, como espacio de contención y reflexión, no puede ignorar este fenómeno. Muy por el contrario: debe ser un espacio donde los jóvenes encuentren esta contención y esta guía”, reflexionó Gannam.